Estábamos los dos en silencio. Tenía su portátil encima de mis piernas, él estaba buscando no se qué en su ordenador.
Al final nos habíamos decidido por el descubrimiento de América. Muy típico, pero era lo primero que se me ocurrió, a Ethan parecía que le daba totalmente igual de qué hacer el trabajo.
Si hubiera sabido que Ethan iba a ser así de ignorante en estos temas, no hubiera aceptado a hacer esto con él.
Estaba algo incómoda, me seguía dando vergüenza su presencia, desde siempre Ethan me a transmitido un respeto que no cualquiera podía hacerme sentir tan fácilmente.
Era muy guapo, me sentía insegura con tan solo mirarlo.
-¿Qué tal vas? -me preguntó con su habitual voz ronca. De repente empezó a sonar una canción de Natos y Waor, en específico, "Pecados", era mi canción favorita por excelencia
-Bien -le contesté rápido y sin apenas mirarlo.
-Esta canción me recuerda a ti -comentó. Odiaba cuando hacía eso.
Me sentía cohibida, ese día más de lo normal y, Ethan no ayudaba con esos comentarios.
Le miré y suspiré.
Sus ojos azules como el océano se clavaron en mí. Estaba sonriendo, sabía que me molestaba y, al parecer, eso le gustaba, lo que me hacía molestarme más.
-Ethan, para. ¿Podemos limitarnos a solamente hacer el trabajo? Gracias -le dije lo más rápido que pude y volví mi vista a la pantalla del portátil. No me gustaba tener demasiado contacto visual con él.
-¿Solamente? -sonó apenado. Lo volví a mirar.
-Solamente -le respondí seca, él, como siempre, se volvío a reír.
Imbécil.
Ya habían pasado dos horas desde que llegué a casa de Ethan.
Teníamos la mitad del trabajo hecho. Ethan se había comportado bien mientras hacíamos el trabajo.
Nada de bromitas, nada de proposiciones, nada de risitas, nada de dobles sentidos. Nada de nada.
-¡Ethan! ¡Ethan! -las dos hermanas de Erhan entraron por la puerta.
-¡Tenemos hambre! -dijo una de las niñas. Ethan suspiró y me miró de reojo.
-Voy, dadme dos minutos.
Las niñas se fueron gritando y saltando de la habitación de Ethan.
Sin darme cuenta, sonreí, me gustaba mucho ver a los niños tan felices.
-Vamos a guardar esto, anda. Abre ese cajón, ahí está el pendrive -me ordenó Ethan. Asentí y me levanté.
Intenté abrir el cajón, pero había algo que lo atascaba. Tiré con más fuerza, sin éxito. Lo intenté una última vez, tiré y se abrió de golpe, se cayeron unos paquetitos cuadrados.
-Mierda -carraspeé y me agaché inmediatamente para recogerlo. Vi que, esos paquetitos cuadrados, en realidad eran preservativos.
-¡Anda! ¡Pero si la niña dice hasta malas palabras! - sonrió Ethan. Seguidamente se acercó a mí. Me levanté lo más rápido posible y guarde los cinco paquetitos.
-No es tan raro... ¿no? -murmuré. Casi nunca decía palabrotas, simplemente, no me criaron así, mis madres casi nunca hablaban mal.
Él negó con la cabeza y cogió un preservativo. Se acercó más a mí.
-Actúas como si nunca hubieras visto uno -comentó levantando el sobre.
-¿Cómo quieres que actúe? -cuestioné.
Él tenía su vista fija en mí, yo estaba mirando a otro lado, estaba nerviosa, no sabía que hacer, donde moverme, qué decir... no sabía nada.
-Me quieres besar -soltó de repente. Esta vez si que lo miré, confundida. No era una pregunta, era una afirmación. Suspiró-. ¿Por qué te haces la difícil?
-No... yo... no es eso -tartamudeé como una estúpida.
-¿Qué es? -preguntó, casi contándome.
Se lo tenía que decir.
Tarde o temprano se iba a saber.
No podría evitar este tema para siempre.
-Nunca he besado a nadie -dije de repente. Volví a bajar la mirada, él soltó el preservativo y cogió mi rostro para que lo mirara.
Él se río.
-Ya, claro -dijo. No sabía donde meterme. ¿Por qué no me creía? Tampoco era nada tan descabellado.
-¿Qué? -pregunté a la defensiva.
-No me puedo creer que nadie haya tocado esos labios -susurró, me estaba poniendo nerviosa, muy, muy nerviosa.
Estaba demasiado cerca, su mano seguía cogiendome la cara, sus ojos viajaban de mis ojos a mis labios sin parar, su voz ahora se volvió en un susurro demasiado ronco y demasiado... sexy.
Aunque parecía imposible, todavía se acercó más. Nuestros labios estaban a apenas unos centímetros.
¿Me iba a besar? ¿¡En ese mismo momento!?
No, no podía no estaba preparada, no sabía que hacer.
Me aparté un poco de él, todo lo que él me permitió.
-No sé besar, Ethan... -susurré, estaba demasiado avergonzada, le acababa de admitir que no sabía hacer algo tan simple como besar. Me sentía inútil. Seguramente él ya lo había hecho mil veces. Helena y él se estaban besando a cada momento, cada instante.
Ethan sonrió y se volvió a acercar.
De repente la puerta se abrió de par en par, Ethan y yo nos sobresaltamos y nos separamos lo más rápido posible.
-¡Ya han pasado dos minutos!
-¡Han pasado tres! -gritaron las pequeñajas.
Ethan suspiró molesto y se dirigió hacia la cocina demasiado rápido. Las pequeñas iban detrás de Ethan gritando cosas que ni siquiera se entendían.
Yo todavía me estaba recuperando de todo lo que había sentido apenas un minuto.
-Esperar fuera -gruñó Ethan a sus hermanas.
Me miró y me cogió la mano para tirar de mí adentro de la cocina. Seguidamente cerró la puerta dejando a las gemelas fuera.
Me acorraló contra la encimera y se acercó demasiado a mí de nuevo.
Todavía no me había recuperado de lo que había pasado hacía un minuto y Ethan ya me estaba subiendo el pulso a mil otra vez.
Me miró y se encogió de hombros
-Déjate llevar.
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Etéreo
Teen Fiction¿Había algo más delicado que ella? ¿O algo más ligero que él? Ella escondía un gran secreto. Él quería descubrirlo como sea, aunque, al saberlo, le rompiera el corazón en mil pedazos. Su amor era algo fuera de este mundo. Etéreo: extremadamente deli...