II

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Desde el primer día que entré nueva a ese instituto ya sabía que no era mi lugar. Simplemente no encajaba. Llegué nueva a un instituto donde, literalmente, todas las clases de primero se conocían entre sí, venían todos del mismo colegio, y por tanto, llevaban prácticamente toda la vida juntos.

También llegó una chica nueva conmigo, se llamaba Helena, nos hicimos muy amigas, pero, por alguna extraña razón ella creció mucho y se hizo popular. Aunque lo veía normal, era muy guapa, tenía un buen físico y lo mejor de todo, era muy simpática, con todo el mundo, da igual quién fuera, Helena siempre tenía una sonrisa radiante para ti. Y poco a poco, sin darme cuenta, Helena era la fabulosa Helena, y yo... simplemente era la amiga de Helena.

Nos queríamos mucho, ella no hacía un solo plan si no fuera conmigo... pero las cosas no terminaron bien. Nada bien.

Me bajé del autobús, Ethan se bajó antes, iba detrás de él, tenía los hombros relajados, caminaba lento, miraba recto y algunas personas le sonreían, y él amablemente le devolvía esa sonrisa o les saludaba con un rápido hola.

Al contrario, yo siempre iba tensa, a todas partes. Caminaba rápido, quería llegar a mi destino cuanto antes, sentarme en una silla y procurar que las seis horas y media se me pasaran deprisa. Siempre tenía la cabeza baja, miraba al suelo allá por donde fuera, temía que si la levantaba, miradas de reproche u odio me amenazarían.

Ese día, no sé por qué, me sentí un poco más atrevida y levanté un poco la cabeza, por él. Quería saber... qué hacía, cómo lo hacía, cómo conseguía caer a la gente tan bien sin el mínimo esfuerzo.

En parte, quería ser como él, que no me importase estar sola todo el tiempo. No sentirme desprotegida, no necesitar a una persona a mi lado para sentirme bien... para sentirme segura.

Yo no tenía a nadie, ni siquiera a alguien que me sonriera en los pasillos o que me saludara, todo eran burlas, miraditas y murmullos muy disimulados.

No sé en qué momento empecé a acelerar el paso, y de nuevo, mirar nada más que a mis pies. No quería verlos, no quería ver como se ríen, como me miraban, como hablaban de mí. A veces sientía que todo el mundo sabía lo que me pasaba, lo que me decían en los mensajes, sospechaba que era cada uno de ellos, con diferentes cuentas y diferentes nombres. Pero a la vez pensaba, y no creía que todos tuvieran tanta maldad... ¿no?

Sin quererlo, estaba a apenas un centímetro de Ethan. La calle era estrecha. Tenía prisa por llegar. Él en cambio, parecía que le pesaban los pies.

Él y su estúpida lentitud.

Y pasó lo que tenía que pasar.

-Perdón -me disculpé y me agaché casi al instante, sabía de antemano lo que iba a pasar-. Lo... lo siento no era mi intención, yo... solo... quería pasar.

Creo que las últimas dos palabras que dije a toda velocidad antes de irme casi corriendo no se me entendieron del todo bien, pero me daba igual, necesitaba... ¿qué necesitaba?

Llegar a clase y encerrarme en mis pensamientos hasta que llegaran las tres y media de la tarde. Sí, eso era lo que necesitaba.

Necesitaba que todo el tiempo volviera atrás. Seguir siendo la amiga rarita de Helena. La maja, la agradable, la amigable, la amiga simpática de la tremendamente sexy Helena Molina.

Tres horas y quince minutos. Todo ese tiempo había estado en ese infierno. Se me hicieron eternas. Y todavía me quedaba literalmente la mitad.

Era la hora del recreo. Estaba en la biblioteca, con los apuntes de matemáticas a un lado, y con mi móvil al otro.

Odiaba tener el móvil cerca. No lo soportaba, sabía que fuese la hora que fuese, si le echaba un pequeño vistazo, ya sea para mirar la hora o para poner música, sabía que habría mensajes nuevos. Siempre los había. Aunque tratase de evitarlos, siempre estaban ahí, nunca me libraría.

Al fin sonó la alarma para volver a clase. Tocaba inglés, y cómo no, tocaba speaking en pareja.

Odiaba esa clase, y en ese momento la odiaba más que nunca. Detestaba el hecho de que todo el mundo tenía pareja menos yo, detestaba el hecho de que la profesora me miraba siempre con el ceño fruncido y me decía: "lo puedes hacer conmigo si quieres, tú serás el diálogo B. Estudia. Tienes veinte minutos"

Pero esta vez, no iba a ser como yo me imaginaba.

Agaché mi cabeza, me llevé una mano a mi nuca y fruncí los labios. Empecé a escribir el diálogo B, estaba acostumbrada, sabía lo que la profesora iba a hacer antes de que dijera nada.

-Jessica -levanté la cabeza rápidamente para mirar a la maestra, tenía el ceño fruncido. Últimamente todo el mundo me miraba así-. Coge una silla y haz el diálogo con Ethan. Tenéis veinte minutos.

Creo que, de todas las cosas que me podía hacer, esta era la peor. Me podía pedir incluso que haga el diálogo para toda la clase haciendo los dos papeles, con un gorro típico de México y con acento argentino y, aun así, hubiera sido muchísimo mejor que lo que me acababa de pedir.

No tuve más remedio, creo que nadie se atrevería a discutir con la profesora Daniela. Suspiré hondo y miré al final de la clase.

Ahí estaba él, con los labios fruncidos mirándome. Esperándome.

Recogí mis cosas torpemente y me puse a su lado lo más rápido posible. No me gustaba hacer esperar a nadie.

-Eh... -empecé diciendo, pero él me cortó.

-¿Cuál quieres ser? ¿A o B? -me propuso casi sin mirarme, estaba dando golpecitos con un lápiz a la mesa. Suspiró al ver mi indecisión y miró mis apuntes-. Sé tú el B, lo estás escribiendo ya. No me importa ser el A.

Agachó la cabeza con la intención de no hablar más, de dar por acabada la conversación. Pero yo no podía. Tenía que soltárselo. Creía que estaba enfadado conmigo por lo de esta mañana. Aunque en realidad no solo podía estar enfadado, sino que simplemente le cayera mal. Como a todos los de esta aula.

-Oye... lo de esta mañana... te lo juro que fue sin querer, no quería que se te cayera así el libro, de verdad, lo siento, yo... -empecé a decir y de nuevo, me volvió a cortar.

-Ya te has disculpado esta mañana -murmuró, no me miró cuando lo dijo, estaba centrado en su folio, se notaba que él quería acabar esta conversación cuanto antes.

Sabía lo que significaba. No quería hacer esto conmigo, sinceramente, no creo que nadie quisiera hacerlo, a todo el mundo le caía mal, era lo normal.

Creía que en parte me lo merecía, pero a la vez pensaba en por qué la gente era tan cruel con otras personas simplemente por cometer un pequeño error.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora