29-me deseas.

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Desde ahí Zoe temió por su vida, y de día tenía que acompañarla a llevarlo al hospital donde haría su labor. Para todos lados debía ir con ella.

Pero tres días sin ver a Steven, me mataba, y lo peor, es que su foto no me salía en su WhatsApp, creo que me eliminó. Y debe tener razones para hacerlo. Pero ahora que ya han terminado, tengo que hablar con  él seriamente.

Y después de llevar a Zoe a casa, salgo sin que se dé cuenta y manejo en mi auto hacia el apartamento de Steven, ¿cómo sé donde vive?

Pues simple, en sus redes puso fotos fuera del edificio y con el GPS, pude localizar el lugar.

Bajo del auto al estacionarme lejos, pues no hay donde hacerlo. Y sigo el rumbo hacia el edificio, pero... Como siempre hay un maldito "pero" La puerta está cerrada y veo algunos sistemas de micrófonos para cada apartamento.

¿Cual será el suyo?

El frío me está matando lentamente y aquí hay doce apartamentos.

Ni modo, inicio desde el uno.

Marco el timbre y una voz gruesa de algún anciano contesta.

—¿Quién  diablo molesta?

Sido con el número dos, y me contesta una mujer.

—¿Quién es?

—¿Está Steven?

—No, equivocada, idiota.

Giro los ojos.

—Pudrete.

Sigo con el 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10.

—Hola, ¿quien es?

Es su voz. Respira Karen.

—Hola, es Karen.

Se hizo silencio y eso me aturde.

—¿Qué quieres?

A ti, desnudo mejor.

—Hablar contigo.

—No tenemos nada de que hablar. Estoy enojado contigo.

—Lo sé, pero todo merece una explicación. Es importante, por favor.

Otro maldito silencio.

—No quiero verte, me mentiste, y de ti no lo esperé...

Maldición.

—Steven, no actué como un maldito chiquillo, las cosas no se resuelven así. Ya te dije que no tenía que ver con ella. Hablamos ésto adentro, anda que me muero de frío, y está lloviendo.

—No voy abrir. Vete.

—Bien, me quedaré a esperar aquí.

No recibo respuesta y me abrigo aficando mi culo sobre la pared. El agua  aumenta hasta mojarme y maldigo haber venido en minifaldas. Me abrigo  y me abrazo a mi misma.

Sólo quiero que él sepa que no estuve de acuerdo con ella y de todo lo que está sucediendo.

Y el maldito no abre la maldita puerta, pero para mi fortuna un muchacho con  un paraguas se acerca.

—Hola, ¿te quedaste fuera? —preguntó riendo.

—Si, se me quedó la llave. ¿Podrías dejarme entrar?

—Claro.

Él abre la puerta y entro finalmente. 

—Gracias. Eres un Ángel.

La DiablaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora