13. I won't go

378 48 12
                                    

Horas antes.

Tamborileaba sus garras con impaciencia sobre su escritorio, no iba a soportar más palabrería del sujeto al otro lado de la línea. Tampoco toleraría más al demonio tirado como árbol sin raíces en su alfombra, atado de tobillos y muñecas por cadenas con púas.

La piel de aquel demonio era un total desastre, la sangre en gruesos hilos bajaba de cada herida, rasguños, cortadas, látigos y una parte de su rostro la carne se contraía y enrojecía, una quemadura del tamaño de una manzana en su mejilla. Era una obra maestra de la tortura, el ejemplo de lo que le pasaba a quienes osaban desafiarlo y aún no habían acabado con él.

Se había divertido un par de horas, buscando que aquel demonio de unos diez centímetros más bajo que él, le diera algunas respuestas, mas, nada dijo, nada murmuró y menos en los hilos de voz que le quedaba, tan solo quejidos entre respiraciones pesadas. No tenía nada más que hacer con él, ya en apariencia inconsciente con un ojo entreabierto y el otro oscurecido e hinchado a causa del moretón que uno de los matones pegados a la puerta le había proporcionado.

No obstante, todavía era de utilidad, no estaría mal un poco más de tortura, en algún punto cantaría... Sin embargo, la llamada del colega de aquel rehén, negociando su libertad, le salvó de algo fatal, incluso peor que las torturas que ya le habían dado.

¿Qué pudiera ser peor que eso? Oh, pero claro que si existe algo mucho peor.

—No tiene caso, tu amigo tuvo la arrogancia de invadir mis territorios provocando un considerable desastre —hablaba con el negociador, era un sujeto bastante molesto que no paraba de darle alternativas para la libertad de su colega. El torturador reía entretenido por lo estúpido que era si pensaba que accedería como si nada—. Hay consecuencias por hacerme perder mi tiempo y mi dinero, si quería hacerse el valiente pues le resultó fatal. Y si no tienes nada para compensarme por su imprudencia, entonces, me temo que no tenemos más nada de que...

Girando sobre su silla, observó un edificio alzarse a la distancia reflejándose entre sus lentes y una sonrisa torcida se instaló en su rostro cuando una idea parpadeo ante sus ojos. Las comisuras de sus labios se ancharon aún más, no había seguridad de que el sujeto lo lograra pero ¿Qué más da? Al final, si no resultaba, podría deshacerse de él de una vez por todas, tendría una molestia menos o mejor dicho dos, sería entretenido.

—Quizá haya algo que puedas hacer por mí a cambio de la insignificante vida de tu amigo —habló después de largos minutos insufribles de silencio para el que se encontraba del otro lado de la línea. El hablante miró nuevamente el moribundo cuerpo manchando su alfombra—. Te enviaré las instrucciones por mensaje, veremos de que eres capaz. Si lo logras, quizá te lo entregue... ¿Si no? —río ante la pregunta formulada por el sujeto al otro lado de la línea, una risa gruesa y burlona que erizaba la piel—. No hace falta que lo diga al menos que quieras saber cada detalle de lo que le haré a esta puta, no me molesta hacerlo, ya he tenido práctica para quienes disfrutan de esta clase de fetiches —del otro lado escuchó cómo accedía a su trato—. Entonces espera a mis instrucciones en el club La colmena azul, te las enviaré con alguien.

Colgó la llamada sin darle la oportunidad al otro de contestar. La habitación quedó en lúgubre silencio.

—Veo que te entretienes —en el sofá, recostado, sin mostrar gran interés en la situación, un demonio pretendía dormir pero se le era difícil cuando no había silencio—. ¿Qué piensas hacer con esa cosa? —señaló el causante del charco de sangre sin siquiera verlo.

—Que se lo lleven y lo encierren —ordenó y dos demonios en la oscuridad dieron presencia para llevarse al larguirucho demonio ya inconsciente. Cuando las puertas se cerraron, continuaron:—. Es un asco, pediré que limpien después.

~White Noise~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora