Neville II: Tiempo perdido

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La cabaña estaba sola y algo desordenada. La frustración me carcomía por dentro; jamás debí haber aceptado entrenar a Ace. Ese muchacho podía ser débil y tonto en los peores momentos. Todo este tiempo pude haberlo utilizado para pulir mi plan para acabar con Morscurus, pero decidí invertirlo en los atirios y en un pobre Medar que no sabe lo que quiere.

Salí de la cabaña por un poco de aire. Extendí mi mano abierta hacia el suelo y con un poco de mi energía atraje unas raíces que rompieron el piso desde adentro y crecieron hasta la palma de mi mano. Se enroscaron entre sí formando una trenza y le dieron forma a un bastón. Cuando el madero ya estaba totalmente enlazado y compactado, lo tomé por la empuñadura e hice un movimiento brusco para quebrar la base y despegarla del suelo.

Entré a la casa de nuevo y me dirigí a mi cama. No dejaba de pensar en la conversación con Ace; todo este tiempo pensé que estaría de mi lado y que juntos seríamos invencibles. Fue un error haberme unido a Lucio y su equipo. Debí haberme apegado a mi plan original y encargarme de todo con mis propias manos, y eso era exactamente lo que iba a hacer ahora.

—Esto es lo que Kiba hubiera querido —me dije a mí mismo en voz alta—. Tranquila, mi niña, pronto se hará justicia.

Decidí nublar mi mente y concentrarme en mi misión. Todo se oscureció hasta tornarse en un impenetrable color negro. Me encontré solo en mi sinfín y un halón en mi túnica me hizo mirar hacia abajo, y ahí estaba ella.

—¿A dónde irás, abuelo? —preguntó Kiba con ojos curiosos.

—A honrarte.

—¿Vas a hacerlo pagar por alejarme de ti?

—Voy a hacerlo sufrir.

Kiba sonrió y sus ojos de miel brillaron de alegría. Extendí mis brazos para cargarla, pero una voz me interrumpió y me sacó de mi anti-meditación.

—No estuviste en la reunión —dijo la voz de Lucio.

Abrí los ojos y vi que el farcro me observaba recostado de la pared.

—Nunca ha hecho falta que yo esté ahí. Siempre sé lo que tengo que hacer.

—Esta vez será distinto. Nunca nos hemos enfrentado a nada igual —replicó él.

—Yo sí.

—Bien —dijo poco convencido—, pero debemos estar más cohesionados que nunca. Ace y tú son los únicos que podrán vencer a Morscurus o a Lars si llegan a aparecer.

—Lo tengo controlado —dije cortante—. Ahora, déjame descansar.

—Nos reuniremos de nuevo a primera hora. Espero verte ahí —dijo Lucio y se retiró sin agregar nada más.

Suspiré antes de acostarme y por un momento consideré las palabras de Ace. ¿Qué tal si me había cegado y esa era la razón por la cual no había podido vencer a Morscurus todo este tiempo? ¿Qué tal si lo que hace a ese farcro invencible es algo más que solo ira?

—Imposible —dije de nuevo.

Si no hubiese sido por mi sed de venganza, Morscurus me habría asesinado hace mucho tiempo y mi destino hubiera sido el mismo que el de Kiba. Quizás Ace tenga razón en algo: la ira me hará perder la poca bondad que me queda, pero ese es un precio que estoy dispuesto a pagar. Morscurus no merece piedad. No puedo perder tiempo pensando en la bondad o los errores que la ira me puede llevar a cometer cuando necesito toda la fuerza posible para derrotar definitivamente a ese virrey. Ahora más que nunca, necesito que mi furia sea implacable.

Suspiré pesadamente y dejé de dudar.

Suspiré pesadamente y dejé de dudar

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El Halcón y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora