Narradora:
Habían caminado el corto tramo que separaba aquella pequeña casa destartalada del coche perteneciente al cuerpo Nacional de policía, el cual se había encargado de traer a aquella pareja a su destino.
Ambos iban a la par, aunque cierta chica de nacionalidad rusa iba unos pasos por delante, puesto que debido a estar sumida en sus propios pensamientos, se había alejado un poco de su acompañante sin darse cuenta. El hombre, iba igual o incluso más metido en sus pensamientos, dejando escapar ciertas miradas a a la chica, puesto que dichos pensamientos la tenían a ella como protagonista.
En cambio, el protagonista de los múltiples pensamientos de la pelinegra era el hombre que se encontraba encerrado en aquella vivienda, sin agua y sin comida, y casi desmayado desde hacía ya una semana y poco.
Ella no paraba de pensar en qué le pasaría a aquel mexicano, y lejos de darle pena, le divertía preguntarse de qué manera se desarrollaría aquella tarde.
No le parecía cruel haberle secuestrado con todo el significado de la palabra, y mucho menos se compadecía de él. Ella debido a vivencias pasadas estaba altamente familiarizada con los secuestros y las torturas, hasta el punto de haberlas sufrido por más de un año seguido, sin contar que las suyas fueron terriblemente peores.
A parte, debido a su pasado, las palabras: "ojo por ojo, y diente por diente" se habían instalado de manera permanente en la mente, memoria y corazón de aquella mujer, obviamente en contra de su voluntad. Esto hacia que sus ganas de ver a su agresor incrementaran muchísimo más, haciendo en en su rostro comenzara a formarse una sonrisa algo peculiar, aunque terrorífica como la que más.
Avanzaron por la entrada del porche de la casa, adentrándose de lleno en la parcela altamente desmantelada y sucia. Una vez estuvieron en frente de aquella puerta casi hecha astillas, el de pelo gris posó una de sus manos en el hombro de la fémina, que iba unos pocos pasos por delante, parándola de su activa marcha hasta el lugar en el que se encontraba su agresor.
-Katerine. -le llamó por su nombre, una vez se había colocado por detrás de ella. Al ser más alto, tuvo que inclinarse bastante para llegar a su oído y pronunciar sus siguientes palabras. -Recuerda que eres completamente libre de hacer lo que quieras con él...
Aquellas palabras hicieron que todos y cada uno de los cabellos de la nuca de aquella chica se erizaran, y que su cerebro trabajara de forma más rápida aún.
La sonrisa que antes estaba formándose en su rostro, ya estaba completamente instalada en él, contrayendo los músculos de su usual bello rostro, en una tétrica sonrisa llena de frialdad, horror, y sed de sangre.
-Soy consciente, Jack. No te preocupes por mí. -el tono empleado en aquella frase fue casi el mismo que usó al presentarse una vez entró por primera vez en el despacho del hombre.
Sin embargo, aquella manera de hablar tenía algo diferente, peculiar, que sin duda le provocaba algo de escalofríos al madero.
-Pues adelante. -finalizó, y se adentraron de lleno en la oscura residencia.
Dieron unos cuantos pasos, y esperaron pacientemente a que sus pupilas se dilataran debido a la oscuridad aparentemente permanente de la estancia.
El interior de la casa iba completamente acorde con el exterior: sucio y descuidado. La de pelo negro pegó un par de patadas a objetos que obstruían su camino, apartándolos de lleno de éste.
Por otro lado, el más alto miraba a su alrededor, agitando su mano en el aire para evitar que la intensa polvareda de aquel lugar se instalara en sus pulmones.
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Curiosidad. (Jack Conway)
FanfictionRusa, fría, y tremendamente profesional. Americano, frío, y tremendamente jodido. Los dos tenían algo en común, y era el sufrimiento que habían pasado gracias a su vida. Esto les llevaría a un mismo lugar pero, ¿Quién sabe cuál sería?