5- Arthit

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Audrey

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Audrey

Me desgarraba ver como sus nudillos sangraban al golpear la pared de acero. A mi lado Erick le pedía a gritos a la mujer rubia que apagara todo y dejase a mi amiga salir de allí.

Estaba realmente aturdida, una alarma comenzó a sonar por toda la sala y la puerta de la misma se abrió dejando entrar a unos guardias armados y un hombre bastante anciano caminó detrás de ellos.

En cuanto el hombre canoso hizo acto de presencia, con su uniforme parecido al de abogado que usaba mi padre y un maletín con una insignia rara dibujado en él, la científica Cipher paró de inmediato todo lo que estaba atormentando a mi amiga y el rayo que se le venía encima se esfumó de repente.

-Señor Rixton no creí que vendría, estamos...

-Cállese y saque a la chica de esa tortura quiero analizarla- la interrumpió el hombre quien salió de allí sin más.

Los guardias abrieron la puerta y sacaron a mi amiga de allí.

Su piel estaba tan blanca como la de un cadáver y sus nudillos no paraban de sangrar. Tenía el cabello pegado a la cara y su pequeño y largo cuerpo se sacudía con leves espasmos aunque estuviese desmayada. Una parte del rayo la había alcanzado y la pequeña marca calcinada se vislumbraba en su brazo.

Los guardias se la llevaron y salí corriendo detrás de ellos con Erick pisándome los talones.

Cruzamos la sala a toda prisa y entramos al ala médica. En cuanto los guardias se dieron cuenta de nuestra presencia, nos esposaron e hicieron que nos quedásemos en un rincón.

Émory estaba recostada sobre una camilla blanca y a su lado había tres doctores curándole las heridas e inyectándole suero. Quería acercarme pero me tenían retenida.

Ese cuarto era diferente a los otros, el ala médica estaba dividida en varias partes. En aquella los techos no eran de cristal y había máquinas por todos lados, no había ventanas y solo vi dos puertas; una reforzada de acero y otra por donde Erick y yo habíamos entrado. Lo que más llamó mi atención fueron todas las inyecciones y tubos de ensayo que había en un mueble cerrado con candados. Tuve la oportunidad de estudiar química antes de salir de la isla, pero sin duda jamás había visto esa clase de mezclas.

Había fluidos de colores brillantes y al inhalar su aroma se entremezclaba con el desinfectante.

Dirigí mi vista al señor que había irrumpido en la sala de entrenamientos, él me miraba con una extraña sonrisa que me hizo estremecer del asco y Erick se acercó más a mi cuerpo como si pudiera protegerme.

- Denle la inyección G30 a todos y a ellos sáquenlos de aquí.- ordenó levantándose de su asiento detrás de un pequeño escritorio.

- No me toquen ¡Émory!- grité intentando que los enfermeros no me tocaran.

ÉMORY: cuando los monstruos gritanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora