Podía sentir la corriente de aire en todo mi cuerpo, sobretodo debajo de mis pies. De la nada, me mantenía en el aire tratando de procesar todo lo que me estaba ocurriendo, pero el poder que sentía me dejaba claro que había desarrollado mi potencial de Medar; esa habilidad única de la que Neville me habló.
Miré hacia los lados y detallé las enormes alas que salían de mi cuerpo. Podía sentir su rápido fluir en un circuito que entraba y salía por mi espalda, lo cual hacía que lucieran sólidas, aunque en realidad estaban hechas con mi sangre.
Miré el hueco en el que se encontraba Morscurus, pero una gran nube de polvo bloqueó mi visibilidad. Descendí lentamente hasta aterrizar sobre la explanada.
—Ahora tenemos mayor oportunidad de vencerlo —dijo Lars con alivio.
—Espero que tengas razón.
—Pero aún así necesitaremos ayuda —insistió Lars.
Viderius y Lucio se acercaron a nosotros con prisa.
—Capitán Índigo... —pronunció Viderius.
—Coronel, considero que el grueso de nuestras tropas debería encargarse de la bruja. Deben lograr que trague un poco de su propia sangre, es la única forma de matarla —aconsejó Lars—. Ace y yo nos encargaremos de Morscurus, pero necesitaremos que otros enfrenten a los soldados que lo respaldan.
—Nosotros lidiaremos con los soldados —dijo Lucio y se marchó haciéndole un gesto a Gili y Sisa.
—Lars... —pronunció Viderius con semblante serio—. Buena suerte, hijo.
Viderius se dio la vuelta y corrió hacia un grupo de atirios y fardianos que permanecía estupefacto ante toda la situación. Lars y yo nos miramos a los ojos.
—¿Estás listo? —pregunté.
—Ni un poco, pero no me echaré para atrás —contestó seguido de un suspiro.
Las piedras del suelo empezaron a sonar y la enorme mano de Morscurus salió del cráter y se agarró de la orilla. Poco a poco, la figura del monstruo se fue alzando imponente ante nosotros. Con la mano que le quedaba, Morscurus tomó del suelo el brazo que le había cortado y simplemente se lo volvió a poner.
Miré a Lars y su expresión de frustración me hizo respirar profundo. Sentí una presencia detrás de mí. Lars y yo volteamos y ahí estaban: Lucio, Gili, Sisa y Návala, todos con espada en mano, liderando una tropa de soldados atirios y fardianos que los respaldaban, observando temerariamente al gran monstruo que se alzaba.
—Mantengan a esos soldados ocupados —dije regresando mi mirada al frente.
—Eso haremos —comentó Sisa—. Ustedes acaben con ese infeliz.
—¡A ellos! —gritó Morscurus señalándonos.
Su tropa, compuesta por fardianos y atirios, corrió en nuestra dirección. Sisa saltó por los aires e invocó una segunda espada. Antes de tocar el suelo, ya había matado a dos de sus enemigos. Lucio, Gili y Návala blandían sus metales y golpeaban a diestra y siniestra sin piedad. El resto de los soldados se adentró en la batalla sin pensarlo dos veces, como una gran ola colisionando contra un malecón.
—Atácalo desde el aire. Yo buscaré otro ángulo —dijo Lars y empezó a correr.
Yo abrí mis alas y me elevé a toda velocidad en búsqueda de alguna ventaja. Observé toda la batalla a mi alrededor. Viderius guiaba una enorme tropa. Todos los farcros bajo su mando apuntaban a la bruja con flechas. A lo lejos, podía escuchar la voz del coronel dando órdenes.
—¡Disparen! —ordenó el fardiano y una ráfaga de proyectiles cubrió el cielo y se dirigió a toda velocidad a la enorme criatura. Las flechas se incrustaron en la bruja, pero no le hicieron mayor daño. Sin embargo, Iradia se enojó y lanzó un manotazo sobre la explanada que barrió a decenas de soldados.
ESTÁS LEYENDO
El Halcón y el Dragón
FantasiaGefordah es un mundo oculto bajo la superficie de nuestro planeta. En él habita el virrey Morscurus, quien gobierna la ciudad de Gargos y se alza sobre los esclavos que mantienen su poder intacto. Ace Lloyd es un joven que anhela libertad y sufre en...