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Habían pasado unos dias desde que Emilio había sido borrado de todo tipo de registro legal. Más concretamente se encontraban a sábado, un hermoso sábado en el que el cielo estaba soleado, los pájaros cantaban y las risas de la gente inundaban las calles de la ciudad de Los Santos.

Días así solían ser una delicia para el gusto de cierta chica que se encontraba dentro de la tan conocida comisaría de la ciudad, aunque por desgracia aquel día era de todo menos una delicia para ella.

Desde el día en el que Emilio había sido asesinado en sus manos y en las de Conway, no habían vuelto a hablar del tema, creando una atmósfera de incomodidad y distanciamiento entre los dos que a ambos les incordiaba.

Por el lado de la chica, no sabía cómo sacar el tema, y por supuesto no quería, pero quería menos aún que el ambiente cuando se trataba de estar cerca del superintendente fuera así de incómodo, y más ahora que vivían juntos. A parte, se sentía algo desnuda cuando se trataba de aquel hombre, puesto que sentía que él sabía muchas cosas sobre ella, y eso no le gustaba nada.

Por parte del hombre, no sabía cómo afrontar aquella situación: tenía miedo de que su "antiguo yo" reapareciera en su ser y no como un flashback temporal, sino como una nueva forma de actuar y vivir. A parte, no sabía cómo tomarse la actitud sádica y completamente ausente de todo tipo de sentimiento de la chica, simplemente no le cuadraba.

De todas formas era consciente de que era de esperar que una persona con un pasado tan oscuro y demacrado como el de Katerine, tuviera ciertas consecuencias en actitudes, formas de actuar, y respuestas agresivas ante ese tipo de situaciones, pero todo esto no quitaba que lo hiciera sentir nervioso cada vez que recordaba sus facciones y acciones cuando se encontraban dentro de la casa abandonada en el que el cuerpo de emilio seguramente se estuviera pudriendo.

Todo esto fomentaba que apenas pudieran ni mirarse por el nerviosismo que ambos se autoinfligían entre sí.

Claro que esta nueva y extraña forma de tratarse entre sí no fue obviada por nadie, de echo era bastante evidente que algo pasaba entre ambos, y como consecuencia de esto, una numerosa cantidad de rumores respecto a ellos y su repentina distancia, se instalaron con rapidez entre las personas que solían transitar por la comisaría.

Entre esas personas se encontraban Horacio y Gustabo, los cuales por decirlo así: habían iniciado todos aquellos rumores.

Horacio fue el primero en dar la idea, pero nada más, solo la idea. Fue entonces Gustabo quien comenzó a comentar a todos sus compañeros bajo la apariencia de Fred, que aquella pareja había estado liada y que uno le puso los cuernos al otro, claro que esto hizo que de boca en boca, el rumor multiplicase su gravedad hasta el punto de poder llegar a escuchar entre los pasillos de la comisaría que cierta rusa estaba embarazada.

Y lo peor de todo aquello no eran solo los rumores, ojalá eso fuera todo. Lo peor de aquello era que la inestabilidad emocional de aquella chica había incrementado su volumen por trescientos, volviéndose cada vez más fría y seca con todo aquel que se le cruzase, puesto que se sentía demasiado observada cada vez que cruzaba por delante de alguno de sus compañeros.

Tanto era así que los únicos que se comunicaban con ella directamente y sin evitarla eran Torrente, Ivannov, Leonidas, y por su puesto su tan preciado amigo, Greco.

Respecto a ellos dos, en las ultimas semanas se habían vuelto muy cercanos, haciendo que el de la barba fuera su confidente y para qué mentir: su psicólogo.

Se pasaban horas y horas patrullando juntos, mientras hablaban de sus cosas y bromeaban sobre las idioteces que se hacían dentro de servicio por sus compañeros.

Curiosidad. (Jack Conway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora