XVII

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La sala de espera del hospital estaba vacía.

Era un pasillo algo estrecho pero muy largo, había un par de sillas azules y un conector para la corriente.

Estaba sentada en el suelo con mi móvil en la mano cargándose. No lo pude cargar del todo en casa y mi mami me obligó a cargarlo al cien por cien, le daba igual donde.

En el pasillo había un silencio incómodo, mami estaba de pie dando vueltas, mamá estaba sentada en una silla mirando al suelo con un café en la mano.

No hablaban, no se miraban, no hacían nada.

Mi ansiedad crecía a cada minuto que pasaba.

No había abierto el móvil desde que se encendió hace media hora en mi casa.

Tenía miedo. Mi mano estaba temblando, no quería ver que había pasado en mi ausencia, no quería ver los mensajes, las llamadas, las aplicaciones... nada.

Volví a mirar el ¡phone, como mi mayor enemigo, con temor, con asco, con furia...

En ese momento necesitaba a un ángel de la guardia. Eso, o cualquier persona con quien poder conversar cara a cara sin necesidad de usar la dichosa tecnología.

Y tan rápido como lo pensé, como si se tratara de algún milagro, apareció por el pasillo una figura alta, morena y perfecta.

Óscar.

Tiré el móvil a un lado y fui hacia el corriendo.

Lo abracé tan fuerte que por poco perdió el equilibrio.

Me devolvió el abrazo muy amablemente con mucha fuerza y cariño.

Mis madres murmuraron algo.

Pero no me importaba. Nada me importaba. Solo él.

Hacía seis meses que no lo veía, seis meses que no sabía nada de él.

Vestía con unos vaqueros negros ajustados, unas Convers rojas y una camisa entreabierta azul y blanca.

Lo admiré por ello.

-Hola, pequeña -me susurró.

Estaba apunto de llorar, tenía demasiadas cosas encima, lo quería mucho, no quería que se volviera a ir, no quería que desapareciera otra vez como si nada, no quería separarme de él nunca.

-Hola -dijo una voz femenina atrás de mí.

Me separé un poco de mi hermano y miré a mamá. Mami estaba detrás de ella, como si tuviera miedo de algo.

-¿Qué tal? -dijo mi hermano algo incómodo.

-¿Qué haces aquí? -cuestionó mami sin miramientos.

Ambos, Óscar y yo la miramos con incredulidad, mamá solo cerró los ojos.

-Estoy bien, mami, este año y medio sin vernos me ha ido muy bien, mejor de lo que me esperaba, gracias por preguntar -comentó él con ironía.

Si algo tenía mi hermano que me encantaba, era que afrontaba los problemas con ironía, con tranquilidad.

Él siempre me decía que era mejor enfrentar los problemas con una sonrisa que estancarte y tener solamente pensamientos negativos.

En estos seis meses lo he necesitado más que a nadie en el mundo.

Aún así, no le guardo rencor.

Hubo un silencio incómodo así que decidí hablar.

-Te he echado mucho de menos -le dije y le volví a abrazar.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora