CAPÍTULO TRES

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Miré directamente a los ojos al muchacho de aspecto andrajoso que me mira suplicante.

No soy débil.

No me dejo llevar por la labia de los demás.

Pero tengo corazón y jamás he logrado endurecerlo. He intentado con toda la fuerza, que trato de convencerme que tengo, pero no puedo y nunca he podido.

― Vete ―me obligo a decir.

Me clavo las uñas descuidadas en las palmas de las manos y le doy la bienvenida al leve picor de dolor.

Soy fuerte.

― Por favor ―sus ojos se llenan de lágrimas y yo me muerdo el interior de la mejilla―. ¡Haré todo lo que me pidan!

Soy fuerte.

― Dame una razón por la cual yo deba confiar en ti ―susurro con voz ronca.

Sé que las palmas de las manos han comenzado a sangrarme por lo fuerte que me estoy clavando las uñas pero no aflojo el agarre.

Soy fuerte.

El muchacho parece desesperado y se mueve nerviosamente en el lugar.

― ¡Yo lo sé! ―medio grita mirando a todos lados―. ¡Pero si lo digo me encontrarán! ¡Van a venir a por mí si te lo digo!

Gruesas lágrimas están corriendo por sus mejillas y yo no sé cómo reaccionar, por lo pronto permanezco impasible.

― Si quieres la protección de mi Clan debes darme algo a cambio ―dije con rudeza.

― Las Criaturas Oscuras están buscando algo.

Lo observo tratando de ocultar la risa histérica que quiere brotar de mí.

― Sí, están buscando llevarnos a la extinción.

Niega con la cabeza repetidamente y se acerca. Yo me tenso y llevo una mano a la cinturilla de mi pantalón aún manchado de sangre.

― Quieren a alguien ―advierte―. Una mujer.

― Se me está agotando la paciencia ―murmuré.

Saco el pedazo de vidrio y me pongo a jugar con él. Clava la vista en el arma improvisada balanceándose de un lado a otro que sostengo en mi mano y su respiración se agita.

― ¡Debes creerme! ―me suplica―. El Dios de la Sombra está buscando una mujer.

Me paralizo ante el nombre que escapa de sus labios en un jadeo. Nadie tenía permitido hablar del Dios de las Sombras.

Silbo fuertemente dos veces y casi de inmediato dos de mis soldados aparecen corriendo. El muchacho intenta escapar pero los dos hombres musculosos lo toman de los brazos y lo obligan a arrodillarse.

Me acerco a paso lento y lo miro desde mi altura. Absolutamente nadie debía romper las reglas.

― No obtendrás nuestra protección.

Mi mente trata de hacerme sentir culpable y yo envío el pensamiento a atrás. Soy fuerte.

Los mocos ahora acompañan a las lágrimas y los sollozos que emite me desgarran de adentro hacia afuera.

Soy fuerte.

― Serás llevado fuera de mi recinto y no quiero volver a verte por aquí.

Doy un asentimiento de cabeza a ambos hombres.

Los soldados levantan al muchacho entre los dos como si no pesara nada y este grita desesperado.

Me doy la vuelta. No puedo mirarlo.

SURVIVOR: El Mundo de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora