Lars VII: Dudas terribles

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Esta vez, no solo había tenido problemas para dormir por culpa de la intriga y las dudas, sino porque estaba preocupado por Daria. Había pasado toda la noche delirando y no fue hasta que el Angmar empezó a brillar intensamente y el techo subterráneo se volvió azul que mi Vastroo dejó de temblar y abrió los ojos con cierta debilidad. Vatias no se había movido de su lado al igual que yo, y sonrió ampliamente cuando notó que Daria volvía en sí.

—¿Qué sucedió? —dijo ella enderezándose lentamente en la cama—. Hola, enano, ¿de qué te ríes?

El pequeño la abrazó fuertemente y Daria, sorprendida, le devolvió el gesto, cerrando los ojos de gusto. Yo también sonreía, pero no podía hablar. Me contentaba que Daria estuviera bien, pero sabía que se venía una conversación complicada. Lo que habíamos visto allá...

—Oye, Vatias —dije inclinándome hacia el niño—, ¿por qué no le traes comida a Daria? Seguro está hambrienta.

Vatias sonrió y salió corriendo a la cocina. Cerré la puerta y volteé a ver a mi Vastroo. Seguía cansada, pero su ceño estaba fruncido y se tocaba el cuello, justo donde la piel quemada estaba. De repente, se levantó y fue a verse en el espejo del baño.

—¡No puede ser! —exclamó y salió enojada—. ¿Ves esto, Lars? ¿Por qué no utilizas tus ojitos bonitos y me dices a qué se parece?

—A la quemadura de Morscurus y de Vatias —empecé a decir—... pero eso puede ser una coincidencia...

—¿¡Coincidencia!? —exclamó enojándose más—. ¡No me vengas! ¿Y la fiebre qué? Con una gota fue suficiente para dejarme tirada. ¡Ahora está claro por qué Morscurus está en cama como un inválido!

—Tranquila, Daria, estás saltando a conclusiones de manera muy precipitada —expliqué, aunque tampoco yo podía darle sentido a lo que sucedía. Morscurus, el hombre que me adoptó después de la muerte de mi madre... él no podía estar haciendo esto—. Nos dijeron que el atirio le hizo esto, a lo mejor ellos...

—¡Por favor, Lars! ¿No me dirás que los atirios están detrás de esto? ¡Abajo solo había soldados! ¡Esos desgraciados están lidiando con brujas! ¿Explícame cómo demonios entraría una bruja emprendedora a Gargos sin ayuda de alguien de arriba? No tengo tu vista maravillosa, pero no estoy tan ciega como para ignorar que ese virrey no es más que un hipócrita...

—¡Cuidado, Daria! —exclamé furioso—. No estás hablando de cualquiera. Si te vas a referir a Lord Morscurus, lo haces con respeto. Lo he conocido toda mi vida, y te puedo decir que hay muy pocos a su nivel. ¡No permitiré que lo insultes!

Daria se quedó viéndome con los ojos abiertos al máximo, pareció que mi reacción la desconcertó. Seguía enojada, pero cuando volvió a hablar intentó hacerlo con un tono más conciliador.

—Lars, entiendo cómo te sientes, pero la evidencia es cada vez más abrumadora...

—La única ‹‹evidencia›› —interrumpí—, es la quemadura. Para empezar, ¿por qué Morscurus estaría lidiando con una bruja? ¿Qué ganaría torturando esclavos y rompiendo sus sueños? Eso no tiene sentido.

—Muchas cosas que hace no tienen sentido, Lars —insistió Daria—. ¿Por qué nos mandó a buscar al Medar, pero, además de pedirnos que lo atrapáramos con vida, nos impidió salir más allá de Lofraus? ¿Por qué estamos viviendo en esta lujosa casa bajo su sombra? ¡Está claro que el tipo tiene razones extrañas para hacerlo! A menos que estés dispuesto a sugerir que se volvió loco de la noche a la mañana.

—Ya te había dicho que probablemente nos tiene aquí porque quiere alguien en quién confiar —respondí fastidiado.

—Y yo te creí, pero desde que llegamos no ha hecho ningún ademán de querer aprovechar esa ‹‹confianza››. Más bien, parece que nos tiene aquí para vigilarnos.

El Halcón y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora