Donde nadie existe (2)

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-¿Dónde...-

-... Estamos?-

Frente a nosotros, nuestra ciudad bajo la hora del crepúsculo. Una imponente luna se alzaba dominante en el cielo mientras el sol se ocultaba. Sin embargo, permanecían inmóviles en esa posición. Todo se veía igual que siempre, de no ser por la diferencia de estar inundado. Había agua en todas las calles, que nos llegaba a la altura de los tobillos y nos indicaba que estábamos en un límite. El ambiente, pesado y solitario, no reconfortaba.

-¿Es aquí? ¿Dónde está él? ¡¿Dónde?!- Gritó nervioso Kou.

-Tranquilo, si es aquí- Contestó Tsukasa.

-¿Y ahora?- Pregunté preocupada. – ¿A dónde deberíamos ir?-

El menor puso el dedo índice sobre su boca y ladeó la cabeza suavemente para pensar. – Mmm... ¡No lo sé!- sonrió.

-¡¿AH?!- Todos, sorprendidos, nos giramos a mirarle. Mitsuba se acercó a él, aparentemente molesto. – ¿No dijiste que tenías un plan?-

Él rió, para posteriormente observar a Mitsuba con sus ojos amenazantes. – ¿Insinúas algo?-

-¡Aleja tus manos de mi amigo!-

Y antes de que pudiese darme cuenta, encontré a Kou entre Mitsuba y Tsukasa, peleando con este último.

Suspiré rendida. Aun preocupada por la situación y ansiosa por ver a Hanako. Entonces elevé la voz para acallar a los dos que discutían. Uno agachó la cabeza, avergonzado de su comportamiento. El otro, se mantuvo neutral y explicó sobre el límite. Contó que nuestro amigo podía encontrarse en cualquier sitio que usualmente frecuentara cuando estaba vivo.

Por ello, decidimos hacer grupos: Yo iría con Mitsuba a la academia, y Kou con Tsukasa al antiguo hogar de los Yugi, ya que quería mantenerlo vigilado.

Fue en ese momento que nos separamos.

Mi compañero y yo recorrimos los pasillos de la escuela, buscándole. Estaban vacíos. Apenas uno o dos espectros en algunos salones. Pero ninguno era Hanako.

Para hacer la búsqueda más rápida, nos separamos. Él buscaría en el patio y sus alrededores mientras yo lo hacía dentro del edificio.

Entré en todas las clases, la enfermería, la biblioteca, cada salón de club y en los baños. Pero él no estaba en ninguna parte. Para ese momento ya estaba cansada de ir de un lado al otro. Cansada, pero no rendida. Continué paseando por los pasillos con la esperanza de verle, o por lo menos tener la noticia de que alguno de mis compañeros lo hizo.

Y repentinamente, caí. Caí de bruces al suelo por el empuje débil, pero inesperado que algo me dio. Me levanté de nuevo frotándome la frente y voltee para mirar acusativamente a lo que me hizo tropezar.

-¡Haku-joudai!- Me alegré, a diferencia de mis planes, al verlo.

El pequeño hitodama rojo revoloteaba sobre mi cabeza. Se movía, inquieto, se marchó por el pasillo, escaleras arriba.

-¿Sabes dónde está Hanako-kun?-

Sin obtener respuesta, me dediqué a seguirlo hasta la azotea.

Estaba arriba. Frente a mí, la puerta metálica que conectaba con el exterior. Miré decidida, con determinación en mis ojos. Entonces, la traspasé, llegando a ver algo que no esperaba.

-Esto es...-

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