7- encarceladas

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Abro los ojos sintiendo muchísimo frío,  siento mis huesos congelados.   Miro en donde me encuentro y me pregunto:  ¿cómo carajo me quedé dormida en el baño? 

Repaso lo que sucedió y me doy cuenta que me quedé dormida despues de llorar lágrimas de sangre.   Miro mis piernas,  están marcadas con mis rasguños y mis brazos también.  Siento dolor en mi cuerpo y en mi pelvis también. 

Mierda,  no debo seguir así.  Ésto no fue divertido,  fue horrible.   Violada dos veces,  es lo peor que le puede pasar a una mujer. 

Quizás piensen que es que yo provoco todo por lo que hago,  y es cierto,  tienen razón,  provoco mucho lo que quiero,  lo que deseo entre mis piernas y odio cuando hacen las cosas sin mi consentimiento.   ¿Qué le costaba ser como Xavier? 

Ese chico no se quejó de mi trato,  más bien lo disfrutó.   Además de que le permití dominarme y le pedí que me tratara como su sumisa. 

Pero yo así lo quise,  yo se lo pedí.  En cambio ese maldito bastardo de Dylan lo hizo a propósito,  a sabiendas de que yo me negaba,  de que me cansé de decirle que "no",  y aún así arremetió contra mi cuerpo sin importarle el daño que me causaba sus embestidas. 

Eso es violación.  Ahí es donde radica la diferencia de querer y no querer,  y es obvio que yo no quería ser forzada. 

Una mujer tiene el poder de decidir sobre su cuerpo,  sobre ella misma,  de si querer entregarse o no querer.  De hacer lo que quiera sin importar el que dirán,  pero siempre habrá un patán que te lleve la contraria y te trate peor que un animal en cautiverio. 

Y no saben cuanto odio eso.  Cuanto odio ésta maldita sociedad de mierda.  Todo está sucediendo ante nuestros ojos y nadie quiere ver lo que se esconde o lo que está a la vista. 

Pero yo si lo veo porque a pesar de mi corta edad tengo mi mente muy abierta y observo todo lo que se mueve al alrededor.  ¿Cómo no pude darme cuenta del chico que elegí ésta noche? 

Me hace odiarme a mi misma nuevamente.  A sentirme sucia.  Me asquea volver a sentir otra polla dentro de mí.  Espero no mantener ésta mentalidad por siempre,  porque de ser así seré asexual. 

Me miro al espejo con todo el maquillaje regado,  el delineador se ha corrido y estoy espantosa.    Camino un poco coja porque me duele las piernas,  la posición que tenía en la bañera no fue nada cómoda. 

Llego a la habitación y veo a las bellas durmientes como que nada ocurre,  durmiendo abrazadas y feliz porque fueron bien folladas,  mientras que yo me llevo lo peor. 

Camino hasta mi teléfono que está en el piso y miro la hora. 

—Maldición.

Ya ha amanecido,  son la ocho de la mañana.  Nos van a matar,  eso es seguro.  Moriré encerrada en un manicomio o peor aún,  en un calabozo sin poder salir. 

Deben estar buscandonos por doquier y mis señores padres deben tener otro dolor de cabeza,  pero siendo realista,  no quiero volver a ellos.  Debo cambiar un poco,  aunque sea un tiempo.  Estar tranquila y dejar de hacer tantos problemas para llamar la atención,  después de todo en el Instituto no me han tratado mal,  a excepción de esa bruja María,  esa si es una perra. 

En fin,  los demás me lo paso por el culo,  y al ese vejete maldito que escuché hablando mientras dormía,  se puede morir y quemarse en el infierno.  Porque a mi nadie me dirá que es mentira lo que pienso,  es obvio que es un cochino. 

—¡Estupidas,  despierten!  —grito y se remueven como si no escucharan.  

Enciendo todas las luces y vuelvo a llamarlas,  pero no hacen caso.  Así que tomo dos latas de cerveza,  las destapo y se las derramo en la cara.

La DiablaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora