Capítulo 01. POSTAL IDÍLICA

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Recuerdo con gran claridad el día que descubrí lo que significaba la ENIAA, no había olvidado ni el más mínimo detalle, como si en realidad todo hubiese sucedido hace unos días, y no hace seis años, un sábado 12 de febrero.

Mis amorosos padres me habían permitido quedarme en cama una hora más aprovechando el fin de semana. Por aquella época odiaba levantarme temprano, ahora lo hacía inconscientemente.

Había desayunado tranquilamente unas tortitas con crema y un zumo de naranja, cortesía de mi madre chef, y luego me había preparado para pasar el resto del día en el campo con mis padres y su grupo de amigos más cercanos: la pareja treintañera formada por Ricoy y Enmanuel, ambos policías; y el matrimonio de Lourdes y Jeremy Winder, con sus dos hijas, Helena y Lara.


Como todo lo relacionado con la ENIAA, al principio no había pasado nada extraño que indicase que sería una tarde diferente, peligrosa. 

Como de costumbre, las tres parejas de adultos y las tres niñas nos encontrábamos sentadas al borde del lago cercano a la segunda residencia de los Winder. Estábamos disfrutando de unos rayos de sol, intentando refugiarnos de las hormigas con los cojines que nos había fabricado Enmanuel ya hacía unos años, mientras escuchábamos a Lourdes cantar acompañada de los acordes de guitarra de mi querido padre. Una postal idílica, hasta que dejo de serlo.

En la bonita escena que estaba transcurriendo, yo me encontraba a la derecha de las protagonistas del cercano acto de terror. Sentadas muy cerca mío, las gemelas Helena y Lara, menores a mi por dos años y tres meses, llevaban discutiendo disimuladamente por un trozo de tarta de queso veinte minutos, o por lo menos ese era el tiempo que llevaba yo presenciándolo. No era algo preocupante, riñas como esas se armaban al menos dos o tres veces cada día de reunión.

Con once años recién cumplidos ya había presenciado la muerte de mis abuelos maternos, pero no había sido ni de lejos una experiencia tan cercana y traumatizante como la de Lara. La gemela ataviada con un chándal rosa de Hello Kity no era vieja como el abuelo, ni estaba enferma. En realidad, estaba sanísima: ni fiebre, ni tos, ni dolor de cabeza ... ni siquiera le tenía alergia a la miel como su gemela Helena, nada de nada. Murió de repente y ninguno de nosotros comprendió lo que ocurría hasta que ya fue demasiado tarde.

Lara, concentrada como estaba en una intensa, pero disimulada discusión con su hermana, no había dado a conocer, o demostrado algún síntoma, o un dolor inusual. 

Naturalmente, el resto, evitaba prestarles demasiada atención para que no tomasen valor y aumentasen el tono.

¬ Te has comido ya un pastelito de arándanos ¬ escuché que le estaba diciendo Lara. ¬ Solo ... ¬ Se interrumpió.

Fijó la mirada en algo que quedaba por detrás de la cabeza de Ricoy y abrió la boca, pero sin emitir sonido alguno. Frunció el entrecejo, como si estuviera prestando atención alguien que intentaba explicarle una cosa muy complicada.

¬ ¿Lara? ¬ recuerdo que dije ¬ ¿Estás bien?

En el segundo que tardó en cerrar los párpados, vi que tenía los ojos en blanco. Y de repente se cayó hacia atrás, así, sin más; su hermana y yo que nos encontrábamos prestándole atención nos quedamos paralizadas, aunque debimos de pensar lo mismo: se ha desmayado.

Tres segundo más tarde, reino el silencio, mi padre había soltado la guitarra y Lourdes se había callado de repente. La figura del padre de las niñas, Jeremy, se acercó enseguida, apartándonos de su camino.

El público quedó cautivado cuando el mayor acercó el oído a la camiseta rosa de su hija, para escuchar un latido que ya no estaba allí. No sé qué pensaría, pero empezó a dar gritos y, de repente, nos vimos inmersas en un círculo de adultos asustados hasta la mierda.

All For Us  |  The Darkest Minds | #AFU1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora