Samantha Ferrer.
Saber lidiar con las emociones y manejarlas es un privilegio que pocas personas tienen. Llegar al punto de tener pánico al sentir y querer sacar una mínima parte del sufrimiento que tienes te asfixia. Reprimir lo que sientes por años y vivir evadiendo la realidad de los problemas que tenía está comenzando a pasarme factura.
El nudo en la garganta no ha desaparecido, cada segundo después de esa noche ha sido una tortura. Tan mal estaba que no me di cuenta hasta que desperté en esa cama de hospital. La luz tenue de esa habitación me recalcó ese día que yo no estaba bien, también que al final siempre había estado sola porque la decepción que causó Jair me dejó más rota de lo que estaba.
— Traje alfajores de dulce de leche — mamá abre la puerta y se detiene en seco al verme sentada en la cama mirando un punto fijo.
— Está bien — escucho un suspiro de su parte y sus pasos se acercan hasta sentarse a lado mío.
— Sacar lo que sientes te va terminar por romper pero solo ahí sabrás unirte, Sam.
Llevaba aún puesto el uniforme de su trabajo. Al observarla noto que su rostro estaba más relajado, es como si fuese obvio que estuviese mejor después de todo. Es cuando miras a alguien y sientes que se ve más sana, con vida, con energía.
Papá también se veía así.
¿Qué me pasó a mi?
— No quiero esto.
— ¿Qué no quieres, hija?— apoya su mano en mi hombro y eso sólo me hizo sentir peor.
Sentí un peso en mi estómago, uno muy pesado que por un momento hizo que el aire se me estancara. Como si automáticamente mi cuerpo se sintiera cansado y no físicamente, sino un efecto secundario de cargar con la carga de mi mente.
— No...
Mi lengua se endurece...
Mis puños se aprietan...
Mi cabeza pesa...
No quiero estar aquí...
Quisiera dejar de pensar...
— Samantha.
— ¿Necesitas que te ayude en algo?— pregunto de una forma rápida para ver si me concentro en algo más que mis pensamientos.
Arruga sus cejas extrañada.
— No, compré la cena lista— me toca la cara — ¿Estás bien?
Asiento y me levanto de la cama. Ella imita mi acción y es cuando escuchamos el timbre de la casa sonar. Compartimos miradas porque a ésta hora sólo puede ser papá, tal vez quiere verme o necesita algo en especial.
— ¿Puedes abrir la puerta mientras me cambio de ropa?— musito un "Ajá" rápido para salir de mi habitación y caminar hacia la puerta principal.
Al abrirla me quedo paralizada porque de todas las visitas habidas y por haber nunca me imaginé esta. Siempre lo vi como una persona llena de orgullo y hoy en día como una figura egoísta, por ende, su presencia me deja con una piel de gallina que aún no supero.
— Hola, Samy.
— Qué tal.
Mamá se asoma por la sala para ver quien es y cuando nos ve parados cara a cara, sonríe ampliamente.
— Hola, Jair, ¿cómo estás?
— Bien señora, gracias, ¿usted?— saluda con mucho entusiasmo el pende...
— Muy bien. Samy no seas descortés e invítalo a pasar.
Me giro a mirarlo con una cara asesina para que pueda captar la indirecta y menos mal esta vez no es tan imbécil.
— No se preocupe, señora. Sólo quiero hablar con ella dos minutos y ya me voy.
La cara de mamá se estira llena de decepción y pone una cara tan triste que me hace mirar a ambos con una expresión de "¿qué ridiculez es ésta?"
— Que pena, los dejo solos entonces. Cuídate, muchacho.
— Igual usted, señora Monique.
Aprieto tan fuerte el pomo de la puerta para no agarrarlo de ese cabello de brócoli que tiene y lanzarlo por la ventana.
Aunque no tengo ventana.
Me mira con esa expresión tan seria que conocí desde hace años y me señala el pasillo que está fuera del apartamento para que podamos salir. Con mala cara obedezco y se cruza de brazos para mirarme desde esa altura de jirafa que tiene, arquea la ceja y se queda en silencio.
— ¿Esperas que hablé yo o qué?
— Que insoportable te has vuelto, por Dios— resopla con fastidio y mi cara se estira de sorpresa por la indignación.
¿Me acaba de decir...?
— Entonces no sé qué haces aquí entonces— me giro para volver a mi casa y me agarra del brazo, impidiéndolo.
Alerta metereológica.
Lluvia de meteoritos en el sistema nervioso.
Neuronas.
NO COLAPSEN PERRAS.
— No vine hasta aquí, no dejé mi orgullo para dejar que me te vayas nuevamente.
Resignada me giro de vuelta para mirarlo y Dios... esos ojos tan bonitos, tan tranquilos que hasta hoy en día me sigue pareciendo el reflejo de mi lugar seguro. A pesar de lo ocurrido siento que veo al Jair que nunca me dió la espalda cuando necesite ayuda y me sigo preguntando que mierda pasó.
¿De verdad todo su cariño no fue genuino?
¿O sólo estaba dolida porque no me amaba de la misma forma que yo a él?
— ¿Existe alguna bendita forma de que puedas perdonarme?— se lame los labios y mis ojos van directo a ellos.
Por ahí no, Samantha Ferrer Sosa.
— Mírame — exige y obedezco por inercia. Mi corazón comienza a latir más rápido y mis manos me cosquillean porque en realidad me dan ganas de besarlo— En serio no quiero que nuestra amistad se vaya a la mierda por un error que ya pagué.
— Basta con eso— intento mirar otra parte para no perder la concentración.
— Mírame, Samy— vuelve a exigir y trato de no hacer caso pero al final siempre me vuelvo débil antes él.
— Ya te había dicho que ya te perdoné pero...
— ¿Pero qué?, ¿ah?— se acerca más a mi y trato de alejarme. Me sorprendo cuando sus manos sostienen mi cara y me obliga a que lo mire fijamente.
— Que lo que mantenía nuestra amistad en la cima ya se rompió y ya cada uno debe seguir con su vida. Tienes muchos amigos y puedes fingir que no existo, listo, es sencillo.
— No es sencillo, es doloroso porque, no importa quien esté a mi lado, si tú no estás nada es lo mismo.
Trato de no soltar un suspiro porque voy a verme muy desesperada y lo último que quiero es perder la poca compostura que me queda.
— Samantha, mírame, deja de esquivar la maldita mirada— exige y trato de mirar su pecho porque el mi lado enamorado no puede volver a salir porque terminaré en el suelo nuevamente.
Él no me ama y yo no puedo cambiar eso. Haga lo que haga, eso seguirá igual.
— Admite que me sigues amando y eso te mata. Porque sabes que ambos somos esclavos de eso.
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Oh, shit.Bye.
Abrazo de pitón.
Johana Leiva.
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Mi Estabilidad ✔️
RomanceLos problemas familiares y sociales han destruido gran parte de los jóvenes. Las etapas de la adolescencia se torna complicada cuando la ansiedad, presión y peso de varias cosas recaen, provocando que la depresión se haga presente. ¿Quién lo sabe pe...