Se sentía increíble que la confianza regresara a mí con tanta fuerza. Luego de tantos años ahogándome en la impotencia, sentirme seguro otra vez me daba un nuevo poder, porque ya no se trataba de encontrar paz; eso claramente no me protegió de nada. Haber tenido una vida pacífica con Atala nos convirtió en personas vulnerables y nos hizo bajar la guardia. Ahora era más poderoso que aquellos que me hicieron agonizar, y esta sed de ira, fuerza y poder me permitiría hacer sufrir a Morscurus y destruirlo como él lo hizo conmigo.
Después de tanto entrenar, por fin logré que mi alma y mi ira formaran una mezcla homogénea, por lo que el control de mis poderes ya no requería de tanta preparación antes de un combate. Hoy me sentía mucho más seguro y estaba listo para el segundo asalto.
—¿Cómo te sientes, Ace? —preguntó Neville.
—Como si hubiera vuelto a nacer —dije confiado.
—Bien —dijo el viejo mientras me palmeaba la espalda—. Solo recuerda, una vez que tengas el control, no te detengas —sentenció antes de seguir caminando y alejarse de mí.
Todos estábamos esperando la señal de Lucio para tomar nuestras posiciones. Esta vez éramos el doble de atirios que la última vez. Con el pasar de los días, atirios de todo Gefordah se fueron enterando de nuestra última hazaña y decidieron unírsenos para fortalecer nuestro ejército. Esporádicamente, llegaban en pequeños grupos preguntando por Lucio, y algunos comentaban ilusionados y esperanzados acerca del ‹‹nuevo Medar›› que los liberaría, lo cual en un inicio era comprometedor, pero terminó volviéndose halagador. Y así fueron llegando más atirios, a veces en decenas, dispuestos a dejar el miedo atrás y a apostar por un gran músculo en lugar de pequeños y débiles grupos paramilitares. De unos cuantos empezamos a ser decenas y de decenas pasamos a ser cientos, tal vez miles. Claro que para el ataque de hoy no éramos tantos. La mayor parte de nuestros hombres permanecía en Htrir protegiendo la villa y guardándose para futuros ataques, pero en esta misión ya no seríamos la cantidad justa ni una minoría. Ya no éramos una simple ‹‹resistencia››, más bien estábamos empezando a ser quienes imprimían la fuerza.
Hice un paneo para observar a los atirios. Lucio había dado instrucciones claras y cada quién sabía lo que tenía que hacer, solo hacía falta esperar. Sisa estaba sentada en una roca creando una especie de arma. Me acerqué curioso, ya que ella llevaba casi una hora en eso. No tenía idea de qué estaba haciendo en verdad, debido a que los farcros hacían armas instantáneamente. Por alguna razón, esta materialización le estaba tomando mucho tiempo.
—¿Qué haces? —pregunté con ingenuidad. Me arrepentí rápidamente de haber intentado hablar con ella. No había terminado la pregunta cuando ese extraño vacío en mi pecho volvió de repente.
Sisa y yo no habíamos hablado desde el ataque al tributo, y podía notar que se sentía incómoda por alguna razón.
De todas formas, Sisa no contestó. Sus ojos estaban cerrados y sus dos manos se movían pendularmente con las palmas hacia abajo y con los dedos tensos flexionándose y abriéndose de nuevo a ritmos disparejos, como si no pudiera controlarlos. Efectivamente, Sisa tenía lista la guarnición de una espada. La empuñadura era larga y delgada, y en la parte inferior tenía un gran pomo plateado con una franja negra en el medio que lo cubría horizontalmente. La guarda era bastante gruesa y estaba llena de detalles rústicos que la hacían parecer ensamblada en lugar de materializada. La hoja crecía brillante desde el mango, pero con bastante lentitud. Era de base bastante ancha, pero mientras más crecía, su formación se hacía más angosta.
Suspiré hasta cierto punto aliviado, pensando que la conversación, después de todo, no ocurriría, pero en cuanto empecé a alejarme, Sisa habló.
—Las espadas son armas nobles, Ace, —hablaba con los ojos cerrados sin interrumpir lo que estaba haciendo—, no son un simple objeto hecho para degollar personas. Portar una espada no es llevar un trozo de metal colgado en la cintura. Al involucrarse en una batalla, un verdadero espadachín blande mucho más que un arma: su honor está en juego con cada estocada.
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El Halcón y el Dragón
FantasyGefordah es un mundo oculto bajo la superficie de nuestro planeta. En él habita el virrey Morscurus, quien gobierna la ciudad de Gargos y se alza sobre los esclavos que mantienen su poder intacto. Ace Lloyd es un joven que anhela libertad y sufre en...