~White Noise~

17. I'm not a babysister

La música de la radio le despertó con una suave melodía de un saxofón acompañado de un alegre contra bajo, un delicado piano y una (posiblemente) pequeña batería.

La superficie en la que se encontraba acostado era mullida y creyó entonces que estaría durmiendo sobre una nube blanca, acurrucando su cabeza sobre una esponjosa almohada y arropado por una suave manta.

El aroma que le llegaba, un café recién hecho, algo frito también, jamón, tocino ¿huevos? Era un aroma realmente delicioso, dulce, tal vez a manzana o melocotón; le recordó a sus mañanas en su país familiar, a su madre preparándole el desayuno en el primer piso, la casa se llenaba de olores y colores. Pensó que volvió a su niñez, en Toscana, de vuelta a su habitación de infancia que alguna vez compartió con su hermana.

Lo único confuso era la clase de música que salía de la radio.

Abrió los ojos con lentitud, la bruma se fue disipando, su visión se iba acostumbrando nuevamente a la claridad de una tenue mañana. Descubrió que no se encontraba en Toscana, tampoco en Italia, ni en su casa de infancia, menos en su casa en la ciudad, y quien cocinaba no era su muy querida madre, sino un desconocido que tarareaba mientras taconeaba muy bajito el ritmo de la canción.

Un apartamento un poco pequeño, cuatro paredes en el que una persona podría vivir cómodamente, paredes blancas, sin mucha decoración, una ventana rectangular, tres puertas, una daba al baño, la otra a un armario y la otra (suponía) se trataba de la entrada.

Podría asumir que era un apartamento en una residencia, una en el cual la cocina quedaba fuera, al lado derecho de la habitación, por eso el aroma pegaba tan directamente y por el rabillo podrías verla.

El personaje misterioso tarareaba, no lo vislumbraba tan claramente, solo una sombra que se deslizaba en el suelo y se alargaba. Era quizá por el constante movimiento que el sujeto ponía, iba de un lado y luego al otro, cocinando, tal vez bailando; eso explicaría el suave taconeo.

Quien reposaba no se levantó al instante, primero analizó el lugar en el cual se encontraba, paredes simples blancas, una mesita de noche simple con una lámpara de copa como único adorno sobre ella. Sabe que hay un sillón de color marrón en una esquina, pero ahora su atención se enfoca en una silla de madera, ahí se posaba sobre el espaldar, abrazando la silla, un saco bastante familiar y una camisa se posaba en el asiento, perfectamente doblada.

Llega a él las escenas de la noche anterior y de la mañana, la redada y su milagroso escape.

Menuda estupidez.

Él se da cuenta que el arma que cargaba no la lleva más consigo, entonces cuidadosamente se levanta luego de pensar en los posibles lugares en el que se encontraba y, si su hipótesis resultaba correcta, idear una manera de escapar o de sorprender al sujeto que lo secuestro, matarlo o noquearlo, lo que pasase primero y salir de ahí haciendo cuenta de que nada paso.

Con cautela se pone de pie fuera de la cama. Se da cuenta que no trae prenda de la cintura para arriba, solo su pantalón y ni el cinturón trae consigo, está en la silla colgando de lado a lado en el mismo asiento en el que se encuentra su camisa. Va por ella cuidando de mantener atención a la cocina. Es tan silencioso como una pequeña araña, sus pasos a penas son audibles, más estando descalzo.

Ahora que se preguntaba dónde estarían sus zapatos, no se encontraban a la vista.

Ve su camisa perfectamente doblada en el asiento, hay minúsculos puntos de sangre en el cuello de la misma, casi podría disimular que es pintura carmín que se ha secado. La toma, la levanta sin desdoblarla y encuentra algo interesante debajo de ella; su revólver recostado con la boquilla apuntando la cama. La mira con extrañeza un momento, estira su mano para tomarla y evaluarla, recordaba que traía manchas de sangre cerca de la boquilla, pero al igual que la camisa que ha desdoblado cuando ha soltado un extremo de ella, el líquido carmín ya no se encontraba tan fuertemente grabada en esos dos objetos.