CAPÍTULO 22

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Jeongguk

—¡Papá, mira! —gritó Rosalee cuando llegué a la cima de las escaleras. Tenía los brazos y las piernas estirados entre las jambas de las puertas, escalando hasta la cima. —Bájate de ahí —grité, acercándome a ella.

—¿Sabías que podía hacer esto?

La doblé sobre mi hombro y la llevé a su habitación.

—Sé que te acabas de romper el labio y espero no añadir una pierna rota a la lista de lesiones de esta noche.

Rebotó en su cama gemela cuando la arrojé suavemente sobre ella. —¿Hadley se fue?

—Ella lo hizo. Me dijo que te dijera adiós por ella.

—¿Por qué no me lo dijo ella misma?

Porque había estado llorando y ninguno de los dos quería explicarte por qué. Oh y también estaba el pequeño hecho de que no había sido capaz de mantener mis manos alejadas de ella y casi me ahogo en el deseo de besarla en ese maldito baño. Así que, cuando se abrió la puerta ambos salimos rápidamente en direcciones opuestas como dos gatos salvajes. Ya sabes. Lo de siempre.

Me senté en el borde de su cama, golpeando aproximadamente doce animales de peluche en el proceso.

—Ella... tuvo una emergencia y tuvo que irse. —¿Qué tipo de emergencia?

—De arte.

—¿Qué clase de arte?

Me pellizqué el puente de la nariz. Mi cabeza seguía siendo un desastre después de que pudiera, hubiera debido tener un momento con Hadley. No estaba preparado para una inquisición.

—Pintura.

—¿Qué le pasó a su pintura?

—Su... gato la tiró. Se esparció por toda la alfombra, su alarma sonó y tuvo que correr a casa para limpiarla antes de que se secara. Crucemos los dedos para que todo funcione.

Entrecerró los ojos.

—Hadley no tiene gato.

Le pinche con un dedo la barriga.

—Eso no lo sabes.

Se retorció riéndose.

—Sí, así es. Es alérgica a ellos. Así que nunca tendré uno en mi granja. Pero no es alérgica a las llamas o a los emús, así que puedo tener tantos como quiera.

—¿Qué diablos es un emú?

—Un pájaro muy grande.

Me recosté en la cama, extendiendo mis brazos de par en par en invitación y no demoró en acurrucarse en mi costado.

—Pensé que le tenías miedo a los pájaros. Una vez te zambulliste en aguas infestadas de tiburones para escapar de una gaviota en la playa.

—No había tiburones. —Levantó la cabeza con preocupación y arrugando la nariz—. ¿Estaba allí?

—No. Estoy bromeando.

Se recostó de espaldas, me pasó el brazo por el estómago yendo directamente hacia la cicatriz de mi costado.

Ella tenía una obsesión con las dos cicatrices en mi abdomen desde que era un bebé. Se tumbaba sobre mi pecho o a mi lado, frotando sus regordetes dedos hacia adelante y hacia atrás sobre la carne arrugada.

Al principio lo odiaba.

Odiaba esas cicatrices y las pesadillas que las acompañaban.

Y odiaba que algo tan puro y bueno como mi Rosalee tocara tanta suciedad.

Con remordimiento - jjk (jungkook - BTS) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora