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|Siempre cumplo mis promesas|

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Era viernes.

Sabía lo que eso significaba, oficialmente tenía la mayoría de edad, y me encontraba encerrado en un correccional. Ni siquiera tenía ánimos de levantarme, Sam intento que al menos fuera por mi desayuno pero me negué rotundamente.

Estaba harto. Solo quería desaparecer y así ya no tener que lidiar con toda esa mierda. Pero es en esos momentos, cuando sentimos que no podemos más, que una pequeña luz aparece, y nos brinda esperanza.

—Asher Phillips, levántate. Han venido por ti.

No podía creer lo que el hombre uniformado me decía, algo en mi interior se encendió al saber que Violeta había ido a buscarme. O al menos eso era lo que creía. El oficial me llevó fuera del área de celdas, de vuelta a la recepción donde estuve la noche en que llegué, las esposas me fueron retiradas para poder llenar el formulario de retiro.

Escaneé el lugar en busca de mi madre, pero ella no estaba. Me sentí como un idiota por esperar algo bueno de su parte. El resentimiento fue sustituido por desconcierto al ver a Dash a unos pasos de mi. Un chico de ojos azules estaba a su lado, tenían cierto parecido por lo que supuse que debían tener algún parentesco; terminé de llenar los papeles y me acerqué a ella.

—Siempre cumplo mis promesas Asher —afirmó con una sonrisa—. Te dije que te haría tragar tus palabras, ¿que se siente, eh?

Reí, aún en shock. Simplemente no podía creerlo, una extraña acababa de darme el mejor regalo de cumpleaños. Mi libertad.

—Se siente bien, muy bien —nuestras miradas se encontraron—, gracias Dash, gracias. Prometo que voy a pagarte.

—No tienes que hacerlo, yo...

Un carraspeo interrumpió nuestro momento.

—Debo irme, en una hora tengo clases —habló el castaño a su lado. Ella asintió despidiéndose de él.

—¿Te llevo a tu casa? —indagó mirándome de reojo mientras caminábamos hacía el estacionamiento.

—No. Puedo irme solo, no es necesario. Ya has hecho mucho por mí —hablé apresuradamente.

No quería volver, no todavía. Necesitaba distraerme un poco.

—No quieres ir tu casa —mi silencio fue su respuesta—, tranquilo, te llevaré a la mía.

Abrió la puerta de un lujoso auto rojo y me miró unos segundos en los que dude si subirme o no. Al final terminé cediendo.

—Sigo pensando que estás loca, ¿por qué llevar a un extraño a tu casa? ¿Cómo sabes que no soy un asesino? ¿O que voy robarte?

—¿Sabías que cuando estás nervioso hablas mucho? —expuso poniendo en marcha el coche.

—¿Por qué haces esto? —mi tono era bajo, casi suplicante.

—Ya te lo dije, quiero hacerte compañía. Nadie debería estar solo.

—A veces la soledad es nuestra mejor compañera —murmure mirando por la ventana—, no sé quien eres, ni que quieres a cambio de lo que estás haciendo —fije mis ojos en ella—, pero prefiero estar solo.

—¿Por qué? —me devolvió la mirada un segundo antes de fijarla nuevamente en la carretera.

—Porque así no corro el riesgo de que alguien más me decepcione.

Ambos permanecimos en silencio unos segundos, hasta que el semáforo volvió a estar en verde.

—Haré que cambies de opinión —expuso decidida—. Es una promesa Asher, y yo nunca fallo a mis promesas.

Asher y DashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora