XVI

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Hace seis meses

Volví a mirar mi móvil, me llegó una notificación nueva.

Tras ella, me llegaron dos más.

Eran de cuentas falsas de Instagram.

"¿Por qué hiciste eso hoy? Nadie merece ser tu amiga"

"Premio nobel a la mejor amiga del mundo. (Nótese la IRONÍA)"

"Todo es tu culpa"

No entendí bien esos mensajes. ¿Era por lo que le había dicho hoy a Helena en clase?

Solo fue una pequeña discusión. Nada más.

Me empezó a llamar un número privado. Denegué la llamada. Mis madres siempre me habían dicho que si no conocía el número, era mejor no contestar, y así hice.

-Ey, hermanita -me saludó Óscar, mi hermano-. ¿Estás bien?

-S...sí, estoy bien -asentí y le sonreí. Él me puso un mechón de mi pelo detrás de la oreja y también me sonrío.

Su sonrisa era perfecta. Tenía los dientes perfectamente rectos, igual de blancos que la leche.

Ambos éramos muy diferentes. Él era moreno, con ojos verdes, sus rasgos eran definidos y tenía una complexión fuerte.

Yo era rubia, tenía los ojos marrones, muy simples, mis rasgos eran algo más delicados que los suyos y mi complexión no era muy bonita a la vista de muchos.

Él era fantástico, sonreía por todo, era muy social, hacía amigos allá donde fuera, le gustaba mucho asumir riesgos y sabía defenderse bastante bien.

Yo... yo era todo lo contrario a él.

-¿Quieres que vayamos a por un helado? -cuestionó sonriente -. Venga, va, no me lo niegues, ¡eres mi hermana favorita!

Ambos reímos.

-Venga ya, ¡soy tu única hermana! -le dije burlándome.

-Quién sabe -se encogió de hombros. Ambos paramos de reír y nos miramos fijamente. Con tristeza. Después apartó la vista, negó con la cabeza y me volvió a mirar-. Olvídalo, he dicho una tontería.

Me cogió de la mano y empezamos a caminar hacia nuestra heladería favorita desde que éramos pequeños.

-¿Cuándo vas a volver? -le dije sin más.

Hacía una hora que nos habíamos visto, y ya estaba ansiosa por hacerle esa pregunta.

En realidad, llevaba ansiosa desde el día en el que se fue de casa.

-Jessica, sabes que... -me empezó a decir, pero le corté.

No podía permitir eso. Tenía que convencerle que volviera, pasara lo que pasara.

-Mamá y mami te van a escuchar, lo sabes y... -esta vez, me cortó él.

-No quiero volver a pelear con ellas, tengo que... -le volví a cortar.

-No tienes que hacer nada, no te estoy pidiendo que te disculpes, simplemente...

-No me tengo que disculpar de nada.

-No te he dicho eso.

-Ellas no lo van a hacer.

-Por favor, solo quiero que... -me cortó de nuevo.

-Nada va a solucionar lo que ya... -le corté.

-Puedes mejorarlo, solo... -me volvió a cortar.

Nuestras peleas siempre fueron así. Nunca dejábamos que ambos hablásemos con claridad.

-No voy a mejorar nada porque...

-Porque tienes miedo, lo sé Óscar, voy a estar contigo, y pase lo que...

-No es eso, ¿en qué has...

-Por favor deja de hacerte de rogar y ¡habla con ellas! -grité más de la cuenta.

-¿¡Y por qué no vienen ellas, Jessica!? Si tanto me quieren como decían y como se supone que seguirán diciendo, ¿¡por qué por una vez no vienen ellas y se sientan a hablar conmigo!?

Y ahí fue la primera vez que mi hermano, mi perfecto y maravilloso hermano, me dejó sin palabras.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora