001

458 17 2
                                    

—¡CORRAN!— un disparo hizo que el silencio viniera.






















—Clarís, se te hará tarde para la escuela. Apresúrate a bajar—. Como siempre, mi mamá me gritó desde la cocina, al parecer ya había terminado de prepararnos el desayuno.

Terminé de arreglarme, salí de mi habitación y bajé corriendo las escaleras. Llegué hasta la cocina y mi papá, junto a mis dos hermanos mayores, ya se encontraban sentados en la mesa. —Buenos días— saludé a mi papá y le di un beso en la mejilla, luego me acerqué a donde se encontraba mi mamá —Huele delicioso, ¿Qué has preparado?— pregunté mientras le beso la mejilla.

—Hice panqueques. Toma, cómelos rápido que se te hace tarde— me estira el plato y me siento en la mesa al lado de mi hermano Lucas.

Cuando todos terminamos de desayunar, nos levantamos de la mesa y tomamos nuestras cosas. Justo antes de salir de casa, nos despedimos de nuestra madre dándole un beso en la mejilla.

—¿Cómo vas con el niño del salón B?— mi hermano Mateo comenzó a molestarme de nuevo.

Erick, el niño del salón B, es un maleducado que siempre me molesta y por eso mi hermano cree que me gusta, pero eso no es así. —¡PAPÁ, ME ESTÁ MOLESTANDO DE NUEVO!— me quejé.

—Mat, deja de molestar a tu hermana— dice mi padre mientras conduce.

Llegamos a la preparatoria y bajé del auto, mi papá y mis hermanos siguieron su rumbo. Mateo estudia la facultad en medicina y mi hermano Lucas trabaja en la misma empresa que mi padre, así que los dos viajan en el mismo auto.
Entré a la escuela y me dirigí a los baños para damas, me lavé las manos y salí.

Erick estaba fuera esperándome para molestarme, como todos los días. —Hola, Caracol— me llamaba caracol por la vez en que perdí una carrera de atletismo. Para él yo soy la más veloz de la escuela y del mundo entero —¿Estas lista para la carrera del día de hoy?

Las olimpiadas, las olvidé por completo. El día de hoy correríamos y, como era de esperarse, él me inscribió en las carreras de atletismo sin mi consentimiento. La dinámica de esta vez sería correr cien metros y el alumno que ganara, obtendría dos puntos extra en la materia que desee.

—No, ¿Era hoy?— no recordaba que el concurso era hoy y para colmo el día de hoy era con uniforme de gala.

—Sí, ¿no lo recuerdas?— dice decaído. —Pero por suerte me tienes a mí— vuelve a la normalidad —Me tomé la libertad de conseguirte esto— saca una bolsa —Es ropa deportiva, mi mamá me ayudó a escogerla, espero te guste.

—En serio lo olvidé— tomé la bolsa —Te veo en las olimpiadas— comencé a caminar. —Y por favor, deja de llamarme caracol— corrí hacia el salón.

—Te acompaño— me detuvo tomándome la mano. Ambos salones quedaban en el segundo piso, el de él quedaba a un lado del mío y el mío quedaba junto a las escaleras.

Me solté bruscamente de él, corro más rápido y entro a mi salón.

Las clases comenzaron y, después de cuatro horas, el director anunció que las olimpiadas comenzarían. Salí del salón y fui a los vestidores a cambiarme por la ropa que Erick me había prestado. Cuando llegué a la cancha de futbol, me pidieron que tomara mi lugar y después me asignaron un número. Me dieron el número diez que, para mi hermano Mat, era de la suerte. El director pidió a toda la audiencia que tomara asiento en las gradas y que guardaran silencio. Seguido de eso, el resto de los corredores y yo tomamos nuestro lugar correspondiente y, después de un par de segundos, se escuchó el disparo con las pistolas de bengala y todos corrimos.

En total éramos quince participantes que luchábamos por obtener esos dos puntos extra. Tomé la delantera, pero algo me distrajo. Era un civil, el cual convulsionaba en el suelo, me detuve y todos los demás me rebasaron.

Pedí que la carrera terminara y luego me acerqué al director —Tiene que llamar a emergencias, ese hombre esta convulsionando— lo señalé.

La enfermera de la institución lo auxiliaba mientras la ambulancia llegaba, el hombre dejó de retorcerse y quedo inmóvil. La enfermera revisó su pulso y, al parecer, ya había muerto. La enfermera comenzó a hacer presión en el pecho del hombre y, de un gran respiro, reaccionó, pero con los ojos nublados. Se levantó bruscamente y se abalanzó sobre la enfermera —¡AHHHH!— comenzó a gritar del dolor, el hombre le mordía el cuello y luego le arrancó un pedazo de carne que se comió así, sin más, como si fuera cualquier comida.

Yo me quede pasmada, viendo como el hombre se comía viva a la enfermera que lo había ayudado a no morir. Las personas comenzaron a gritar y a correr al ver lo que el hombre le hacía a la mujer, pero al parecer  el ruido lo perturbó, dejó a la enfermera y corrió a atacar a las demás personas. Su velocidad era sorprendentemente sobrehumana, lo cual no le dio tiempo a las personas de escapar.

Erick se acercó a mí y me hizo reaccionar —Clarís, ¿Estas bien?— me sacudió.
Estaba en shock, por mi mente pasaban muchas cosas y muchas preguntas rondaban sobre ella, ¿Mi familia se encontraba bien? Esa era mi prioridad en estos momentos. Erick me jaló de la mano y me sacó de ahí, me llevó a mi salón y tomó mis cosas, luego fuimos a su salón y, de igual forma, tomó sus cosas. Mientras me jalaba de la mano me llevó al estacionamiento y luego me subió a su auto rojo y comenzó a manejar.

—¿Qué eran esas personas?— pregunté mirando al vacío.

—No lo sé— respondió mientras manejaba sobre la carretera.

Giré mi cabeza y comencé a mirar por la ventana para distraerme, pero creo que fue peor. Todo a mi alrededor se descontrolaba, las personas se atacaban unas a otras y los bancos, tiendas departamentales y supermercados eran saqueados.

¿Qué mierda les pasaba a las personas?

Comencé a alterarme y Erick trató de tranquilizarme. —Clarís, contrólate— me tomó las manos ya que comencé a golpearme el cuerpo. Lo aventé y perdió el control del vehículo, se desvió del camino y nos estampamos en un poste de luz. Me golpeé la cabeza con la ventanilla y poco a poco perdía el conocimiento.

NACIÓN Z      [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora