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|Recordar el pasado a veces es necesario|

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Decidí optar por universidades en Miami pues mi padre nació allí. Y aunque ya no tenía familiares en dicha ciudad —según tenía entendido mis abuelos habían fallecido, y no sabía absolutamente nada de la hermana de papá—, en cierto modo quería estar cerca de él, recorrer las mismas calles en las que estuvo alguna vez. Lo necesitaba.

Necesitaba encontrarme a mi mismo.

Pasé el resto de la tarde enviando solicitudes a diferentes universidades de Miami, y como segunda opción en caso de que no me aceptaran, a Nueva York.

Violeta llegó a casa para la cena, se veía feliz... sin mí. Intento hablarme pero solo la ignoré, tome la caja de pizza que había pedido por delivery, y mi bebida para luego encerrarme en mi habitación.

Allí, mientras comía en silencio, y era rodeado por las sombras ocultas en las paredes, que se empeñaban en recordarme que no valía nada, me sentí de nuevo como el chico tímido de doce años que fui hace un tiempo; aquel que no sabía porqué debía quedarse solo en la noche, o, a donde iba su madre mientras creía que él dormía.

Perdí el apetito al recordar aquellos momentos, odiaba rememorar el pasado, de hecho aún me cuesta hacerlo. Busque algo para calmar mi tensión en la mesa de noche, encontré un porro de marihuana cuya existencia había olvidado y lo encedí.

Cerré los ojos.

Inhale.

Retuve el humo durante unos segundos.

Exhale.

Volví a abrir mis ojos, encontrándome con una versión más joven de mí. Las luces estaban encendidas, sostenía un libro entre sus manos y su cuerpo descansaba en la alfombra con los pies sobre la cama, a centímetros de mí.

Solía leer para olvidar mis miedos, para escapar de la realidad, porque a través de las páginas podía ser lo que quisiera, y nadie iba a juzgarme.

Hacía mucho no leía.

Me había alejado de mi escape.

¿En qué momento cambié tanto? ¿En qué momento dejé de hacer las cosas que me gustaban?... ¿En qué momento dejé de ser yo?

Tenía las respuestas a cada una de mis preguntas, y reconozco que me odié un poco por ello; cambié, me amolde a los estándares de las personas a mi alrededor porque era la única forma de sobrevivir, acepte ir por el dinero fácil, aún cuando tenía otras posibilidades.

«—Asher, he hablado con uno de mis contactos —la profesora Liz, de historia, me regaló una sonrisa—, les mostré tus calificaciones y están encantados. Quieren entrevistarte para la posibilidad de obtener una beca.

Miré a mi alrededor, a unos metros se encontraban los chicos de Oráculo, me observaban y murmuraban entre sí.

—Lo siento, no estoy interesado.

—Pero Asher, creí que...

—Ya dije que no estoy interesado.»

Fui un completo idiota.

Tal vez las cosas habrían sido diferentes de haber aceptado la propuesta... nunca lo sabré.


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Desperté gracias al sonido de la alarma, eran las siete y debía estar en la pastelería a las ocho y media. Mi primer día en un empleo de verdad.

Asher y DashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora