12- El secreto del edificio gris

115 13 6
                                    

Sentí el estruendo de un disparo y me senté en la cama exaltada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sentí el estruendo de un disparo y me senté en la cama exaltada. Ya no lo aguantaba, escuchar aquel tipo de sonidos y los gritos y no poder saber qué había en el edificio trasero. Decidí que era hora de averiguarlo.

Me vestí el abrigo con capucha que había utilizado para ir la noche que descubrimos la cúpula brillante. Los gemelos estaban profundamente dormidos, si uno se despertaba, el otro también lo haría. Así que me até los cordones y salí con cuidado de la habitación.

Caminé por el pasillo de los cuartos viendo el manto de estrellas relucientes a través del techo acristalado. Parecía mejor idea dormir allí, con el reflejo de la luz blanquecina y la tranquilidad, que en la habitación.

Cuando encontré la puerta que buscaba la abrí lentamente echando un vistazo en el interior. Me escabullí en la semi oscuridad y encontré a quién buscaba: Ciro tenía los ojos cerrados y lucía tranquilo con su respiración apaciguada y los labios entreabiertos, pero yo sabía bien que era solo una fachada. Él siempre se encontraba alerta y dormía más en el día para recuperar las horas de sueño.

- ¿Qué quieres?- preguntó en un susurro para no despertar a Arthit, pues dormía tan solo a unos pasos de su cama y tenía el sueño liviano.

- Quiero averiguar qué demonios es lo que hay en el edificio gris- expliqué en voz baja acercándome a él- ya no soporto más esos gritos y disparos. Es obvio que ahí se cometen homicidios ¿Pero de quién? Si solo estamos nosotros y los trabajadores.

Aquellas palabras surtieron el efecto deseado y finalmente sí me prestó atención. Una pequeña sonrisa insinuante se dibujó en su rostro y sus pobladas cejas castañas se arquearon. Era una de las pocas veces que no lo había visto fruncir la nariz y mirar al suelo pensativo.

- Me gusta como piensas Rapunzel.

No podía ver más que una pequeña parte de su cabeza casi rapada, pero me pareció ver algo extraño y distintivo en ella. No le di más importancia porque debíamos apurarnos, así que cuando terminó de cubrirse con la capucha, salimos de allí directo hacia las puertas corredizas. La casa se encontraba en completo silencio y oscuridad, hasta que me golpeé el pie contra algún mueble y proferí varios improperios. Malditos golpes que siempre aparecían en los momentos no indicados.

- No hagas ruido Émory- chistó Ciro cruzando la sala con gran confianza.

Abrimos la puerta con suavidad. Él fue el primero en cruzarlas y cuando estuve a punto de seguirlo una mano grande y cálida me tomó del brazo, sentí un pequeño cosquilleo y salté en mi lugar. Qué manía tenían con aparecer de improvistos en aquella casa.

- No dejaré que vayan solos.

La mirada que nos dio Arthit nos hizo saber que dijéramos lo que dijéramos, él nos acompañaría. No sabía cuál era su repentino interés, tal vez también tuviese curiosidad, o tal vez no le gustaba no enterarse de las situaciones aunque siempre estuviese al margen.
Mis ojos se deslizaron desde su mano, mi brazo y volvieron a sus ojos. Como si de repente se hubiese dado cuenta, apartó su mano como una caricia y los vellos se me erizaron. Percibí un ápice de roges en mis mejillas ante aquella extraña situación de los tres, pero no le di más vueltas y me encaminé hacia Ciro.

ÉMORY: cuando los monstruos gritanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora