CAPÍTULO UNO

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Me agacho en el borde del edificio en ruinas y trato de mantener mis emociones bajo control. Ellas huelen el miedo, siempre lo hacen.

Después de tantos años viviendo en el Ahora aún no lograba mantenerme completamente calmada para no alertar a las Sombras de mi presencia. Requiero de toda mi fuerza interior para tratar de ignorar el nudo que se me forma en el estómago.

Es cuestión de tiempo. Tarde o temprano se darán cuenta de que estoy aquí y yo necesito desesperadamente encontrar un refugio.

Llevo dos dedos a mi boca y chiflo con fuerza. Es una buena cosa que las Sombras fueran totalmente indiferente a los sonidos pero ellas siempre sabían dónde estábamos.

No importaba que tanto nos esforzamos por escondernos, siempre nos encuentran.

Espero unos minutos eternos agazapada contra la pared de ladrillos llena de moho. Un silbido se escucha a lo lejos.

Miré alrededor y me concentré en distinguir cualquier cosa que pudiera ayudarme. Estaba oscuro, muy oscuro. Las luces artificiales se habían apagado hace tanto tiempo que yo fui obligada a enfrentarme cuando solo era una niña a lo lóbrego que parecía el mundo cuando a lo que más temía era a la oscuridad.

Tendríamos un respiro si las Sombras desaparecieran durante el día pero no era así. Ellas permanecían y rondaban por las calles vacías de lo que antes era una gran ciudad.

¿Tenían un punto débil? Sí. El Boquete era lo único que las mantenía fuertes. De ahí irradiaba tanta energía oscura que incluso había afectado a algunos humanos.

No eran humanos contra Sombras. Era una guerra solitaria en la que solo los más fuertes sobrevivían.

Nadie sabía cuánto tiempo había pasado desde que la brecha en el cielo había desatado el caos en el mundo. El Boquete era un misterio para todos pero la energía oscura que liberaba se podía sentir en sus puntos más fuertes. Ya nadie sabía cómo medir el tiempo por lo que solo se dividía a cuando el Boquete era peligroso y cuándo no.

Vuelvo a silbar y cuando escucho dos silbidos en respuesta mi instinto se hace cargo. Corro con rapidez y no me detengo hasta que me adentro en otro edificio.

Siento el frío, siento los susurros que sólo se escuchan cuando ellas están cerca y me obligo a correr más rápido por entre los escritorios destruidos y los papeles pisoteados. No logro ver nada, pero sé que todo está allí.

Cierro los ojos y me concentro en sentir. Me agacho debajo de una estantería rota y trato de recuperar la respiración. Los latidos de mi corazón son agitados y yo lucho contra el miedo.

Van a encontrarme.

Pero de repente algo cambia en la energía del aire y me obligo a abrir los ojos. Se fueron.

Estoy a salvo. Por ahora.

SURVIVOR: El Mundo de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora