CAPÍTULO DOCE

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Tengo miedo, mucho miedo. No sé cómo ocultarlo.

No tengo control sobre mis emociones y todo se está volviendo tan difícil. Las siento cerca pero ninguna se ha atrevido a entrar en la habitación.

¿Es en este lugar donde tienen a todos los humanos que consumen?

Siverius dijo que las Sombras nunca me harían daño y estoy comenzando a pensar que tenía razón.

¿Por qué me duele la marca del Gran Ángel? ¿Tiene que ver con el Dios de las Sombras? ¿Él está aquí?

La cortina se mueve y se eleva a un metro del suelo, un viento gélido me eriza la piel y yo suspiro temblorosa.

Cierro los ojos unos segundos y cuando los vuelvo a abrir jadeo sorprendida y caigo sobre mis manos y rodillas.

Duele.

Hay un hombre en el umbral de la puerta. El mismo hombre que vi el día que salvé a la niña de ser consumida por las Sombras.

Su pelo rubio ceniza es largo y le cae en ondas un poco más abajo de sus hombros. Tiene los ojos de un azul eléctrico atrayente y es hermoso. Casi ocupa todo la apertura de la puerta, es grande y tan alto como Siverius.

No lleva camisa y pareciera que tiene músculos en los músculos. Su piel tiene un bronceado exquisito y el pantalón blanco que lleva no hace nada por ocultar lo musculosas que parecen sus piernas.

Pulseras doradas de cinco centímetros de grosor abrazan sus muñecas fuertes y un collar con una piedra preciosa descansa en su amplio pecho.

Es hermoso y aterrador al mismo tiempo.

Me está afectando de sobremanera el que esté en la misma habitación que yo y siento como si la marca en mi cuello se prendiera fuego.

Sollozo con fuerza tratando de hacer entrar aire a mis pulmones.

― No luches contra ello.

Su voz es grave y autoritaria.

No necesito nada más para darme cuenta de que estoy de rodillas ante el jodido Dios de las Sombras.

― Duele ―jadeo.

Es lo único que logro decir. Quiero que se vaya, que me deje en paz para que el dolor pueda aminorar.

― Es el dolor de mi madre el que estás sintiendo.

No puedo sacar los ojos de él y cuando da dos pasos en mi dirección el dolor es casi insoportable.

― Deja de luchar contra él ―ladra―. Ríndete ante mí.

― Jamás.

Mi voz suena más segura de lo que me siento. Lo miro directamente a los ojos y creo percibir un poco de negro arremolinándose en los iris azules.

Cuando se pone de cuclillas ante mi sus ojos están absorbidos en un completo negro. Me encojo en mí misma y de lo único que soy consciente es del dolor que siento en todo mi cuerpo. Es desgarrador y no creo poder soportarlo.

Su voz se escucha totalmente inhumana cuando habla.

― Eres mía, me perteneces.

Lo niego. O quiero hacerlo. Pero el rechazo que siento hacia él solo me causa más dolor.

― Será muy doloroso para ti si no aceptas tu destino.

Es injusto, totalmente injusto. Yo no pedí esto, no me merezco esto.

No soy suya, no pertenezco a nadie.

Es el último pensamiento que tengo antes de que la oscuridad me absorba por completo.

SURVIVOR: El Mundo de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora