XIX

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Ethan

No pude resistitme. La volví a besar.

Sus labios eran iguales de suaves que los abrigos de lana que cosía mi abuela en invierno.

Estaba triste, no sabía por qué ni quién le había hecho tal putada para que estuviera así de mal.

Me sorprendí demasiado al verla en aquel hospital. Estaba aferrada a su hermano, llorando.

Lo primero que pensé fue que algún ser querido había fallecido, pero cuando me enteré por la mierda que estaba aquí, supe perfectamente que me estaba mintiendo.

Sentí una punzada en el corazón al verla así.

Era demasiado guapa para que estuviera tan triste.

No sabría explicar la verdadera razón por la que le di aquel beso.

Lo que podía asegurar era que no fue por placer propio.

Quería... no sé, entretenerla, distraerla, despejarla...hacer lo que sea para que no se sintiera mal.

Y sí, me correspondió el beso. Aún así, notaba algo que le faltaba, no era la Jessica de siempre. Necesitaba... luz.

Vi a Jessica a lo lejos con Teresa, después del beso de ayer, Jessica se fue sin mediar apenas palabra.

Me acerqué a ellas. Quería hablarles y abrazarlas, sobre todo a Jessica. Me quería asegurar que estuviera mejor. No quería que estuviese mal nunca más.

Iba detrás de ellas, quería asustarlas y ver la reacción de ambas, seguro sería divertidísimo ver la cara de terror de Jessica.

-Me besó -habló Jessica. Me paré en seco.

No sé cómo, ninguna de las dos se dio cuenta de mi presencia, y le di las gracias al cielo para que así fuera.

¿Jessica estaba hablando de mí?

Quería... no, necesitaba saber que pensaba de mí.

Necesitaba saber si estaba coladita por mí o necesitaba llevarle bombones a su casa para enamorarla o... yo que sé.

Joder, nunca me lo habían puesto tan difícil.

-¿¡Enserio!? -gritó Teresa ilusionada-. Cuenta, cuenta.

Jessica dudó por unos segundos, pero después levantó la cabeza y le sonrió a mi prima.

-Sentí... no sé cómo si estuviera en una película... sentí, ¿mariposas en el estómago? -explico ella y ambas rieron.

Con que mariposas...

La tenía en el bote. Ya quedaba menos.

-¿Te gusta Ethan? -cuestionó mi hermana.

Jessica se puso seria de repente, y von respecto a mí parecía que todo había parado de girar alrededor de mí.

¿No le gustaba? ¿Le tenía que gustar por cojones, no?

Joder, las mariposas eran mariposas. No sientes eso sin que te guste la otra persona.

-No sé -dijo sin más-. He sentido mucho en los besos que me ha dado, pero...

-No sé, rubita, las mariposas no se sienten así porque sí -me manifesté poniendome a su lado.

Ambas quedaron en shock. ¡Sorpresa!

Tuve la extraña sensación de querer estar a solas con Jessica, mire a Teresa y le dije con la mirada que se fuera.

Ella lo entendió a la primera y se inventó cualquier excusa.

Dios, cuanto quería a mi prima.

-Tengo un examen, voy a llegar tarde, nos vemos después, guapa. Adiós primo -y tan rápido como lo dijo se fue.

Miré a Jessica que apenas le dio tiempo a reaccionar cuando Teresa desapareció en nuestras narices.

Me miró y yo le sonreí. Me estaba divirtiendo de verdad con esta situación.

De repente pusó los ojos en blanco y empezó a andar rápido.

Ahora fue a mí quien me dejó sorprendido.

¿Qué coño le había pasado?

Fui detrás de ella y me posicioné de nuevo a su lado.

-Escuchar conversaciones ajenas está mal. ¿Nunca te lo habían explicado? -espetó.

-Bueno, gracias a eso he descubierto que te mueres por mí -bromeé. Ella paró en seco.

Creo que no le hizo mucha gracia mi broma.

-No me muero por ti -escupió-. Tú te mueres por mí y no lo quieres aceptar.

-Lo acepto, ¡Me muero por ti, Jessica! -grité y eso hizo captar algunas miradas.

Jessica se puso colorada al segundo y siguió andando, aún más rápido y con la cabeza baja.

-Vete a la mierda, Ethan. No me muero por ti, que te quede claro -murmuró.

-Eso no es lo que has dicho.

-Sí que lo he dicho.

-¿A sí el qué? -le cuestioné aguantándome las ganas de reírme. Ella me echó una mirada asesina.

-Eso no es a lo que me he querido referir.

-Entonces, ¿a qué? -pregunté curioso.

Me lo estaba pasando de puta madre discutiendo con ella.

Fruncía mucho el ceño y los labios. Era encantadora.

-Olvídalo. No quiero nada de ti si después te vas a poner de ese modo. Adiós -escupió y siguió hacia delante como si nada.

Guau, Jessica sí que tenía ovarios.

Creo que me gustaba más así que siendo la tonta niñita buena. Me ponía más ese rol.

-No me lo niegues -declaré pero no me dijo nada, siguió recto-. Sé lo que sientes, Jessica. ¿Por qué te haces la difícil cuando hablamos?

-Eres un gilipollas, Ethan -murmuró.

-Vamos, pero si tiemblas cada vez que nos miramos -le dije.

Sabía que se lo iba a tomar de todas las maneras posibles menos bien.

Y eso me encantaba.

Iba a ser divertido.

-Lo que tú digas -fue lo único que recibí. Estaba enfadada y no quería formar un escándalo. Lo entendía, pero quería más.

-Sueñas con los besos que aún no te he dado -le solté, ella se dio la vuelta y me miró de frente, entrecerró los ojos.

-¿Y tú no? ¿Quién es el primero en besarme siempre? -me reprochó.

-Uno de los dos lo tiene que hacer. Tú no te atreverías ni en cien años -me crucé de brazos sonriendo.

Abrió y cerró la boca varias veces, se había quedado sin argumentos. Ambos lo sabíamos. Y sin esperarlo, estrelló sus labios contra los míos.

¡Esa era mi Jessica, joder!

Supongo que robamos varias miradas, pero me la sudaba, ella me había besado.

Jessica me estaba besando, y había empezado ella el beso.

Se separó y todavía con sus manos en mi cara sonrió.

Pero no una sonrisa amable, si no más bien amarga.

-Qué cara de tonto se te ha quedado-. Se burló-. Ahora ve y dile a Helena que no te gusto. Corre.

Se separó de mí y siguió su camino.

¿Me dejó en ridículo? Afirmativo.

¿Me encantó aquel beso y aquella forma de poner los puntos sobre las íes de parte de ella? Doblemente afirmativo.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora