Recuerdos perdidos

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Era un día soleado. Aún era temprano, y estábamos en clase de economía doméstica. Pero eso no me importaba. No era capaz de pensar en otra cosa que no fuera en los sucesos del día anterior. Realmente, ¿Por qué fui tan rápido a limpiar el baño? ¿Y cuándo fue que me desmayé?

-...ne-c...-

Y Kou-kun se veía muy preocupado, ¿Olvidé quizás algo?

-¡Nene-chan!- Escuché llamar alguien a mi nombre.

-¡A-aoi! Lo siento-

-Nene-chan, vuelves a estar en las nubes. No me digas, ¿Piensas en él?-

-¿Él? ¿D-de quién hablas, no sé a qué te refieres?- dije intentando disimular mi confusión.

-Ya sabes- Me dió dos débiles codazos - Ese chico que gusta de tí. Fuerte, de grandes ojos- Sonreía.

-¡C-claro que no!- Suspiré y volví a lo que estaba haciendo - Él no es mi tipo- Contesté.

Eso dije, pero aún no sabía quién era él. Sin embargo, un recuerdo borroso pasó por mi mente:

Un joven sonriente, de oscuro y corto cabello, con grandes y redondos ojos ámbar, vestía el uniforme antiguo. Se sintió tan nostálgico.

-Entonces, ¿A quién le darás eso?- Preguntó Aoi señalando entre mis manos.

Al mirar, vi que sin darme cuenta había preparado unas donas durante la clase.

-A él... Le gustan estos dulces- Dudé.

-¿Ves? Nene-chan, ¿Por qué no le das una oportunidad? Tú pareces pensar mucho en él también-

-Eso es porque él siempre está molestándome- Contesté sin pensar mucho.

-No seas tímida, no seas tímida-

En ese momento, se terminó la clase. Guardé los dulces en una pequeña bolsita de tela rosa palo y subí a la azotea guiada por el instinto. Allí, me senté a pensar. A esperar que los recuerdos que sentía haber perdido volviesen. Como uno lo hizo antes.

Bajo un cielo soleado y una agradable brisa, me incliné un poco hacia atrás, tocando un pequeño pedazo de papel con las manos. Se parecía mucho a aquel día en el que había recibido mi primera carta de amor. Y buscándole a él, llegué hasta aquí, para presumir que alguien me amaba a pesar de mis piernas. Pero ese día él estaba deprimido. Y yo para animarlo...


Le di un beso en la mejilla.


Sentí como me coloraba. Ese recuerdo me hizo sentir mucha vergüenza, como si lo estuviera viviendo en ese mismo momento. Me levanté algo alterada y decidí regresar por donde vine.


-¡Me gustas!-

Una declaración se dejó escuchar en la azotea. Sin embargo no había nadie.

-¡Así que quiero estar contigo de ahora en adelante!-

Mi propia voz era la que decía esas palabras. Se las dedicaba a ese niño que desapareció de mis recuerdos. Aquel que abrazaba una bolsa como la que yo poseía en ese momento, y me miraba con ilusión en sus ojos.


-Estas donas las hice para él-

Y tras pronunciar esas palabras, las dos figuras se desvanecieron en el aire.

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