Prólogo

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El mundo siempre ha estado dividido entre la Superficie y el Submundo, este último conocido como Gefordah, el mundo que yace, por los que viven ahí. Hace más de setecientos años, una cruenta guerra fue desatada y los humanos resultaron vencedores, apoderándose de la Superficie y enviando a sus enemigos a vivir en el extraño mundo bajo tierra.

Los caminos fueron sellados, y ni siquiera las criaturas más poderosas de Gefordah, los Grandes Daeces, han descubierto cómo abrirlos de nuevo.

Entre los dominios de estos seres, se encuentra la ciudad de Gargos, la segunda capital de los farcros y los vampiros de Gefordah, dos razas simbióticas que han estado juntas desde el inicio de la historia.

Al igual que el resto de las ciudades de farcros y vampiros, la economía de Gargos se basa principalmente en el comercio y uso de esclavos, independientemente de su raza de proveniencia.

El virrey de la ciudad, la máxima autoridad que ahí gobierna, está sujeto a las leyes de los Grandes Daeces, pero eso no significa que no tenga poder dentro de las inmensas murallas de Gargos.

A pesar de que los farcros y los vampiros son criaturas que por su mera naturaleza deberían trabajar siempre juntas, la marca de esclavo es suficiente para convertir al ciudadano más noble en poco más que una bestia.

Los mordares (como se llaman a sí mismos los humanos de Gefordah) no aprueban esta práctica, pero eso no impide que muchos de ellos sean vendidos a escondidas y obligados a vivir una miseria que destroza la dignidad y fulmina el espíritu.

Los orgullosos farcrams, habitantes de las tierras de Ronoh, genios en el dominio del fuego, y la ciencia enochiana, rara vez son huéspedes obligados de las barracas de esclavos de Gargos, pero no son ajenos a este mal. De hecho, hay pocas criaturas en Gefordah que no teman algún día ser arrastradas allá, y eso se debe a que poseen un gran poder o están rodeadas de líderes que lo tienen.

Lo primero que se le enseña a un esclavo es que su vida solo tiene sentido si trabaja para otros hasta el día de su muerte.

Sin embargo, ya sea por un espíritu inquebrantable o un odio por la estructura del mundo, hay quienes no pueden ser convencidos y logran romper sus cadenas. En ese grupo reducido, todavía hay quienes deciden luchar para demostrar que su vida no carece de significado, y encuentran sentido en su existencia a través de atacar aquello que insiste en lo contrario.

A este grupo de rebeldes se les conoce como atirios, un término acuñado en Gargos que significa ‹‹desagradecidos›› en Teesban, el idioma antiguo del mundo.

Los atirios, por otro lado, adoptaron el término con gusto, felices de ser denominados desagradecidos por aquellos que ninguna gracia les habían aportado.

Las constantes revueltas de atirios rara vez han producido el menor impacto en las ciudades del Consejo, pero esto es todavía más cierto en Gargos, donde hasta el bastión más fuerte del ejército, los fardianos, tiene como responsabilidad aplacar cualquier disturbio con la violencia que sea necesaria.

Decenas de esclavos mueren todos los días, ya sea por los terribles maltratos que reciben, o las represalias del ejército a los atirios.

Esa es la vida que te espera si recibes la marca, y pocas formas existen para escapar de ella.

*Los íconos del mapa no son representativos de la arquitectura real de las ciudades de Gefordah.

El Halcón y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora