Capítulo 4🍷

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Mía se encargaba de hacer sus tareas. Después de llegar a nuestro pequeño apartamento y comer la pizza, le dije a Mía que hiciera sus tareas. Yo tenia tareas, pero por suerte no eran muchas. Estoy demasiado estresada, así que necesito salir a correr. Eso me ayuda para relajarme, además me gustaba ejercitarme.

Voy con Eva, para ver si puede ver a Mía.

—Hola, Maisie—me saluda Eva.

—Hola, Eva, ¿cómo estás?—digo con timidez.

—Estoy bien, ¿y tú?

—Estoy bien.

—¿Quieres pasar?—me invita a entrar en su apartamento.

—No, gracias. De hecho venia a pedirte un pequeño favor—bajo la mirada por la vergüenza.

—¿Qué es? ¿Pasa algo malo?

—No, no es eso.

—¿Qué pasa, Maisie?—sus ojos verdes, expresan preocupación.

—Es que necesito salir a correr y quería pedirte que si puedes cuidar a Mía, al menos por una hora—miro mis manos y las muevo nerviosamente.

—Tranquila, Maisie, no hay problema. Me cambiaré e iré a tu apartamento—me informa.

—Gracias.

Con eso me retiro y regreso a mi apartamento.

—¿En dónde estabas, Maisie?—pregunta Mía, mientras colorea un dibujo.

—En el apartamento de Eva. Ella te cuidará por una hora en lo que yo salgo a correr—le informo.

Llevaría a Mía conmigo, pero yo sé que ella no es nada deportiva. Apenas y si quiere caminar de aquí a la escuela.

—¡Sí! Con Eva me la paso muy bien.

¡Auch! Es dolió. Si pasaba tiempo con mi hermanita, pero no era muy seguido. Eso me ponía un poco mal, así que le digo:

—Cuando venga de correr que te parece si vemos una película y jugamos al té, ¿ok?—le digo. Ella asiente y le doy un sonoro beso en su mejilla.

Voy a mi cuarto a ponerme ropa deportiva. Arreglo mi cabello lacio en un una coleta alta. Busco en mi armario una blusa deportiva blanca y unos pantalones de chándal. Como el clima está frío, llevo mi suéter gris oscuro.

Salir a correr me servirá mucho para desestresarme. Estos días en la universidad han sido muy duros. Tanta tarea me tiene muy frustrada y estresada.

Por suerte, la señora Russo, no me llamó para hacer limpieza en su casa. Solía hacer limpieza para ganar un dinero extra. De vez en cuando también hacia mandados y trabajos de la universidad. Hacia lo posible por ayudar a mis padres, sé que ellos también se esfuerzan por mantenernos bien.

Me doy otra mirada en el pequeño espejo, no estoy tan mal, creo que podría estar peor. Mi cabello castaño esta muy bien recogido y mis ojeras están muy bien expuestas.

Salgo de mi cuarto y veo que Eva ya está aquí.

—Bueno, chicas. Me voy—anuncio—, portate bien con Eva, por favor—le digo a Mía, me acerco a ella y juego con su cabello castaño, igual al mío. Podría decirse que Mía es una mini yo.

—Lo haré, Maisie.—Mía sonríe muy feliz. Sabía que a ella le gustaba pasar tiempo con Eva.

—Ten cuidado, Masie. Te veo al luego—dice Eva

—Adiós—digo por último.

Salgo del apartamento. En la calle el aire frío golpea mi rostro. El clima de está ciudad era muy variado, así que días eran fríos y otros cálidos.

Comienzo a correr en dirección a parque. No es tan tarde como pensaba, apenas son las cinco y media de la tarde. Normalmente salía a correr a esa hora, porque el parque está solitario, no hay ruido ni muchas personas. Amaba estar en paz.

Comienzo a pensar en mis padres y en como estarán. Los extraño, pero sé que todo esto lo hacen por vernos bien a mí y a mi hermana. Mi tía Mery, nos cuidó por mucho tiempo, ahora ella vive en otra ciudad. También era por razones de trabajo. Ella es como una segunda madre para mí y para Mía.

Me detengo en un árbol a descansar y a tomar aire. Mis mejillas están acaloradas y quizás un poco ruborizadas. Me alejo del árbol y desde lo alto de la pequeña colina, puedo ver los árboles abriéndose paso al lugar. Todo es muy bello y tranquilo.

Veo la hora y apenas han pasado treinta y cinco minutos desde que salí a correr.

Decido llamar a mis padres, esperando que no sea demasiado tarde aún en Inglaterra. Saco mi móvil de los bolsillos de mi suéter. Marco su número y en instantes, contesta.

—Mi niña, ¿cómo estás?—mamá habla conmigo.

—Estoy bien, mamá. Aunque, extrañándote, como siempre—dejo salir un sonoro suspiro.

—También te extraño, mi niña. Y cuéntame, ¿cómo está Mía?

—Ella está bien, mamá.

—¿Podrías pasármela? Por favor—me pide muy emocionada.

—No puedo, mamá.

—¿Por qué? ¿paso algo malo?—pregunta con mucha preocupación

—No, mamá. Salí a correr y tú sabes que Mía no le gusta hacer ejercicio—le comento con un poco de cansancio en mi voz.

—Bueno, entonces cuando llegues a tu apartamento, me llamas—me ordena como la mandona que es, pero así la amo.

—Está bien mamá, ¿puedo hablar con papá?

—Él está haciendo unas compras, lo siento cariño.

—Bueno, está bien. Te hablo en una hora—le digo.

—Esperaré tu llamada, cariño. Adiós, mi niña. Te quiero.

—Te quiero, madre.

Y con eso termino la llamada.

La vista que tengo al frente, es hermosa y me hace sentirme relajada, pero ya tengo que regresar al apartamento.

Me doy la vuelta y trato de caminar, cuando mi cuerpo impacta con algo duro. Pero me fijo que no es algo, es un alguien y quizás eso sea mucho peor.

La timidez vuelve automáticamente a mí cuando mis ojos negros ven sus ojos.

No me esperaba verlo aquí, no después de lo sucedido el fin de semana.




Hola, espero les este gustando la historia, quesitos. Créanme que estoy poniendo todo mi esfuerzo para que salga lo mejor posible.

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