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Cuando Alfonso abrió los ojos a la mañana siguiente le dolía la cabeza. Había pasado toda la noche pensando en lo que Anahí le había contado y, cuando había conseguido dormirse, las imágenes habían entrado en sus sueño como si él hubiese estado allí pero no pudiese hacer nada porque estaba atado de pies y manos. Decidió darse una larga y caliente ducha para intentar despejar su mente y después salió a desayunar. Estaba deseando encontrarse lo Anahí, pero no había ni rastro de ella en la cafetería. Subió después a su habitación, golpeó la puerta, pero nadie le abrió y al poner la oreja pegada a la madera no escuchó ningún movimiento. ¿Habría salido?

Dulce
No puedes estar todo el día metida en la cama Annie... sal, ya le has contado el problema, pero no le has dejado hablar

Anahí
No puedo hacerlo, no ahora... sólo quiero esconderme aquí y volver a casa, os necesito

Dulce
Annie, acabas de decirme que ha ido a tocar tu puerta, creo que él te necesita a ti, no lo hagas más difícil

Pero Anahí no contestó a su hermana. No quería hacer mucho ruido, no sabía si Alfonso se había ido ya o insistiría un poco más en un rato. Se movió un poco en la cama, cerrando los ojos, pero la claridad que entraba por los cristales no le dejaba dormir. Se levantó sigilosamente y salió de nuevo a la terraza, sentándose en el mismo sitio que anoche. Se puso sus auriculares y decidió escuchar algo de música para distraerse.

- Verá - dijo Alfonso en recepción - ¿sabe si la huésped Anahí Puente ha salido? Es mi compañera de trabajo y no consigo localizarla por ninguna parte.
- Mmmm su habitación está encendida, así que si ha salido, lo ha hecho sin la tarjeta - el empleado se encogió de hombros.
- ¿Podría facilitarme una tarjeta a mi?
- Yo... - el chico dudó - se supone que no puedo señor, lo siento...
- Pero venimos juntos. Aunque tengamos diferentes habitaciones...

El muchacho fue a preguntar a un supervisor que podía hacer al respecto. Estaba seguro que Anahí no se había olvidado de su tarjeta, nunca olvidaba nada. Le estaba intentando evitar, lo sabía.

- Por suerte si nos está permitido, por ser una reserva a través de la misma empresa.
- Gracias - dijo sonriente ya con la tarjeta en la mano.

estaba satisfecho. Aunque, una vez en el ascensor le pareció algo precipitado. Puede que tal vez no le hubiese escuchado llamar, o que de verdad se hubiese ido. Cuando las puertas se abrieron en su planta dudó jugando con la nueva tarjeta en sus dedos. Suspiró pesadamente frente a la puerta. Cerró los ojos unos segundos. No sabía cómo se lo tomaría Anahí, pero tenía que hacerlo. Abrió la puerta y, Antea de entrar saludó con un «hola» que no había obtenido ninguna respuesta. Volvió a suspirar y después de entrar cerró la puerta. Camino despacio por la habitación, la cama deshecha, ropa en la silla perfectamente colocada y, lo que le llamó la atención, la puerta de la terraza abierta. Fue hacía allí y cuando llegó a la puerta la vio, acurrucada en la misma posición que ayer, con el nórdico cubriéndola casi por completo, los ojos cerrados y unos auriculares puesto. No le había escuchado llamar. Pero ¿cuánto tiempo llevaba ahí? Se acercó lentamente a ella y le tocó con cuidado la cabeza haciendo que se asustase un poco hasta verle.

- ¿Qué haces aquí? - miró hacia todos los lados quitándose los auriculares - ¿cómo has entrado?
- Lo siento. No pretendía asustarte... no te he visto en todo el día y estaba preocupado.
- No son ni las diez Alfonso...
- Lo sé, pero... no te he visto en el desayuno, y nunca te lo has perdido.
- No tenía hambre - mintió un poco, se había comido un par de las barritas que hacía traído por si acaso le entraba hambre durante la noche.
- Bueno, luego vine a tocar la puerta y no contestabas.
- No lo escuché - volvió a mentir, había salido aquí a ponerse música por eso.
- Lo sé - sonrió un poco - ¿cómo estás?
- Bien.

Anahí estaba confundida. Alfonso se estaba tomando demasiadas molestias para estar con ella. Por una parte le conmovía, pero por otra le asustaba.

- No me has contestado.
- ¿Qué?
- Como has llegado aquí.
- Me han dado una tarjeta abajo - Anahí abrió mucho los ojos - les dije que estaba preocupado por ti...
- Bueno, ya has comprobado que no hay nada de que preocuparse.
- Sal conmigo.
- ¿Perdona? - el corazón de Anahí se aceleró.
- Hoy. Cámbiate, ven conmigo, vayamos a pasear por la ciudad...

Al principio dudó un poco. Pero no conocía la ciudad y tampoco quería pasarse lo que quedaba de viaje encerrada en la habitación.

- Está bien, pero con una condición - Alfonso la miró divertido.
- Lo que sea - dijo no muy seguro.
- Devuélveme esa tarjeta - Anahi extendió la mano - y sal de mi habitación en lo que me cambio.

Media hora después Anahí se reunió con Alfonso en el hall del hotel. El recepcionista sonrió al ver a Anahí, tranquilo de que su huésped hubiese estado bien, y vio como ambos se encontraban y se sonreían. Alfonso atrapó la mano de Anahí con la suya, sorprendiéndola, y los dos salieron a la calle para descubrir la ciudad. Era una pequeña ciudad pero era muy acogedora. Tenía miles de parques y paseos preciosos, y el estar cerca del mar lo hacía un lugar casi mágico. Cuando se quiso dar cuenta a Anahí le sonaban las tripas, cosa que hizo reír a Alfonso.

- Vayamos a comer algo - dijo divertido y Anahí asintió.

El resto del día lo pasaron juntos de un lado a otro. No habían hablado del tema de anoche, Anahí lo agradeció, no quería que el día se estropease. Además, Alfonso había estado todo el día pendiente de ella, cumpliéndole todos sus deseos. Bueno, todos no. Ella quería que la volviese a besar, que la hiciese olvidar todo igual que la otra noche. Pero no estaba segura de ser ella capaz de dar el primer paso. Sus manos habían estado todo el día entrelazadas, y cualquiera que los viese podría pensar que eran una pareja enamorada perdiéndose por las calles y descubriendo cada rincón.

Sálvame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora