|5|

120 11 2
                                    

|Todo es mejor si estás acompañado|

.
.
.

Mis pasos eran lo único que se escuchaba mientras me acercaba al lugar acordado, debí tomar un autobús y caminar unas calles para poder llegar. El mirador solía ser una zona concurrida por las parejas para ver el atardecer en un auto y luego tener sexo, pero luego pasó a un segundo plano. Nadie visitaba el lugar, aunque la vista seguía siendo hermosa.

—Viniste —musito al verme a su lado.

Su cabello estaba suelto de modo que ocultada el área rapada. Aún no sabía quién era ella, pero eso no me impidió darme cuenta que su actitud era diferente.

—¿Donde quedaron los comentarios sarcásticos y las respuestas demandantes? —indague sentándome sobre el césped.

Un atisbo de sonrisa surco su rostro.

—¿Donde quedó tu actitud fría y distante? —respondió con otra pregunta.

Chica astuta.

No dije nada, sentí que no era necesario. El silencio entre ambos era cómodo, a pesar de ser dos extraños. Observé como el sol se ocultaba dando paso a una maravillosa explosión de colores: naranja, amarillo y rosa mezclados, formando un hermoso atardecer.

—¿Por qué querías que viniera? —empezaba a dudar que fuese para saldar mi deuda.

Se encogió de hombros sin mirarme, su vista permanecía fija en el cielo.

—No lo sé, tal vez necesitaba compañía.

—¿Pero... porqué yo?

Esta vez me miro, y deseé que no lo hubiese hecho por que sentí la necesidad de admirar sus ojos.

—Deja de intentar encontrarle una respuesta a todo Asher, hay cosas que solo suceden y ya —se levanto y tomo su mochila. Creí que se iría, pero no fue así—, ¿vienes o no?

No tuve otra opción que seguirla. Ya estaba ahí y lo menos que quería era volver a casa. Bajamos la colina sin musitar palabra, no tenía idea de a donde íbamos hasta que nos detuvimos dos calles después, frente a un pequeño super mercado. Dash tomó una botella de vodka y algunas frituras.

—Puedo ayudarte a pagar —ofrecí.

—No es necesario, mis padres no van a morirse por unos treinta dólares —refutó entregándole el dinero a la chica de la caja.

Luego de eso volvimos al mirador.

—Bebe conmigo —pidió, pero sonó más como una orden—... no aceptaré un no por respuesta. Prometiste hacer todo lo que yo quisiera.

Acepte sabiendo que negarme solo sería una pérdida de tiempo. Nos sentamos en el pasto y bebimos vodka mientras contemplabamos las estrellas. Ella necesitaba compañía, y yo necesitaba olvidarme un rato de todo.

—¿No deberías estar en tu casa? —di un sorbo a la botella antes de pasársela.

—Es el último lugar en el que quiero estar ahora —murmuró con una risa seca.

—Te entiendo —solté sin pensar, y al instante me arrepentí de decirlo. No podía confiar en ella.

Pero Dash no me interrogó, no hizo preguntas incómodas. Ella solo sonrió. Volviendo a ser la misma chica que conocí en el correccional.

—Brindemos por eso —dio un largo trago—, brindemos porque cualquier lugar es mejor que estar en casa. Y porque es mucho mejor si estás acompañado. Todo es mejor si estás acompañado —me guiño un ojo divertida.

Tome la botella y bebí.

—Brindemos —respondí con una sonrisa.

El alcohol nos relajó a ambos esa noche, por un momento dejo de importarme todo y solo quise concentrarme en las risas de Dash.

—Sabes, ¡odio a mis padres! —exclamó entre risas— Creen que el dinero puede comprarlo todo, ¡incluso mi felicidad!

Reconozco que estaba algo ebrio, pero no voy a mentirte, al escucharla me sentí con la suficiente valentía para revelarle parte de mi vida.

—Odio a mi madre —balbucee—... ni siquiera sabía que estaba en un maldito correccional.

Sentí que me quitaba un peso de encima al decirlo, pero al mismo tiempo era como si estuviese viendo dentro de mi, y eso me aterro.

—Nuestros padres son una mierda Asher.

Dash parecía leer mi mente pues con ese simple comentario consiguió acallar mi inseguridad.

—Sí, lo son —afirmé.

Nuestras miradas conectaron y ninguno fue capaz de apartarla por unos segundos.

—Quiero bailar —soltó de la nada.

—¿Qué?...

—¡Que quiero bailar!

La rubia buscó algo en su mochila, era su teléfono. Estaba tan concentrada en el que me permití detallarla, llevaba puesto un suéter negro y unos jeans con zapatos deportivos. Se había recogido el cabello en un moño alto, resaltando aún más las facciones de su rostro.

—¡Aquí esta! —una melodía pegajosa comenzó a reproducirse y de inmediato supe que canción era— Ven, bailemos —tomo mis manos obligándome a ponerme se pie.

Una pequeña risa escapó de sus labios mientras nos hacia dar vueltas.

—¿Blinding Lights? No pareces el tipo de chica que escucharía a The Weeknd.

—No sabes nada de mi Asher.

Sus manos se movieron alocadamente de un lado a otro sin soltar las mías. Nuestros pasos torpes eran opacados por nuestras risas, ambos sabíamos que estábamos haciendo el ridículo, pero solo nos enfocamos en disfrutar de la canción.

—Tú tampoco.

—Entonces déjame conocerte. Y yo te permitiré conocerme —susurró como si alguien más pudiese escucharnos.

Me separé un poco para hacerla girar, y  gracias a la poca luz que nos alumbraba, noté una pequeña figura a un costado de su cuello.

—¿Qué es? —mi curiosidad fue mayor y no pude evitar preguntar. Señalé su cuello y Dash lo comprendió.

—Una mariposa, dos en realidad —se dio vuelta dejándome ver su espalda, aparte un poco la capucha del suéter para poder ver la tinta plasmada en su piel. Dos pequeñas y delicadas mariposas.

Mis dedos se atrevieron a tocarlas pero al instante en que mi piel hizo contacto con la suya Dash se apartó.

—Tus dedos... están fríos —mencionó, y entonces fue como si despertase de un trance. ¿Por qué había hecho eso?

La rubia detuvo la música y tomó las bolsas de frituras, me tendió una.

—¿Como volverás a tu casa? —demando llevándose una fritura a la boca.

—Pues, en autobús —respondí como si fuese lo más obvio del mundo.

—Nop, el último autobús pasó hace mucho.

Si lo ves desde otro punto de vista resultaba gracioso que intentaramos tener una conversación seria estando ebrios. Mi boca se abrió en sorpresa y ella rio por mi gesto.

—Quédate conmigo.

Dash era impredecible, podía decir cualquier cosa en el momento menos esperado y dejarte sin palabras, era algo a lo que me acostumbraría poco a poco.

—¿Ya te he dicho que estás loca, rubia? —bufé entre risas.

—Desde el primer día en que nos conocimos —habló divertida.

Asher y DashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora