Capítulo 5

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— ¿Y bien?

Llevo como cinco minutos sentada en frente de mis padres en la sala. Luego de haber llegado del colegio me dijeron que quería hablar conmigo de algo importante. Y creo que tanto suspenso me pone más nerviosa. Ésta semana no he hecho ninguna estupidez  ¿No?

No es que suela cometer varias, si no nada más son cosas básicas.

— Hija queremos decirte algo importante— dice mi madre.

No me digas, no me había dado cuenta.

— ¿Pasó algo?

— De tu fiesta de 16 años— me retengo para no rodar los ojos.

¿Fiesta?

Les he dejado en claro desde que comenzó el año que no quería una. Sólo falta un mes, así que ellos piensan que deben darse prisa con los preparativos.

Oh, no.

— Si hija, estuvimos pensando con tu papá como podemos festejarlo.

— Podríamos hacerlo aquí e invitar a toda la familia.

— He pensado en un vestido dorado y lo mismo para la decoración.

— ¿Dorado?— digo confundida

— Si, para que de un toque de brillo.

Los dos sonreían ilusionados. Como si realmente pudiésemos actuar como una familia feliz.

Siento mis manos inquietas por los nervios y mi cabeza comienza a dolerme poco a poco.

— ¿De dónde sacaremos el dinero para costearlo?

— Pues tu mamá va a pedir un préstamo en su trabajo.

Sabía que mamá iba terminar costeando los gastos de la fiesta. Además que va costar un dineral y sólo va durar una noche. No quiero que se maten el lomo por algo que no quiero, prefiero que inviertan en otras cosas.

Trato de respirar bien pero siento que no puedo, algo me martiriza la mente sobre todo ésto.

— Les agradezco de todo corazón que hagan todo ésto, pero no quiero una fiesta.

Silencio sepulcral.

Se miran mutuamente impactados con lo que acabo de decir. No se porque se sorprenden, se los he dicho desde siempre.

— ¿Cómo?— papá pregunta.

— Ya tengo todo planeado hija— dice mamá molesta— ¿Acaso quieres que cancele todo?

Trato de lucir tranquila y decir con paciencia todo lo que tengo que decir.

— Pues antes de que hicieras todo eso, me hubieran preguntado, ¿no?

Bueno la paciencia se fue por la borda y mi enojo toma el control. Lo siento, Dios.

— Se supone que la que va estar de cumpleaños soy yo, al menos tengo derecho de decidir lo que voy a querer hacer ese día.

— Pero un día tan especial como ese, no debe pasar así de la nada.

Qué justificación.

— ¿Por qué no quieres una fiesta?

Mucha gente, seré el centro de atención, mucho ruido, mucho movimiento.

Papá recibe una llamada que supongo que es del trabajo y se aleja hacia la cocina. Mamá y yo nos quedamos solas.

— ¿Por qué no me regalan otra cosa?

— ¿Qué por ejemplo?

— Lo que quieran, menos la fiesta.

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