Capítulo 04. VERDE

918 103 6
                                    


En el frío habitáculo solo había una camilla de cuero azul desgastado coronada por una máquina gris en forma de aureola y una mesa con una silla, semejantes a las de recepciones del hospital.

Por detrás del ordenador portátil que había sobre la mesa apareció entonces la cara de la señora de la bata blanca. Era de aspecto frágil, con unas gafas de montura fina transparente que parecían en grave peligro de resbalarse nariz abajo al más mínimo movimiento. Su voz tenía un tono artificialmente agudo y parecía mareada, como cuando te das un golpe e intentas recuperarte.

La mujer siguió mi mirada en dirección a la camilla.

¬ Es un escáner. No debes tener miedo.

¬ Sé lo que es un escáner. ¬ le contesté simplemente.

¬ ¿Sabes qué es un TAC? ¬ Fue la amabilidad de su voz lo que me empujó a dar un paso al frente.

¬ Sí, también sé lo que es. Pero no lo necesito.

¬ ¿Cómo te llamas? ¬ dijo, en un tono que no supe identificar.

¬ Anika, como Anika Noni Rose. Pero yo soy Anika Fike.

Empezó a teclear en el ordenador, con cada segundo que pasaba, su semblante se arrugaba más y más.

Debió de notar mi cara de preocupación porque se adelantó a responder. ¬ No te alteres, todo bien, los soldados cada vez son más incompetentes y no te han hecho la clasificación previa. Ni siquiera los síntomas.

¬ ¿Síntomas? ¬ dije. ¬ Yo no tengo ningún síntoma, no estoy enferma, tomo mis vitaminas.

¬ Hay síntomas de muchos tipos. ¬ me explicó, inclinándose para mirarme a los ojos. ¬ Tienes unos ojos muy bonitos.

Se aclaró la voz antes de continuar hablándome ¬ Bueno, eso, hay muchos síntomas porque hay muchos tipos de niños. Voy a hacerte una fotografía del cerebro que nos ayudará a llevarte con los que son como tú.

Desvié de nuevo la mirada hacia la máquina y me pregunté si me dolería que me examinasen la cabeza. Me pregunté si aquella señora podría ver todo lo que yo había hecho.


Hice un gesto negativo.

¬ ¡No tengo ningún síntoma! Mi padre vendrá enseguida a llevarme devuelta a mi a casa, de verdad, se lo juro, él se lo dirá, ¡por favor!

¬ No te tienes que preocupar. ¬ inspiro profundamente, quizá intentando encontrar las palabras correctas para tranquilizar a una chiquilla nerviosa ¬ Dime, cariño, ¿se te dan bien las matemáticas y los puzles? Los verdes son increíblemente inteligentes y tienen una memoria asombrosa.

Recordé a los niños que había visto fuera, las X de colores que llevaban dibujadas en la espalda de la camiseta.

"Verde", pensé. "¿Y qué más colores había? "azul, amarillo, naranja,... " .

¬ De acuerdo, ¬ dijo la mujer de la bata, suspirando ¬ ahora acuéstate en la camilla y empezaremos. Ahora mismo, por favor.

No me moví. Los pensamientos se me atropellaban en la mente. Me costaba incluso mirarla.

¬ Ahora. ¬ repitió, acercándose a la máquina. ¬ No me obligues a llamar a un soldado. El cardenal que te han hecho en la mejilla, lo repetirán. 

La pantalla de un panel lateral cobró vida con un solo toque y la máquina se iluminó. En el centro del círculo gris apareció una resplandeciente luz blanca que parpadeó para prepararse antes de iniciar la prueba. La máquina empezó a resoplar aire caliente y a lanzar unos gemidos que se me colaron por todos los poros del cuerpo.

Aquel no era un lugar seguro. Ya no era en absoluto agradable.

Temblaba con tanta fuerza que la señora debió de pensar que iba a desmayarme. La doctora se acercaba cada vez más, para asegurarse de que no me diera ningún ataque, y si no se acercaba por eso, se aproximada para poder acostarme en aquella camilla a la fuerza e inmovilizarme allí hasta que bajara la máquina y ya no pudiera moverme más. 

Tenía que hacer algo, escapar fuera como fuese. Acabé pegada a la pared, completamente pegada, con las rodillas dobladas contra el pecho. Suplicando incoherencias.

No recuerdo haber llorado y rogado de esa manera nunca hasta ese día, ni siquiera cuando mi madre me encerró en el garaje. Sabía a ciencia cierta, que los días anteriores no me había desmoronado tanto porque no sabía que iba a suceder conmigo, pero aquí y ahora, en este momento, si sabía que a los niños peligrosos como yo, les hacían cosas malas.

¬ Tranquilízate, no te voy a hacer daño. ¬ cada vez que inspiraba aire, parecía envejecer 5 años ¬  Solo necesito saber que color eres. ¿Ves esto? ¬ me dijo mientras señalaba un cartel pegado a la pared en el que se veía una pirámide.

¬ A todos los niños se les asigna un color que corresponde a su trastorno ¬ dijo mientras señalaba la pirámide.

¬ Abajo están los verdes -inteligencia aumentada básica-; los azules, tienen habilidades telequinéticas; los amarillos manipulan electricidad,... pero aquí, pasando está línea ¬ dijo modificando el tono de voz a uno más grave mientras señalaba una línea que separaba la pirámide ¬ están los más peligrosos: naranjas y rojos. Pero son poco comunes, no tienes de que preocuparte.

¬ Si las camillas y los escáneres no te gustan, ¿Qué te gusta? ¬ me preguntó sonriéndome.

"¿Eso significa que no me va a atar a la camilla?"

Me acerque a ella y le agarré la mano fuertemente. ¬ Me gusta leer, mi asignatura favorita del colegio es historia y matemáticas, también me gusta biología, en realidad me gustan todas las asignaturas. Tengo muy buenas notas, todo el mundo dice que soy muy lista. ¬ Respondí todo de un tirón con los nervios.

No había separado mis ojos de los suyos en ningún momento. 

No era tonta, sabía que había influido en la conducta de la gente a mi alrededor en varias ocasiones - accidentalmente, claro - desde que había empezado la ENIAA. 

Si de verdad existía un Dios, debía estar pasándoselo en grande mientras observaba a una niña de once años rezar todos los padre nuestros que había aprendido hasta la fecha para que, cualquier habilidad que poseyera y fuese útil, la salvase en ese momento.

¬ Eso está muy bien, el colegio es importante... . ¬ acaba diciendo en un tono de voz más bajo. ¬ Bueno, tenemos que saber que color eres.

Le apreté la mano, asustada. ¬ Puedo ser verde, verde es bueno. Soy verde.¬ Le miré a los ojos, todo me daba vueltas.

De repente unos golpes en la puerta nos interrumpen y escucho una voz grave decir: ¬ ¿Está todo bien? ¿Por qué está tardando tanto? Hay mucho niños a la cola.

¬ No, no lo-lo siento, ya está todo listo, ahora sale. ¬ le responde la doctora. 

La señora se gira y teclea algo rápidamente en su ordenador, no logro leer lo que dice.

Cuando soy consciente de lo que sucede a mi alrededor, la doctora ya ha agarrado un bote de spray de pintura verde y trazado una X de ese mismo color.

Anonadada, me dejo conducir hasta la puerta, que la doctora abre tan tranquila. Finalmente, todo acaba cuando esta me empuja suavemente al soldado.

¬ Que pase el siguiente. ¿Nombre?

All For Us  |  The Darkest Minds | #AFU1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora