Adiós y gracias

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Sangre.


El pasillo estaba inundado por un olor fuerte a hierro bajo un silencio extremo e incómodo. Apenas quedaba luz. El sol ya se estaba ocultando. El crepúsculo iluminaba mi camino.

Andaba cuidadosamente, nerviosa por la soledad que me rodeaba y ese olor desagradable. Caminaba entre las clases, en busca de su procedencia, temerosa de saber que era lo que ya creía. Temerosa de descubrir que le había fallado.

Llegué a su clase. Me paré y apoyé en la puerta para prepararme mentalmente. Claramente, el olor venía de ahí dentro, acompañado de un llanto desgarrador, pero silencioso como un sollozo.

Respiré profundamente, y una vez lista, me giré. Paralizada acabé. Se me detuvo la respiración durante unos segundos por la impactante escena frente a mí.

Amane y Tsukasa se encontraban sobre un charco de sangre, que crecía a medida que se derramaba ese líquido rojizo desde el pecho abierto del hermano más joven. El mayor lo estaba abrazando fuertemente, intentando retener el poco calor que debía quedar en ese cuerpo. Lágrimas gruesas caían desde sus hinchados ojos y un débil gemido se escapaba de entre sus labios. El menor estaba tumbado en el suelo, recostado sobre el pecho de Amane. Sus ojos, aun entreabiertos, dejaban ver su iris ausente de brillo y vida, su tez se tornaba pálida y en su rostro quedaban las marcas de una antigua sonrisa, ya desvanecida por la muerte.

-Amane-kun...-

Me acerqué a él despacio, pero tuve que detenerme. Era una escena triste, dolorosa de ver. Ante mis pisadas, él solo atinó a abrazar con más fuerza a su hermano y a tratar de contener sus lágrimas y sus sollozos, para solo llorar más fuerte.

-Soy... Un monstruo...-

Fue lo único que dijo. Dejó suavemente a Tsukasa en el suelo y, tras mirarlo unos segundos, salió corriendo por la otra puerta de la clase, escapando de mi intento por detenerlo. Ignorando mis súplicas para no se fuera.

Corrí tras él por los pasillos hasta llegar al baño femenino. Entré, encontrándome a Amane subido en el alféizar de la ventana, la cual estaba abierta de par en par. De puntillas, estirando el brazo como si tratase de atrapar algo del cielo.

-La Luna se ve tan hermosa... Siempre quise acercarme a ella... Pero parece que ya es imposible...-

Él se giró a verme. Abrazaba el llavero, su valioso llavero. Su rostro mostraba una sonrisa, pero sus ojos estaban faltos de calidez, enloquecidos. Aun caían lágrimas. Nunca dejó de llorar.

-Onee-san... Gracias por todo lo que hiciste por mí. Pero, creo que ahora será en vano...-

-Amane-kun... ¡NO!-

Muy tarde. Con el cuchillo de cocina y arma homicida causante de la muerte de Tsukasa, se apuñaló su propio estómago.

Sangre caía desde la nueva herida.

Retiró el cuchillo despacio, adolorido, el cual cayó al suelo del baño, provocando un fuerte ruido metálico que rompió el fino silencio de la noche.

Amane se apoyó en el marco de la ventana. Abrazó con más fuerza su recuerdo, y continuó sonriendo.

-Este llavero que me regaló Tsukasa... Y que Nene-oneesan me devolvió... Es muy importante para mí... Gracias... Adiós... Onee-san...-

-¡AMANE-KUN!-

Se retiró de su apoyo, cayendo hacia atrás.

Cayendo hacia su muerte.

Traté de sostener su mano una vez más, tomé su mano una última vez, pero se resbaló entre las mías. Él cayó, mostrándome su última sonrisa sincera.

Y entonces, el mundo se rompió en pedazos.

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