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En la sala sólo estaba presente el sonido de los numerosos aparatos que utilizaba la recién intervenida, y la respiración de los dos que la acompañaban.

Ninguno hablaba, puesto que a parte de no querer molestar, no sabían de qué hacerlo.

Volkov se encontraba sosteniendo con delicadeza la mano de su hermana, sentado a su lado, mientras que cierto hombre de pelo gris estaba de pie, apoyado en una de las esquinas de la habitación, mirando a los dos restantes.

-Va a despertar.-Afirmó el de la esquina, ganándose una mirada gélida por parte del otro.

-Más le vale a Escobilla que lo haga... -este último tenía los ojos completamente rojos, por haber llorado durante horas en los brazos de cierto hombre con cresta.

-Más le vale... -repitió en un susurro el contrario, apretando levemente los puños.

El de pelo blanco bostezó, había estado más de treinta horas sin dormir, y el cansancio pasaba a hacerse cargo de sus acciones en aquellos momentos.

-Joder... -susurró, no era buen momento para que le ocurriera aquello.

-Vete a descansar, anda. Yo me quedaré con la gatita hasta que despierte... -le dijo Conway, el cual acababa de poner rumbo hacia la camilla, donde se encontraban los dos hermanos.

-No puedo dejarla... -le miró, y luego volvió a centrar su mirada en la chica.

-Volkov, te vas a quedar dormido aquí o en tu casa, así que prefiero que duermas bien allí, que como una mierda aquí. -lo intentaba convencer, puesto que sabía la responsabilidad que llevaba aquel hombre sobre sus espaldas, y quiso ayudarle.

-Bueno... Pero en unas horas volveré, no quiero ni que coma sin que yo esté informado, Conway. -advirtió, y se puso en pie.

-Hasta si respira dos decibelios más alto de lo normal te avisaré. -bromeó el superior de la pareja, recibiendo una mueca agradecida por parte del ruso.

-Muchas gracias, Conway. De verdad. -se acercó a él soltando la mano de su hermana, y acto seguido le abrazó.

-Nada, capullo. Espero que la chica esté bien, y cuando lleguemos a comisaría te vas a cagar por haberme empujado antes. -amenazó, y el otro sonrió nervioso.

-Lo siento por eso, me puse muy nervioso... -admitió.

-Por esta vez te la paso, pero me vuelves a tocar y te parto las putas piernas, Vladimir de los cojones. -amenazó finalmente, antes de que el otro, después de haber soltado una carcajada, saliera de la habitación dejándolo solo con la chica.

Se dirigió a la silla en la que anteriormente estaba sentado Volkov, y se sentó en ella. Se recostó cansado en el respaldo, y comenzó a hablarle a la fémina.

-Joder gatita, cómo la has liado... -comenzó a hablar. -Ha venido hasta el puto cura para ver si estabas bien, joder. -sonrió de lado. -De todas maneras, me has dado un buen susto, capulla. ¿A quién se le ocurre salir de de tras del puto coche? Es que estás como una puta cabra... -se dejó de apoyar en el respaldo de la silla para inclinarse levemente hacia la chica y mirarla mejor.-Vas a tener una cicatriz más, ¿eh?

De pronto, ella movió levemente su dedo, aunque al ser del lado contrario a Conway, este no se dio cuenta.

-Cuando te despiertes, te voy a enseñar de una puta vez la jodida ciudad, porque iba a hacerlo hoy, pero ya ves... -suspiró. -No sé ni por qué te digo esto, pero quiero que sepas que eres una de las mejores policías que han entrado en el cuerpo... Aunque lleves poco. -confesó. -De echo, eres mejor que tu puto hermano, y mira que el cabrón es bueno.

Curiosidad. (Jack Conway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora