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Katerine's POV.

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-¿Por qué has hecho eso? -pregunté algo desconcertada, mirando a aquel hombre con cierto nerviosismo. Acabábamos de separarnos y no había entendido del todo sus intenciones, ¿no decía que no quería sentirse utilizado?

-Más te vale que acaben casándose. Porque si no me voy a cabrear, y mucho... -dijo girándose hacia el coche, con el aparente fin de ingresar en él. Sin embargo, yo no se lo permití.

-¿Pero por qué me acabas de besar? No entiendo nada. -cuestioné contrariada.

-Conway estaba allí de pie-señaló el inicio del aparcamiento.-seguramente te estaba buscando, así que he decidido tragarme mi dignidad y ayudarte con tu problemilla. -dijo evitando mi mirada. -Si mi vista no me engaña, ha estado presente durante todo el beso. Mañana seguramente te monte una escenita.

-Joder... -añadí, y justo entonces le abracé con fuerza, algo bastante inusual en mí. -¡Gracias, gracias, gracias, gracias!

-En las movidas que me metes, macho... -susurró abrazándome de vuelta con una leve sonrisa en la boca. -Aunque me parezca que hablando las cosas todo se soluciona antes, te voy a seguir el juego, pequeña. Pero solo delante de él, ¿vale?

Sonreí feliz, y justo cuando me separaba le cogí de la mano.

-Perfecto. -dicho esto entramos en el coche. -¿Pero Soyla está bien? ¿Por qué está en el veterinario?

-La muy bruta se peleó con un pastor alemán... -añadió cansado el comisario, mientras encendía aquel vehículo.

Y dicho esto, nos adentramos en una conversación completamente normal, la cual agradecía tras aquella jornada plagada de tantas sensaciones intensas.

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Conway's POV.
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No sabía cuánto había bebido. Y a decir verdad, no quería saberlo.

Solo tenía claro que aquella borrachera me iba a salir un pastizal, puesto que ya llevaba más de diez copas de whisky a palo seco en aquel bar de mala muerte.

Sin embargo, no me encontraba tan mal, después de todo, mi riñón estaba bien entrenado.

Me encontraba devastado, destrozado, incluso más vacío de lo que nunca me he llegado a sentir. ¿Increíble, no? Katerine había conseguido que mi corazón volviera a palpitar, aunque ahora lo hiciera con pesadez y desgana.

Siendo justos, aquello era lo que realmente merecía. No había sido comprensivo con ella ni una vez desde que la había conocido, y siempre era ella la que daba el primer paso. Había sido un gilipollas, un capullo y un anormal en todo tipo de conceptos, tanto con mis celos estúpidos, como con mi manera irrespetuosa de ser y mi falta de interés... Y de todo eso, solo me preguntaba: ¿Por qué he tenido que dejarla ir?

Porque esta vez no me la han arrebatado, como a Julia. Quiera o no quiera, fuera o no fuera mi culpa, lo de Julia estaba completamente fuera de mi alcance. Hubiera dado mi vida por ella si esa oportunidad hubiera estado en mi mano, pero es que no fue así.

Sin embargo, con esta chica, todo había estado viento a favor de que saliera bien. Era una chica respetuosa, educada, que sabía cómo mantenerme sereno y cómo ganarse mi confianza. Una chica simple y complicada a la par, que tenía ideales y maneras de pensar muy similares a la mía, y que había sufrido en su pasado casi tanto o igual que yo.

También era una chica que iba siempre de cara, que valoraba todos los actos que tuvieras frente a ella, y que no se lo pensaría dos veces antes de ayudarte. Era una chica paciente, ordenada, responsable, coherente... Y lo peor, es que gracias a eso se había dado cuenta de que no merezco la pena.

Curiosidad. (Jack Conway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora