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Conway's POV:

Había vuelto a comisaría dejando al crestitas en el patrulla solamente para comprobar que Kat no necesitara ayuda para bajar las escaleras, y de paso, si cabía la posibilidad, pedirle nuevamente que patrullara conmigo.

Recorrí con calma la entrada de comisaría, ignorando por completo a todo aquel que intentara llamar mi atención. Cerré la puerta que conectaba la entrada con el pasillo de las escaleras, una vez ya la había cruzado.

En cuanto entré por la puerta que llevaban a las escaleras de los despachos, me encontré a Gustabo y a Katerine en una posición algo cercana, haciendo que mi ceño se frunciera de forma bastante exagerada, y completamente sin querer.

Miré a cada uno respectivamente, aunque mantuve la mirada un rato más en Katerine, la cual se encontraba en los brazos del de chaqueta roja.

Sin esperar un segundo más, bajé los pocos escalones que había subido, y me retiré de la escena, muy molesto y bastante decepcionado.

Me molestaba que encima de que fui a buscarla y a ayudarla, ya se hubiera buscado la vida con Gustabo. Tendría que haberme llamado para que yo la cargara, y no él. ¿A quién habían dejado a cargo de ella? ¿A aquel gilipollas o a mí? Lo peor es que es mi culpa por preocuparme por alguien que no sea yo.

Salí de comisaría empujando la puerta con fuerza, y gritando a todo el que se me cruzará por delante. Bajé las escaleras con prisa, e incluso aunque no lo supiera nadie, estuve al borde de resbalarme en uno de los últimos escalones de las escaleras exteriores.

-Sube al puto coche. -le ordené bruscamente a Horacio, mientras sacaba mi patrulla personal del garaje, él asintió mientras tragaba algo de saliva.

-Diez cuatro. -respondió tartamudeando, y vi cómo se metía rápidamente en el coche.

Me subí aún con mis pensamientos fijos en aquella parejita, y gruñí inconscientemente.

Noté cómo Horacio extendió una temblorosa mano para intentar encender la radio.

-Ni se te ocurra, capullo. -la retiró rápidamente y se removió incómodo en su sitio.

Aceleré saliendo del parking de oficiales, y giré bruscamente, dirigiéndome hacia cualquier lugar lo suficientemente lejano de allí.

-Señor... -me llamó Horacio, y yo gruñí en señal de que siguiera hablando. -¿Puedo preguntarle una cosa?

-Ajam... -afirmé, y él pareció pensar en cuáles serían las palabras correctas para expresar aquella pregunta.

-Pues... A ver, cómo le digo esto... -se llevó un mano a la barbilla en acto dubitativo.

-Que cantes ya, cojones. -exigí, y noté cómo pegó un salto.

-Bueno a ver, señor. Es que no entiendo por qué usted se puso así de buenas a primeras. -comenzó, y yo fruncí el ceño bruscamente. ¿No estaba claro? -¿Acaso le molesta que Gustabo le haya pedido una cita a Katerine?

Tamborileé los dedos en el volante y chasqué la lengua con molestia, si bien no me apetecía hablar de aquello ahora, sabía que Horacio sin duda no se quedaría conforme sin una respuesta por mi parte.

-Sí. -respondí seco, y aceleré algo más, haciendo que el de la cresta se pusiera el cinturón apresuradamente.

-¿Y se puede saber por qué?-volvió a preguntar, y yo volví a chascar la lengua.

-Porque me sale de las pelotas. -a pesar de mi brusca respuesta, la verdad es que ni yo sabía el motivo de mi repentino mal humor.

-Eso... Eso no es una respuesta coherente. -frené el coche de repente, haciendo que él se agarrara fuertemente del salpicadero. Una vez el coche estuvo completamente quieto, le miré directamente a los ojos.

Curiosidad. (Jack Conway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora