Un día más, un día normal

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-Amane~-

Caminaba junto a Tsukasa hacia la escuela. Como un día más, como otro día más, tendría que soportar lo que era mi rutina diaria: Ir a la escuela, volver a casa y dormir.

-Juguemos en el receso, Amane-

Pero claro, a veces esa rutina variaba cuando mi hermano quería jugar a ese juego que tanto le gusta. Muchos lo llamarían las escondidas, pero realmente no era así. Él siempre la quedaba. Y nunca debía permitir que me encontrase, o me castigaría por terminar el juego.


No quería ser castigado.


Estaba cansado de ser castigado.


Solo le miré a la cara, algo asustado, deseando haber escuchado mal. Pero su sonrisa maliciosa y sus ojos juguetones me dejaron claro que lo había escuchado perfectamente. Fue entonces que él trató de volver a abrazarme. Yo lo esquivé, y salí corriendo hacia el interior de la academia, comenzado así ese juego.

Sonó el timbre que anunciaba el inicio de la primera hora. Continué corriendo entre los alumnos que hablaban y rumoreaban sobre los 7 misterios de la escuela, y sobre los bichos raros como yo. Siempre solitarios. Siempre ignorados.

Cerré los ojos y tapé mis oídos. No quería seguir escuchando esas críticas que todos hablaban de mí sin saber la verdad, sin que jamás se hubieran preocupado de saber lo que me pasaba. Aunque por otra parte, me sentía feliz de que nadie tratase de descubrir nada. No quería preocuparlos, y tampoco quería involucrarlos. Yo acepté jugar con Tsukasa y sería yo quien jugase con él.

Salí de mis pensamientos cuando choqué con una senpai de gruesos tobillos. Conocida, era la chica que se preocupó por mí días atrás, después de haber sido encontrado por mi hermano en la escuela.

Ella, llorando, me abrazó como si me hubiese estado buscando por mucho tiempo. No pude hacer nada más que esperar a que se calmara una vez se separó de mí. Aunque antes de que pudiese iniciar una conversación con ella, Tsuchigomori apareció, sacándome de allí y llevándome a clase.





Pasó el tiempo tediosamente. Una clase tras otra. Di varias asignaturas, pero cuando tocó la campana del receso olvidé cuales habían sido. Estaba más preocupado por el juego de Tsukasa que de lo que un profesor pudiera decir sobre su materia.

Salí corriendo por los pasillos, dirección baño femenino. Decían que en el tercer puesto residía el fantasma de una niña fallecida. Por ello, nadie se acercaba, especialmente mi gemelo menor, a quien le dejaron claro que no debía molestar a las chicas.

Siempre me encerraba en ese cubículo durante los recreos. Era el único lugar seguro de la escuela. Desgraciadamente, por alguna razón ese día estaba bloqueado. Así que sin otra opción, tuve que regresar al pasillo para escuchar su alegre voz al final del mismo.

-¡AH! ¡Te encontré!- Habló con un tono meloso, pero una mirada sádica.

Su sonrisa se incrementó cuando me miró directamente a los ojos. Probablemente disfrutaba de la tensión y el terror que me carcomían por dentro, expresado con unos temblores y sudor frío que no me dejaban pensar.

Poco a poco, y a paso acelerado, él trató de acortar nuestra distancia, mientras yo me alejaba a su mismo ritmo. Y, sin darme cuenta, acabé corriendo por los pasillos, tratando de esquivarlo.

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