Capítulo 12

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Namjoon se echó hacia atrás hasta que llego a su silla de nuevo y con mucho cuidado se sentó

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Namjoon se echó hacia atrás hasta que llego a su silla de nuevo y con mucho cuidado se sentó. Entonces se quedó rígido.

   Adeline reconoció esa expresión. Namjoon tenía el teléfono en modo vibrador y acababa de vibrar.

- Esta bien. Responde la llamada.

   El rubio sacó el teléfono de su bolsillo y contestó.

- ¿Qué? – escuchó y asintió. – Muy bien. No. Si… estupendo. Hazlo ahora ¿de acuerdo?

   Estaba hablando por teléfono pero sus ojos estaban clavados sobre los miel  de Adeline. Lo que vio en sus ojos no era bueno. Su declaración lo había tomado por sorpresa y no había sido bien aceptada.

- Muy bien. Estupendo.

   Finalizó la llamada y cerró su móvil para guardarlo nuevamente. Después sacudió la cabeza.

- Lo siento.

- No hay problema.

   Porque en realidad no había sido un problema que contestara la llamada. Pero el que fuera a su habitación y ella se le declarara… la expresión de su cara en aquel momento… “problema” era una palabra muy pequeña.

   ¿Qué pasaría después? Adeline sentía que le iba a dar un ataque de nervios si seguían solo viéndose. Quería salir corriendo a toda prisa.

- Oh por dios.

   Susurró la pelinegra con tristeza y se preguntó que podía hacer ahora.

- Adeline ¿Qué puedo decirte? No sabía nada.

- Si, ya me doy cuenta.

- Sinceramente, no sé que decir.

- También eso es evidente.

   Hubo otro silencio enorme y deprimente. Fue la pelinegra quien lo rompió con una voz sorprendentemente calmada.

- ¿sabes? Nunca te había visto tan aterrorizado.

- Eso es ridículo. No estoy aterrorizado.

- Oh si, lo estas.

- No, no es cierto.

   Adeline estaba a punto de discutir otra vez pero lo pensó mejor. A ella le parecía que el Kim estaba bastante asustado, pero si no quería admitirlo estaba en su derecho.

- Namjoon, por favor, solo quiero saber si, bueno… quiero decir, si hay alguna posibilidad de que tú…

   El rubio levantó la mano para impedir que continuara.

- Adeline…

   Con solo su nombre fue suficiente. La forma en que lo dijo, tan cuidadosa… tan incomoda, le transmitió todo lo que necesitaba saber.

Amando a mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora