2. Desilusión.

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LIAM

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LIAM.

Una semana.

Siete días.

Ciento sesenta y ocho horas.

Desde que habíamos llegado al que ahora sería nuestro nuevo hogar, no había hecho nada productivo con mi vida, ni siquiera pude salir a conocer la ciudad ¿por qué? Porque mi madre se había empecinado en no dejar salir a ninguno de mis hermanos, incluyéndome.

Aunque sea tuve a mi amigo Tyler que me ayudó a sobrellevar el encierro, vivía a dos cuadras de mi casa. La semana pasó volando y cuando menos lo esperé ya había llegado el día de ir a mi nuevo instituto.

Y allí me encontraba yo, un lunes en la mañana, colocandome el maldito uniforme, tratando de hacerle un nudo a la corbata, y replanteandome seriamente mi existencia en este mundo ¿menudo panorama, no? Siempre podía axficiarme con ella, ahora que los pensaba no era tan mala idea.

—CHICOS, BAJEN —escuché gritar a mi madre desde el primer piso.

Volví a darme un repaso en el espejo antes de bajar, tomé mi mochila, y el móvil lo guarde en mi bolsillo trasero.  Bajé las escaleras de dos en dos.

—Buenos días, familia. Llegó lo más hermoso de esta casa —dije entrando al comedor.

—O sea yo —Canturreo Noah llendo directamente a la mesa.

—Ya quisieras —puse los ojos en blanco.

Kiara y Liana también entraron tomando asiento en sus respectivas sillas, mi madre salió de la cocina y también tomo lugar en la mesa, por último llegó mi padre. Desayunamos todos juntos antes de salir para irnos a la escuela.

Kiara y Noah se fueron con mis padres en su camioneta. Liana se iría conmigo y con Tyler en mi auto. Duramos varios minutos afuera de la casa esperando que el grandísimo Idiota que tengo como amigo se dignara en llegar. Después de unos minutos por fin apareció.

—Llegó por quién lloraban —Volteé mi vista para ver que, efectivamente, era el Idiota de mi mejor amigo.

—Te dije que llegaras a las siete —me irrite. Si hay algo que odiaba era la impuntualidad.

—¿Me vas a dar un sermón o vamos a ir al instituto? Por qué si eliges la primera, sí llegaremos tarde —dijo con una sonrisa ladina.

—Mejor nos vamos, par de tontos —Liana entró al auto sentándose en el lado del copiloto.

—Oye, oye —Tyler me tomó del brazo, deteniendome—. ¿Se lo dices tú, o se lo digo yo?— fruncí el ceño.

¿Y si contamos las estrellas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora