XXIII

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Ethan

Sonó el timbre.

Cambio de clase.

Recogí lo más rápido posible y me fui directo a donde estaba Jessica. Había estado hablando toda la clase con ese tal Victor. No sé que le pasaba a ese tipo.

No estaba celoso, ni tampoco me molestaba que hablara con ella, pero teníamos que dejar claro un par de cosas.

Jessica al ver que me acercaba me sonrió, le devolví la sonrisa, y antes de que nadie pudiera hablar, le planté un beso en sus labios.

Se sorprendió, pero lo aceptó de todas formas. Cuando me separé, Victor ni nos había mirado.

Fruncí el ceño y apoyé mi brazo en los hombros de Jessica.

-Un placer, Victor -hablé para que nos mirara. A mí con Jessica, juntos. Y así es como iba a ser siempre, ella y yo juntos, y él, manteniendo las distancias.

No habría ningún problema así.

-¿Y tú eres...? -preguntó Victor. Tenía pinta de ser el típico pijito que se creía superior a todo el mundo. Ni lo conocía y ya me caía mal.

-Ethan -respondimos Jessica y yo a la vez, ambos nos miramos y nos reímos.

-Buena compenetración -bromeó él. A mí no me hizo ninguna gracia, pero al parecer a Jessica sí.

-Ethan es mi... -empezó a decir Jessica y pero se quedó sin palabras, no sabía lo que decir, pero reaccionó rápido-. Mi amigo. Supongo. Algo así.

Victor soltó una carcajada irónica.

-¿Supones? ¿Algo así? -dijo y me miró, yo seguía con el ceño fruncido. ¿Qué le pasaba con tantas bromitas?-. Haríais buena pareja.

-Lo somos. Vámonos, Jessica -solté y me di la vuelta, teniendo apoyado mi brazo en los hombros de Jessica, automáticamente ella también giró. La miré y estaba sonrojada, pero con el ceño fruncido.

《Ethan, estás siendo demasiado radical, reacciona》.

Suspiré y volteé la cabeza.

-¿Vienes, Victor? -cuestioné a regañadientes. Él, asintió y se puso al lado de Jessica. Nos fuimos a clase de matemáticas.

Las clases pasaron rápido, sin darme cuenta, estaba ahora mismo de camino a casa de Jessica. Me había mandado su ubicación por WhatsApp, estaba demasiado cerca de mi casa, a tan solo cinco minutos a pie.

Llegué y me abrió ella. Iba tan guapa como siempre. Lo único que ese día llevaba el pelo suelto, nunca la había visto así. Estaba más guapa que nunca. Le quedaba el pelo suelto muy bien. Lo tenía muy largo y muy brillante. Era precioso.

-Hola -saludó ella-. Ven, pasa.

Sin pensarlo dos veces, me quité de la puerta y la besé. Me da igual quien estuviera en su casa, si su hermano, sus madres o incluso su perro o su gato, la necesitaba besar. Lo extraño es que no sabía ni por qué.

-Estas muy guapa -dije cuando me separé. Ella se sonrojó y sonrió. Era bastante mona cuando hacia eso.

-Ven, pasa -me invitó-. Estamos solos. He invitado a Victor, no sé si te importa -me explicó. Me paré en seco en mitad de su salón. La miré con cara de: ¿de verdad quieres que tu casa se convierta en un rin?

Ella solo se empezó a reír a carcajadas. No entendí muy bien a qué venía esa risa, ¿le gustaba verme celoso? ¿O solo disfrutaba verme sufrir?

-Es broma, tonto -siguió riéndose-. ¡Eres un celoso de caca!

Creo que hasta suspiré del alivio. Fueron los segundos más terribles de toda mi vida. Me reí y me acerqué a ella con la intención de acerle cosquillas. Ella se empezó a reír más fuerte y a revolverse.

-¡Eres una payasa! -bromeé y le hice más cosquillas a la altura de las costillas.

-¡Para, para, Ethan, ya, no puedo respi... no, no, Ethan! -siguió riéndose. Paré porque ya casi no se le entendía lo que decía y sí que parecía que se estaba quedando sin aire.

La abracé y ella se siguió riendo bajito y recuperándose de mis cosquillas, sentí sus pequeños brazos envolviendo mi espalda y su cabeza apoyada en mi pecho.

Me encantaba cuando sonreía y estaba feliz, y aún más cuando se reía como se había reído hace tres segundos.

De repente separó su cabeza de mi pecho y me miró.

-Eres malo -entornó los ojos. Esta vez fui yo el que solté una carcajada.

-No lo soy, tú lo eres -le reproché. Ambos nos volvimos a reír.

-Bueno, ¿quieres ver ya mi cuarto o seguimos aquí abrazados? -preguntó. Yo me separé de ella e hice una señal para que siguiera.

-Ven -me cogió de la mano y me dirigió hasta su habitación-. Esta es. No es igual de grande que la tuya, pero es reconfortante.

Sus paredes eran moradas, la habitación estaba recogida, pero parecía que no, por tantos trastes puestos por todas partes.

En su escritorio tenía un ordenador, junto a cosas innecesarias de papelería. En su mesita de noche tenía el móvil, una lámpara, un libro, su famoso mp3 y un cargador.

En su armario había dos pósteres de Natos y Waor, al lado, un espejo y detrás de él, un corcho repreto de collares, pendientes, pulseras, muñequeras, gargantillas y cosas que seguramente, ni sabría su nombre.

Arriba de su cama habían varias fotos del tipo Aesthetic que todas las chicas mataban por tener algo así arriba de su cama, y tan bonito.

Al fondo de la habitación divisé una puerta negra, suponía que era el baño. Colví a mirar a Jessica y ella me miró sonriente.

-Es... impresionante. No sé como puede caber tantas cosas en una sola habitación -susurré. Ella se rió y se sentó en la cama. Yo, en cambio, cogí su silla de ruedas que tenía en el escritorio y me acerqué a la cama para estar frente a frente.

-Gracias, todo es merito mío, pero no hace falta decir que es impresionante, ya lo sé de antemano -bromeó. Me reí ante su falsa arrogancia y apoye una de mis manos en uno de sus muslos.

-De verdad me había cagado cuando dijiste lo de Victor -confesé. Ella me miró y se rió. Hoy ella sorprendentemente estaba muy feliz. Siempre había sido muy alegre, pero no tanto como esto. Me alegraba mucho que estuviera así.

-Eres un celoso -me reprochó. Yo me hice el ofendido y me puse una mano en el pecho demasiado dramático.

-¿Yoooo? -dije alargando la última vocal-. No, solo me había preocupado. Me gustan los tríos, sí, pero Victor no me pone. Tenía miedo a que sea un fetiche para ti y no pudiera hacer nada al respecto.

Ella volvió a reír y se tumbo en la cama como signo de rendición.

-¿Qué vas a saber tú de fetiches? -me preguntó aún tumbada.

-Mucho -confesé.

No me consideraba alguien que tuviera fetiches. Pero sí me gustaba probar cosas nuevas. Si Jessica tenía alguno, no iba a ser yo el que impidiera darle ese placer.

-No -contestó rotunda y alzó la mirada para mirarme-. Victor no es un fetiche, en todo caso será una fantasía -me miró divertida.

-¿Ah, sí? ¿Y cuales son tus fetiches entonces? Porque ya me has dejado claro que quieres un trío conmigo y con él, pero no me has dejado claro como puedo complacerte ahora -le sugerí.

-Mi fetiche eres tú -se volvió a incorporar en la cama y me miró pícara.

No conocía esta parte de Jessica, pero aún así, me encantaba.

-¿Cómo lo vas a demostrar? -me levanté de la silla lentamente. Ella me miró desde abajo estaba algo sonrojada, no perdía la sonrisa de su rostro, entornó los ojos, vacilante y dijo:

-No sé, dime, ¿qué puedo hacer por ti?

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora