1. After the cold

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Abrir los ojos de golpe fue rudo, el mundo dio vueltas por un rato; el corazón le corrió kilómetros y tomó un bocado de aire como si no hubiese respirado por largo minutos. Seguía sintiendo algo empujar y acariciar su mejilla, se giró para quedar acostado de lado y encontrar a su pequeña bolita rosada lamiendo su cara.

—Hey —saludó acercando una de sus manos para acariciar a su cerdito. Lo tomó de su pancita para abrazarlo en su pecho—. ¿Te desperté?

Su voz salió ronca, acaricio su garganta, sentía fresca la resequedad de ella. Seguía acariciando a su cerdito y este se dejaba consentir, tal vez para animarlo un poco.

El cerdito desde hace una hora había estado pendiente de Angel, buscando la manera de subir a su cama y despertarlo pues no paraba de quejarse dormido y tampoco de moverse, viéndolo abrazarse a sí mismo y temblar como si el cuarto fuese un congelador. Unos minutos paraba y luego seguía. Por cosas del ingenio logró saltar por entre los cajones hasta llegar a la cama, casi se resbala en dos ocasiones por no llegar a la cama tras un solo salto.

En en su pecho, Fat Nuggets escuchaba sus latidos, incluso sus manos temblaban, siempre le ocurría cuando tenía una pesadilla y más específicamente una en especial que le dejaba en ese estado. 

Angel le acariciaba el lomo con una mano mientras que con otras dos lo abrazaba.

—Supongo que debo darte algo de comida extra, me salvaste Nuggs, de nuevo —decía tras un largo suspiro, abrazando con un poco más de firmeza a su cerdito—. Esa horrible pesadilla de nuevo, esta vez fue un poco diferente, por un segundo pensé que tomaría mi mano.

El pequeño cerdo lo vio e hizo un ruido con su nariz para luego acomodarse y quedar su visión frente a frente con la de su dueño, ladeó un poco la cabeza mirando confundido a Angel. Este se le quedó viendo un momento antes de suspirar y hacer una mueca con los labios.

—Yo tampoco lo sé —contestó como si Fat Nuggets le hubiese hecho una pregunta difícil—, pero no es para preocuparse.

Era normal, las pesadillas venían a él cuando menos se lo esperaba, le inquietaban y le dejaba un mal sabor de boca, la garganta reseca y el corazón golpeando como tambor. Como si al soñar con ello un torbellino de emociones explotara a su alrededor, su cuerpo permanecía paralizado por breve antes de poder tomar nuevamente el control. Tendría tantas pesadillas, pero esa era la peor de todas, un recordatorio del peor castigo que el infierno podría darle.

Sujetó a Fat Nuggets para que no se fuera rodando de su pecho a la cama bruscamente y junto con él se sentó en la orilla a dirección de la ventana que tendría su habitación. Cortinas oscuras cubrían el paisaje que tendría que ver por el resto de su vida, ese paisaje que se resigno a contemplar cada vez que se levantara de la cama con su cerdito en brazos y a pasos lentos. 

Frente a él, tomando ambas orillas del par de cortinas con sus dos manos superiores deslizando cada una a los lados. Los edificios de diseños únicos iluminado de distintos tonos, el mismo paisaje desalentador, el mismo podrido lugar, ahí en el infierno.

—Bueno, parece que hoy está siendo una linda mañana —sonrió como si nada—. ¿Qué te parece Fat Nuggets?

Una semana más...

Había pasado un mes y medio desde que se mudo al hotel, o mejor dicho, de esconderse en él. Pocos demonios se asomaban al establecimiento con la esperanza de poder ser redimidos, siguiendo el idealismo inocente de la princesa. Una tontería, absolutamente una tontería ¿Qué tan tonto debes ser para creer en ello?

Nada podría ser más absurdo.

—Necesito un baño —dijo caminando en dirección a su baño dejando a Fat Nuggets en el suelo, quien de todas maneras lo siguió.

~White Noise~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora