Él (2)

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Después de un muy largo tiempo, sonó el anuncio de las 17:30. Aliviada, salí del cubículo en el que me había tenido que encerrar y me dirigí al pasillo de las clases. A diferencia de en la mañana, ya no había casi nadie en los pasillos. El ruido de los estudiantes hablando se había desplazado al exterior, ya fuese por su marcha a casa o por sus actividades.

En ese momento, decidí ir a buscar a Hanako con tal de ayudarle y devolverle las llaves que le quité.

Después de caminar por los pasillos un rato, vi a un solitario chico mirando por la ventana. Él observaba el patio desde esa clase bañada por los rayos carmesí.

Algo tímida, me acerqué a él con las llaves en mano.

-Hana...- Tosí un poco para autocorregirme- Amane-kun-

El chico se giró, permitiéndome ver la ausencia de vendas y heridas. Él no era Hanako.

-Amane no está aquí- Respondió con una mirada curiosa y, por supuesto, sin reconocerme.

-Tsukasa-kun...- Sorprendida, me alejé un poco de él. Había pasado mucho tiempo con él, había trabajo junto a él para llegar hasta ahí, pero aun así ese chico era aterrador. Porque ese chico trató de asesinarme en dos ocasiones.

-¿Mm?- Él me observó de arriba abajo, analizándome. Hasta que miró en mis manos las llaves de su hermano. Las que yo intentaba ocultar a toda costa. – ¿Esas son las llaves que perdió Amane hace unos días? ¿Por qué las tienes tú?-

Sin darme tiempo a responder, él se acercó a mí velozmente, sin perder su característica mirada de ojos fijos e infantiles, pero a la vez inexpresivos. Yo solo pude retroceder asustada mientras veía como se aproximaba. Sin embargo, no contaba con que tras de mí estaba la pared. Acorralada, cerré los ojos esperando por alguien que me salvase cuando vi demasiado cerca la mano de Tsukasa.

-Y-ya detente, Tsukasa- Le oí decir a una temerosa voz frente a mí.

Abrí un ojo para comprobar la situación. Entre Tsukasa y yo estaba Amane con los brazos abiertos, protegiéndome.

El menor se quedó en shock unos segundos, para que transcurrido dicho tiempo, saltase a los brazos de su gemelo, abrazándole. – Te encontré, Amane〜- Llamaba con gran felicidad.

-Pero Tsukasa...- Contestó a su llamada bajándolo.

-Hey, ¿Lo viste?-

-¿Ver?-

-Te lo mostraré-

Tsukasa tomó con ambas manos la cara de Amane y le forzó a voltear hacia donde yo estaba, hiriéndolo en el proceso.

-¡Ah...AH! Para Tsukasa, duele- Se quejaba.

Al ver que Amane no cedía, Tsukasa se detuvo y volvió a acercarse a mí, que solo pude mirarle desconfiada y temerosa de lo que haría. Y él, sin cambiar su expresión de felicidad, tomó con fuerza el brazo con el que sostenía las llaves y tiró de él. Realmente dolía.

-Solo tienes que tomarlas, ¿Ves?-

Amane cambió su expresión durante unos instantes. De dolor a puro miedo. Pero intentó tragarse todos sus temores, y seriamente habló.

-Déjala tranquila, Tsukasa- Aun así, tenía la voz rota.

Tal y como ordenó, el menor me soltó. Él le hizo caso y me dejó libre. Pero lejos de detenerse, volvió a acercarse a Amane y le golpeó en la cara, haciéndole retroceder unos pasos.

Sangre caía desde debajo del vendaje en su mejilla.

Antes de que pudiera recuperarse, Tsukasa le volvió a golpear. Esta vez, un puñetazo en estómago que lo dejó sentado.

Y todo mientras yo solo miraba desde atrás, demasiado asustada como para hacer algo.

El gemelo en pie agarró del flequillo al otro y tiró para poder verle a los ojos, haciéndole al mayor soltar un leve quejido por el dolor.

-¿Por qué no haces lo que te digo?- Preguntó amenazantemente mientras tranquilo e insensible, levantaba el puño para dar otro golpe.

Amane solo cerró los ojos, dejándose. Rindiéndose.

-¡Detente!- Grité yo, que por fin había vencido al miedo y me encontraba sosteniendo fuertemente el brazo con el que Tsukasa pensaba golpear a su gemelo mayor.

-¿Vas a interferir?- Él soltó a Amane mientras yo volvía a retroceder.

Afortunada e inesperadamente, otro alumno se asomó por la puerta, interrumpiendo nuestra situación. – Oi, Yugi. El profesor te estaba buscando-

Tsukasa se señaló a sí mismo, dudando de a quién se refería.

-Sí, tú. ¿Quién más? Vamos-

El alumno agarró su muñeca y lo sacó de la clase. Él se marchó, no sin antes dirigirme una última de sus inquietantes sonrisas.

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