CAPÍTULO TRECE

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Para cuando vuelvo a ser consciente no quiero ni abrir los ojos. Sé donde estoy y con quién.

La marca en mi cuello escuece y me siento tan debilitada que aunque quisiera pararme y enfrentarlo no podría.

― Solo se hará peor.

Su voz grave me eriza los vellos de los brazos y mi corazón late deprisa. Estoy aterrada ante la inesperada atracción que me corroe el cuerpo.

Por el único ser humano por el que he sentido atracción en el Ahora es por Adrien y ni siquiera le he dado un segundo pensamiento. Lo utilizo para sacar el estrés y él me utiliza a mí, pero es algo demasiado esporádico. Tener relaciones sexuales es demasiado arriesgado teniendo en cuenta la falta de higiene y las ETS.

― ¿En qué piensas? Tu resistencia no me deja penetrar en tu mente para averiguarlo.

Inmediatamente me siento ultrajada.

― Seguiré peleando con uñas y dientes contra eso ―digo apretando la mandíbula―. ¡No entiendo nada! De la noche a la mañana existen ángeles y Dioses desterrados, se supone que soy una especie de elegida y tú... ¡Tú me secuestraste! Loco desgraciado era más fácil desaparecerme de la faz de la Tierra. ¡Tienes suerte de que no tenga fuerza para levantarme de esta cama o de lo contrario te patearía el culo!

― La jerga humana es despreciable.

Inclino la cabeza hacia la derecha para mirarlo y levanto mi tembloroso dedo medio.

― ¿Qué significa eso?

Su expresión confundida me resulta adorable y eso hace que me enfurezca el doble. ¡El Dios de las Sombras siendo adorable!

― Jódete.

― Eso sí lo entendí ―frunce el entrecejo―. ¿Quieres que haga eso para que te resulte más fácil sentirte atraída por mí?

Lo miro totalmente descolocada.

― ¿Hablas jodidamente en serio?

― ¿Sobre qué?

― ¡Por dios!

Dejo caer la cabeza en la almohada y cierro los ojos. Necesito volver a mis cabales y mantener mi temperamento bajo control.

― ¿De qué Dios hablas?

Gimo frustrada.

De todos los escenarios posibles jamás me imaginé este. ¿Qué tan diferentes eran nuestros mundos?

― ¿Qué quieres de mí? ―susurro.

― Me perteneces, Kellyanne.

¿Acaso todos los Dioses saben mi nombre?

― Sigues diciendo eso pero no me explicas nada.

― Tú me perteneces a mí como mi madre le perteneció a mi padre.

Se acerca y yo siseo de dolor.

― Aléjate ―pido sin aliento―. Por favor, mantén la distancia y explícame qué me sucede. Nadie le pertenece a nadie en el Ahora.

― El Gran Ángel te dio una marca que sólo yo reconocería ―murmura alejándose―. Él me concedió tu amor para remediar lo que mi tío hizo con el amor de mis padres.

― ¿Por qué duele?

― Te resistes ―ríe amargamente―. Estás sintiendo el dolor que mi madre sintió cuando se dio cuenta que jamás tendría la oportunidad de estar con mi padre.

Me estremecí. Nadie se merecía sentir un dolor así. ¿Tantas personas tenían que pagar por la arrogancia de un Dios que no pudo aceptar al amado de su hermana?

Zadrid no había condenado sólo a Mística y a Dortheo... Había condenado a dos mundos enteros.

SURVIVOR: El Mundo de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora