Capitulo 4.

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Aproximadamente ha las dos de la madrugada, te despertaste para beber agua. Cuando volviste a tu cama, te sentaste en esta, te frotaste la cara con las manos y te tumbaste de muevo. Pasaron los minutos, y no conseguiste volver ha dormirte. Te habías desvelado. Otra vez... Eran casi las tres de la mañana. Encendiste la pequeña lámpara que estaba al lado de tu cama. Te levantaste y buscaste en tus estanterías algo con que entretenerte. Elegiste un libro que empezaste ha leer unos meses atrás, pero por falta de tiempo lo dejaste en segundo plano.

El nombre De la Rosa puede que parezca lenta y pesada, la verdad, es que puede serlo a ratos, pero es una exquisitez para ti. La novela gira entorno a unos misteriosos crímenes que ocurren en una Abadía de los Apeninos, hasta allí se trasladan el franciscano Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk, para investigar. Un poco aburrido al principio pero si tienes paciencia te sorprenderá.

Empezaste ha leer pero... a quien engañas, leer es lo que menos te apetecía ahora mismo. Te sentías llena de energía. Empezaste ha estirar brazos y piernas. Te levantaste de tu cama y miraste por la ventana. La noche era lúgubre y silenciosa. Eso te atraía. El simple echo de pensar en caminar por esas callas te ponía los pelos de punta. El horror era algo que hacía que te sintieras viva... Decidiste dejar de pensar en eso, era impensable, peligroso y por encima de todo, estabas segura de que no se te estaba permitido salir por la noche. Nunca lo has hecho, ¿quien sabe qué peligros te esperan en esa obscuridad opaca?. Bueno, no es como que nadie te lo hubiera dicho nunca. Pero... ¿no era obvio? La respuesta ahora no estaba tan clara para ti como antes.

Nadie se iba ha enterar nunca.

Te convenciste de ello. Fuiste sigilosamente ha tu armario y te pusiste un pantalón vaquero y una camiseta de tirantes  negra, no te pusiste sujetador, Querías sentirte cómoda . Jurabas que nadie en su sano juicio estaría merodeando en las calles a estas horas. Salvo tu, claro. Supusiste que haría frío así que te pusiste una chaqueta azul, solo tapándote los brazos. Tu pecho seguía expuesto cabe recalcar. Cepillaste un poco tu cabello y te hiciste una coleta medio baja, permitiendo que tu ondulado cabello cayese ahora sobre tus hombros.

Obviamente no saldrías por la puerta, tu ventana daba al techo y estabas segura de poder bajar por el tubo de canalón. Solo sería un paseo rápido. Saliste por la ventana y bajaste cuidadosamente por el canalón.

Empezaste ha caminar en línea resta, como lo hiciste el primer día. Hasta llegar al mismo parque. Ahí te detuviste y sentaste en la misma banca. Duraste unos minutos observando la soledad en la que te encontrabas. Te levantaste y caminaste de vuelta. Esta vez más lentamente. Observaste las casas, todas las luces estaban apagadas. Pero divisaste, unos metro frente ha ti, alguien apoyado en una verja. Más concretamente, la de la casa que tenía cristales rotos en el patio. Te disponías ha ignorar a quien sea esa persona. No querías involucraste en lo que no te incumbe.

Pero ha medida que te acercabas, con la luz que te proporcionaba la luna, viste que esa persona,
no estaba bien. Su respiración era errática y pudiste ver, al estar ha un metro de él o ella, que tenia un moretón bastante notorio en la parte derecha de su cara. Eso te dio un poco de lástima. Al escuchar tus pasos, giro la cabeza bruscamente hacia ti. Dejándote ver quien era.
¿¡Henry!? ¿Tanta mala suerte tenias? Si, claro que si.

—¿que mierda haces aquí a esta hora?—te reconoció al instante, y miro a otro lado. Intentando ocultar el moretón.

—pa...paseaba— Apenas respondiste. Tu curiosidad era enorme. Así que te inclinaste un poco para mirarle la cara pues él seguía sentado.

—¿que cojones haces? ¡Vete ha la mierda de aquí!— Intentaba parecer enfadado.

Te agachaste a su altura viendo que tenía el cuerpo lleno de golpes. Con un dedo tocaste su mejilla a lo este se quejó respirando a través de sus dientes.

—¡No me toques!—aparto la cara bruscamente.

—¿Quieres que te desinfecte las heridas?— Si no se curaba, se iban a inflamar y sería peor. Este te miro incrédulo, ¿te preocupabas por el? No, claro que no, pero... Esos hematomas parecían doler tanto... No podías dejarlo así, ¿verdad? No sabias que le había pasado. Pero no te interesaba demasiado.

—¿arias eso? ¿Por qué?— Se le notaba un poco de ironía en la voz.

—Porque parece que duele—respondiste simplemente.—Vamos ha mi casa, esta cerca— Tiraste de su brazo para que se levantase, cosa que hizo.

Caminaron ha tu casa en silencio, tu le agarrabas un brazo con ambas manos, por si acaso. Como este no protesto en ningún momento te tomaste la libertad de hacerlo.
Cuando llegasteis ha la puerta, tú lo guiaste al patio trasero.

—¿crees poder subir por el tubo del canalón?— Le preguntaste amablemente.

—¡ja! Claro, no será la primera vez que lo haga—Sonrió y se apartó de ti para subir ágilmente por donde le avías dicho. Tu le seguiste con cuidado de no caerte. Y cuando ambos estaban en el bajo tejado, abriste tu ventana y entraste seguida de él.

Ya en tu cuarto prendiste la lámpara de noche y pudiste verlo mejor. Se veía incluso peor que en la oscuridad. Pero él también te vio mejor a ti, más bien la silueta de tus pechos bajo la camiseta de tirantes, se podrían apreciar bastante bien. Henry se tumbó en tu cama como si fuese la suya y se relajó después de muchas horas. Tu te quitaste la chaqueta que traías, olvidando el echo de que no usabas brasier.

—dame un momento— Fuiste al baño ha por el botiquín.

Volviste y te sentaste en la cama, el hizo lo mismo. Procediste ha echar alcohol en las heridas de su cara para desinfectarlas. El gruñía y se movía por el dolor. Te acercaste un poco más para y apoyaste tu mano libre en su hombro y te pusiste de rodillas en la cama.

Su vista estaba clavada en tus pecho, que estaban justo frente ha su cara. Dejo de quejarse y se mordió el labio.

Cuando acabaste con su cara seguiste con sus brazos. Y después pusiste unas tiritas por los lugares donde tenía algunos cortes. Y procediste ha poner una pomada sobre los moretones más grabes. Él disfrutaba cada toque que le proporcionabas. No tenía nada que decir, no quería arruinar el momento.

— ¿ya están todas?— Preguntaste refiriéndote ha las heridas.

—No, todavía te faltan estas— Se quito la camisa, eso te hizo mirar ha otro lado sonrojada. Henry se dio la vuelta y pudiste ver su espalda. Parecía que le habían dado latigazos.

—¿quien te hizo eso?— Preguntaste neutral. Te sentiste mal por verlo así.

—Eso no te importa—No quería responder esa pregunta.

—Tiene que ser una persona horrible...— Y lo era el Padre de henry era un Policía alcohólico con problemas de ira. Henry sonrió de lado, pero no lo viste pues estaba dándote la espalda.

Cogiste un algodón un poco más grande y lo llenaste de alcohol. Este al hacer contacto con su espalda, soltó un gruñido un como más fuerte que los anteriores.

—No hagas tanto ruido por favor— Le pediste teniendo que lo escuchasen.

—¿que? ¿No quieres que sepan que estas ha solas con un chico en tu habitación?— Se burló.

—exactamente, no quiero— Le contestaste ya poniéndole pomada en la espalda. Cogiste una venta y se la pusiste alrededor del abdomen.

—bien, ahora si está. Puedes irte— te levantaste de la cama y guardaste todo lo que habías usado.

—¿irme? ¿A donde sé supone que iré?—se levanto de la cama.

—¿ha tu casa?— Respondiste con una pregunta.

—No puedo ir ha estas ha estás horas— Se quito los zapatos— Dormiré aquí hoy— Se acercó ha ti, al notar su cercanía  te diste la vuelta para alejarte. Él te agarró de los hombros pegando tu espalda ha su pecho desnudo.

HENRY BOWERS X READER: La hermana de PatrickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora