14- El espía encubierto

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„Todas las artes han producido maravillas. El arte de gobernar sólo ha producido monstruos“ — Mariano Azuela

PD: gracias por las más de 500 lecturas y los 100 votos❤. Se vienen tiempos oscuros jijiji.


El día volvía a estar nublado y las gotas de lluvia repiqueteaban en la ventana, cosa que me pareció extraña ya que jamás había escuchado ese sonido allí. Estuve algunos segundos patidifusa, pensando si aquello realmente estaba sucediendo y no era una especie de proyección.

Salí de la casa y me fui directo al patio, las gotas de agua empapaban mi cuerpo ¿Acaso habían mejorado la cúpula para que lloviese dentro? O tal vez se estaba desgastando ¿Eso era posible?

Comencé a caminar hacia las vías del tren con rapidez pero cuando di un par de pasos, caí al suelo de rodillas y la oscuridad me embriagó desde adentro. Comenzaba a percibir una extraña conexión entre ella y la lluvia.

Una bruma gris invadió mi campo visual, desde los bordes hacia el centro. Todo se volvió negro, sentí nauseas y una punzada en las sienes. Dos segundos más tarde me encontraba tendida en el suelo otra vez, cuando giré la cabeza volví a ver mi cadáver ensangrentado y me levanté aterrada.
Esta vez no veía la masa deforme por ningún sitio, sino que me encontraba en un cementerio con un laberinto de viejas lápidas brillantes por la luz de la luna y los árboles de ramas retorcidas se cernían sobre las mismas.

Aterrada, caminé hacia atrás y caí. Retrocedí buscando algo sólido a lo que sostenerme para volver a la realidad. Había aprendido que si uno se aferraba a algún detalle, era posible salir de su propia mente. Parecía una burla del destino, aquellas pesadillas acompañadas de alucinaciones o sueños que en realidad, no tenían nada de sueños.

Había aprendido por las malas que nadie podía dañarme tanto como mi propia mente, que ella era la cosa más poderosa y manipulable que había.

Parpadeé un par de veces intentando volver al mundo real, pero al abrir los ojos me encontré con algo que jamás creí que vería. Una pequeña niña de cabello largo y negro con un vestido de seda y flores que había confeccionado mi abuela cuando tenía cuatro años. La pequeña yo sostenía una taza de té entre sus dedos y sobre el césped se encontraba un mazo de cartas ensangrentado. Era una partida para dos personas pero tan solo estaba ella con sus pequeños dedos manchados de rojo.

- Ya no juegas conmigo- dijo ella tirando una carta.

- T- tú no eres real.

- Claro que lo soy, pero te has olvidado de mí, has descuidado tu mente.

Me tomé la cabeza con las dos manos apretando con fuerza. Nada de aquello tenía sentido para mí, ni siquiera si se trataba de un sueño o un recuerdo bastante vivido. El aroma del cementerio se hacía cada vez más real y al arrodillarme, mis pantalones se mojaron y el agua comenzó a estancarse a mí alrededor. Las gotas de agua parecían no caer sobre nosotras y era lo único que me convencía de que aquello no era real.

ÉMORY: cuando los monstruos gritanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora