1- inocencia robada

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9 años atrás

06 junio

—¡Feliz cumpleaños número nueve! —exclamaron todos sorprendiéndome y sonreí emocionada mientras lágrimas me tomaron de sorpresa.

Todos estaban ahí conmigo, mis amiguitos del colegio,  mi mejor amiga Diana,  mis padres, mis tíos y primos e incluso mi abuelito.

Los abracé a todos con suma felicidad,  siempre me sorprendían en cada cumpleaños o me llevaban a un lugar bonito como Disneylandia.

Desde pequeña  siempre tuve la dicha de que mis padres me complacieran en todo,  siempre estaban para mi, cuando hice de la virgen María en kínder, me tomaron muchas fotos, cuando hice mis obras de teatro como una hermosa princesa de cuentos, estaban ahí.

Mi papá trabajaba mucho pero siempre me complacía en todo y me brindaba atención, mi madre también, no me faltaba amor.

Cómo ven nací un 6 de junio  y si mi año de nacimiento tuviese un seis, fuese perfecto para ser la elegida del demonio.

Pero seguiré contando porque una niña como lo fui yo, no pensaba en esas cosas malas. Yo era fiel devota de Dios, iba a la iglesia católica y hasta me bautizaron sin avisarme, cómo dice Ricardo Arjona. 

Pero algo nunca podría estar tan perfecto en la vida de una persona, no en la mía como yo pensé. Ser una niña e imaginar tu vida futura a la perfección como cualquier otra niña que sueñe con ser profesional, conocer al príncipe soñado, casarse y tener una familia.

No sé si otras niñas hayan pensado similar a mi pero era mi ilusión, sólo que viví en una burbuja sin percatarme que algo no andaba bien.  Y que alguien tarde o temprano rompería esa burbuja y destruiría mis sueños.

¿Saben en donde todo fallaba y mi inocencia no me dejó verlo? 

Falló cuando mi tío me cargaba y sus manos presionaban mis piernas descaradamente.

Falló cuando acariciaba mi mejilla e “ inocentemente “ besaba mi boca con la excusa de que es de “cariño”.

Falló en mi cumpleaños número nueve, mientras yo  dormía el entrar a mi habitación y poner sus manos en mi cuerpo y al abrir los ojos fingir que solo me despertaba para decirme «buenas noches».

Dejarme llorando sin saber que pasaba. 

Falló cuando mi desarrollo había llegado mucho antes de lo esperado obligando a mi cuerpo a entrar la pubertad con tan solo nueve años,  en donde mis senos empezaban a formarme con una pequeña bolita que me preocupaba sin saber que era normal. En donde el periodo llegó  manchando mi ropa delante de una multitud en la escuela.

Y que todos se burlaran de mi y me hicieran bullying no se comparaba cómo cuando le hice una pregunta a mi mamá:

—Mami, ¿por qué estoy sangrando? 

Y que ella me diga:

—Ya llamé a tu tía para que te explique, porque yo no sé mucho sobre eso.

Por Dios madre, se supones que a ti te daba la maldita regla, debías saberlo, debías hablarlo conmigo, debías hablarme de sexo como las tantas veces  que de la escuela me decían que te preguntara sobre que era el sexo y  tú decías: tú tía te explicará.

Falló en un 24 de diciembre cuando la familia se reunió y mi tío que siendo un hombre de cuarenta años, casado y con dos hijas, no dejaba de mirarme con esa cara de maldad, mirando mis piernas y mi trasero.

Frotándose sobre mi culo cuando yo estaba en la cocina con la excusa de que solo intentaba alcanzar un vaso.  Y no aguanté más, entendí que no era normal, que desde pequeña él siempre había estado ahí morboseando mi cuerpo y tocándome sin descaro alguno,  y no pude más, la ira se apoderó de mi y lo grité.

La DiablaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora