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Anahí llevaba casi dos meses viviendo en la casa de Alfonso. Habían aprendido a convivir muy rápidamente. Él iba todos los sábados a comer con su familia, algunas noches salían a cenar o iban a algunas fiestas a las que invitaban a Alfonso, dormían juntos todas las noches y a veces hasta hacían el amor durante horas, pero Anahí también echaba de menos su casa.

- ¿Podríamos ir a mi casa hoy? - dijo el domingo.
- ¿Para?
- Bueno... llevo sin ir casi dos meses, tendré correo... mi coche está ahí y me gustaría ver cómo está la casa en general.
- ¿Te parece bien después de comer? - Anahí asintió.

Cuando estaban llegando los nervios que hacía semanas que no sentía volvieron a relucir y Alfonso, que ahora la conocida demasiado bien, se dio cuenta.

- ¿Estás segura de esto? - dijo agarrando su mano cuando paró el coche frente a su puerta.
- Supongo que si - suspiró - me gustaría llevarme el coche esta vez.
- Me alegra saber que quieres volver a casa - sonrió Alfonso acariciando su mano - ¿vamos?

Lo primero que Anahí miró fue el correo, aunque le sorprendió lo poco que tenía. Suponía que todos los días le llegaría un periódico que no estaba por ninguna parte en el jardín, y el buzón tendría que estar lleno de revistas y facturas. Pero solo había un par de facturas y un par de revistas junto con tres o cuatro periódicos en el suelo. Pero no dijo nada, seguramente el cartero notó que no estaba y dejó de llevarle cosas. Abrió la puerta y los recuerdos invadieron su mente.

- Nunca podré regresar a esta casa - susurró más para ella misma que para Alfonso, pero él la escuchó.
- Te ayudaré a ponerla en venta si quieres - Anahí se giró y suavemente asintió.
- Quiero vaciarla hoy mismo.

Alfonso dudó un momento, pero después entendió que eso era importante para ella. Habló con su hermano y este le consiguió un camión de mudanza para meter todo lo que Anahí quisiese, además de alguna mano de obra que los ayudase con todo. Anahí empezó a indicar que quería llevarse y que quería tirar, vacío armarios y cajones que le quedaban llenos de ropa y los metió en su coche.

- ¿Crees que estoy exagerando? - miró a Alfonso - me enamoré de esta casa según la vi, pero ahora mismo solo puedo ver a Manuel toqueteando todo y acorralándome en cualquier rincón.

Alfonso la abrazó fuerte. Ese cabrón le había dejado una gran marca y por mucho que hiciese él, sentía que jamás podría borrarla. Cuando terminaron todo Alfonso dio una dirección a los chicos para que llevasen a su casa los muebles, contaba con un gran trastero en el garaje de su casa en el que sabía que cabría todo y, al contar con dos plazas de aparcamiento no habría problema en dejar allí el coche de Anahí. Ella arrancó su coche y, aunque se sabía el camino, siguió a Alfonso hasta su casa, ya de noche. Cuando llegaron el camión ya estaba ahí, Alfonso abrió su trastero y los chicos, de forma muy organizada, empezaron a guardar los muebles con cuidado. Anahí subió sus cosas a casa con ayuda de otros dos y, cuando todo terminó, Alfonso subió con muchas ganas de darse una larga ducha.

- He pedido algo para cenar - le dijo Anahí cuando salió de la ducha - me moría de hambre - salió a la terraza y él, después de ponerse un pantalón de chándal, salió con ella.
- Yo también - dijo poniendo ambos brazos a los lados de Anahí, encerrándola entre la barandilla y su cuerpo.
- ¿Me he precipitado? - Alfonso veía temor en sus ojos.
- Has hecho lo que sentías. Ese imbécil no va a tocarte un pelo Anahí.
- Siento que te he invadido - bajo la mirada pero Alfonso hizo que la levantase.
- Yo no me siento invadido - sonrió de lado - me gusta mucho tenerte aquí - Anahí asintió con cuidado - ya sabes lo que siento Annie...

La puerta sonó y Anahí se escabulló para dejar entrar a la cena. Anahí sonrió pidiendo disculpas y, cuando dejaron todo en la mesa Alfonso abrió mucho los ojos.

-¿Pensabas invitar a todos a cenar? - dijo riéndose.
- No, bueno... tenía hambre y todo sonaba delicioso...

Alfonso rió mientras se sentaba al lado de Anahí y le daba un corto beso en los labios. No eran novios, pero él sentía que si. Anahí sonrió acurrucándose un poco contra él y después comenzaron a comer. Recogieron todo lo que sobró guardándolo para otro día, seguramente tendrían comida para toda la semana. Se fueron a la cama y pusieron una película. Sabía que Alfonso se dormiría al poco de empezarla, pero ella podría terminarla y después dormirse. Pero no fue así. Anahí estuvo mirando a Alfonso dormir durante un rato en vez de prestar atención a la película y se asustó cuando su móvil vibró sobre la mesa.

No te relajes mucho muñeca... las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana...

Era de un número desconocido, pero ella sabía muy bien de quién era ese mensaje. Dejó caer en móvil como si ardiese y Alfonso se despertó sobresaltado.

- ¿Estás bien? - dijo con la voz ronca - ¿ha pasado algo? - se giró hacia ella apoyando su codo en el colchón para incorporarse un poco pero aún tenía los ojos entornados.
- No, lo... lo siento - empezó a tartamudear - yo... esto... se... el móvil...
- ¿Qué tienes? - se acercó más a ella, como examinándola.
- No, nada, no. Solo. Caí el móvil al suelo. Si, eso es todo. Duérmete Alfonso, no pasa nada.

Anahí suspiró aliviada cuando vio que Alfonso se volvía a acostar en la oscuridad, pero de pronto se giró hacia el otro lado y encendió la luz para mirarla claramente.

- Ahora la verdad - exigió - Annie, te conozco. Llevas casi dos meses sin llamarme Alfonso. Y ahora te ha salido solo ¿Qué pasa?

Anahí resopló, sabía que la había pillado. Era muy mala mintiendo y más cuando se ponía nerviosa o algo le hacía mal. Dudó unos segundos, bajo los ojos observadores de Alfonso que no le quitaban atención a cada movimiento que hacía. Al final terminó desbloqueando su teléfono y enseñándole el mensaje que había recibido.

- Ese hijo de...
- No me hará nada, solo quiere asustarme. Lo sé. No sería capaz.
- Anahí, casi te mata. Puede ser capaz de cualquier cosa.

Sálvame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora