•°•° EPÍLOGO °•°•

259 33 9
                                        

Volvió a suspirar por décima vez, recordar todo lo que había pasado hace unos meses solo lo había conseguido poner más nervioso al ojimorado. Si bien prácticamente todo estaba resuelto...
Aunque siempre quedaba esa espinita, una que lo llena de culpabilidad y cierto temor... ¿Qué pasaba si sus compañeros lo dejaban? ¿Y si Rubius lo dejaba? Aun tenía ciertos secretos que no había contado -aunque eso era comprensible- y se avergüenza de sí mismo por no tener el valor suficiente si quiera para contarle a su pareja. La Hermandad había sido su culpa y Frank seguiría vivo si tan solo...

—¿Vege? –lo llamó una conocida voz, no merecía a sus amigos

—Amor ¿Tas bien? –no lo merecía a él

—Si, solo estaba pensando...en que me ustedes me debes una cena –dijo para ocultar con facilidad su preocupación por una sonrisa, una un tanto burlona.

—¡Pero yo te cociné ayer!

—Eso es cierto, aunque casi quema la comida –habló Auron a su lado

—¡Hey!, no es mi culpa que justo los demás llegaran y tuviera que irme de la cocina para abrirles la puerta

Rio– Te doy un diez por el esfuerzo, pero aun así no cuenta

—Joder, okey, cuando regresemos del pasado te pagaré la cena

—¿Así?

—¡Ci! Pero tú pagarás el postre

—Vale –contestó entre risas

Conversaron un rato más sobre lo que harían cuando volvieran a la normalidad, entre bromas y anécdotas el doctor los llamó junto a sus asistentes, eso solo significaba una cosa: Era el momento de subir a la máquina.

Todos estaban con los nervios de punta, la valentía que tenían en un principio se esfumo apenas llegaron. No era muy grande, pero lo suficiente para que cupieran los diez; la apariencia desde fuera era extraño e imponente, como toda maquina nueva e innovadora llamaba mucho la atención, pero al estar dentro...ni siquiera estando tan cerca del agujero negro habian sentido toda esa adrenalina y temor, que combinados daban una sensación que hasta les dolía la cabeza.
Estaba iluminado, las paredes hechas de titanio, unos cristales reforzases que permitían ver al exterior; en el centro, el núcleo, los científicos ya habían colocado el Reloj de Arena Antiguo que lograron rescatar horas antes, estaba protegido, debían saltar para activarla maquina y regresar a sus lugares, un tanto extraño mas no comentaron al respecto. Cuatro asientos en cada lateral de la nave, dos al frente de la fuerte y una pequeña sala de controles.
Estaban a tres pasos del objetivo, que con ello podrían detener todo el caos que se estaba armando allí afuera; si no se apresuraban La Cosa llegaría hasta su posición arruinando toda posibilidad de enmendar el daño, no podían fallar, tenían que seguir el plan al pie de la letra las instrucciones. Hasta el más mínimo error seria una gran liada, el tiempo no es algo con lo que debas jugar, tal vez no puedan cambiar sus pasados en si, pero podrían enmendar ese momento, o ese era la misión. Todo Karmaland confía en ellos, con ese peso de responsabilidad que cargaban en los hombros, Tomados de la mano, haciendo de cierta forma sentirse más seguros se miraron mutuamente, una escena parecida horas antes de la caída del meteorito. Suspiraron para sus adentros y tomaron una decisión.

Era ahora o nunca.

Con una brisa de motivación se impulsaron a la vez y saltaron.
El primer impulso fue gritar, y era normal, pues tremendo susto de llevaron cuando estuvieron unos momentos en el aire cuando la gravedad y la máquina empezó a funcionar,  una voz robótica que provenía de unos parlantes ocultos decía una cuenta regresiva. Sabían que significaba, todos empezaron a repetir lo que decía.
.

Secrets [Premios Karmaland 2020]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora